DEPORTES • SUBNOTA › JUNTO CON DEMICHELIS, LOS JUGADORES MáS DESTACADOS
El cordobés hacía su debut oficial en la Selección y se lució con el gol de la victoria. El zaguero volvió a jugar su primer partido completo con el equipo nacional y la rompió en el segundo tiempo. También lucieron Verón y Romero.
› Por Facundo Martínez
Desde Montevideo
Apenas cinco minutos con la camiseta albiceleste en las Eliminatorias le bastaron a Mario Bolatti para meterse en la historia de la Selección Argentina. Cuando ingresó, a los 80 minutos, por Gonzalo Higuaín, en una variante que todavía se estaría discutiendo con otro resultado, su misión era otra: juntarse con Verón, tratar de aportar para tener la pelota e imponer algo de presencia en la mitad de la cancha. Sin embargo, en otro hábitat, lejos de su espacio natural, el volante de Huracán se encargó de sellar el pasaporte argentino hacia Sudáfrica.
Apenas dos toques le alcanzaron para demostrar que la jerarquía que desparrama domingo a domingo en las canchas argentinas no es de cabotaje. Con la serenidad del goleador más curtido, el cordobés se transformó en uno de los primeros jugadores argentinos en aparecer en el área uruguaya, para resolver el clásico. Primero, capturó el rebote del remate de Verón con la punta de su botín y luego definió con clase, a un costado de Muslera, con una tranquilidad totalmente ajena al momento del juego. Para asegurar el pasaje al Mundial, para serenar a Maradona y compañía, para la felicidad de Angel Cappa, su entrenador en Huracán, que lo vio en vivo y en directo en las tribunas del Centenario.
Lo de Bolatti significó un toque distintivo. Es que el resto del juego estuvo planteado para la lucha, para la defensa heroica, para ninguna sutileza. Para el lucimiento de Demichelis que, tras un flojo comienzo, se fue asentando y terminó siendo vital por su prestancia para cruzar a los costados y para anular a los delanteros rivales. Para la fiereza de Schiavi y Heinze, rústicos y con más de una desprolijidad para rechazar y salir desde el fondo, pero eficaces para la primera misión que tenían en la cabeza: defender el arco. Para la personalidad de Otamendi, que se sobrepuso a una rápida amarilla y terminó clausurando su sector. Claro que ellos siempre estuvieron apuntalados por la seguridad de Romero, que por más que no tuvo intervenciones fundamentales, aportó tranquilidad y confianza a sus compañeros.
El otro punto alto estuvo en la mitad de la cancha, con la clase internacional de Verón. El equipo se movió a su ritmo. En el arranque, perdido e impreciso, Argentina lo sufrió y padeció los mejores momentos de Uruguay. Pero luego, con el correr de los minutos, manejó el toque del equipo, que utilizó la pelota como método defensivo. A su lado, Mascherano aportó sacrificio y creció en la segunda parte, luego de un flojo primer tiempo. Por los costados, Di María fue el que más intentó, sobre todo en la etapa inicial, aunque tanto el ex Central como Jonás Gutiérrez estuvieron más abocados al trabajo defensivo que a progresar en ataque. Por eso, tanto Higuaín como Messi estuvieron tan aislados, con una escasa participación y poco peso ofensivo. Lo del rosarino volvió a ser muy pobre, con muy poco compromiso y hasta con problemas para resolver en la maniobra individual. En cambio, Higuaín se movió mejor, en especial en la segunda parte.
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