Jue 07.01.2010

DEPORTES • SUBNOTA  › CóMO SE LAS ARREGLA EL DAKAR CON EL CALOR DEL DESIERTO

No es la humedad lo que mata

Con temperaturas de 45 grados, son la deshidratación y las insolaciones las que preocupan tanto como la mecánica.

Con temperaturas que superan los 45 grados en el desierto, los problemas de deshidratación e insolación se convierten en una auténtica amenaza para los pilotos del Dakar y sus equipos. El aprovisionamiento de agua de los corredores es algo que deben tener bien presente los equipos de la organización. El avance del rally hacia el norte y el recorrido por el desierto de Atacama ofrecen a los competidores un menú cuyo plato fuerte son sin duda las dunas... y el calor intenso. El termómetro supera los 45 grados y los primeros cordones de dunas exigen esfuerzos difícilmente sostenibles en tales temperaturas.

Consciente de la necesidad imperiosa de hidratarse de forma continuada, Ludovic Boinard (que corre con una KTM y está 34º) forma parte del grupo de pilotos que sufrieron sobremanera durante la etapa entre La Rioja y Fiambalá: “En un primer momento, tuve problemas con la moto, por eso me agoté. Sólo podía conducir en primera y segunda... y así hasta que la moto se detuvo del todo. Lo que hice entonces fue buscar un lugar en el que guarecerme bajo un árbol, haciendo lo posible por protegerme del sol. Tuve que arrastrar mi moto durante un rato largo, lo cual representó un esfuerzo físico enorme. Fue durísimo. Creo que llegué a beber seis litros de agua. Tuve que pedir botellitas a los espectadores en varias ocasiones, y con todo sentía que me flaqueaban las fuerzas...”, cuenta.

Tras llegar a duras penas a Fiambalá, con el rostro desencajado y el paso inestable, el motociclista se dirigió de inmediato a la tienda médica, donde lo aguardaba una fila de camas de campaña, previstas para acoger a las víctimas de los golpes de calor. “Después de dos días, los síntomas de deshidratación e insolación son claros: dolor de cabeza, vómitos, diarrea... –relata Ceferino Campos, uno de los cuarenta médicos que siguen la prueba–. De hecho, por lo general, tienen la impresión de que están bebiendo suficiente agua, unos cinco o seis litros, pero la realidad es que lo aconsejable es beber hasta ocho litros diarios.”

Según Campos, en Fiambalá atendieron “unos sesenta casos de este tipo, con lo cual podemos decir que la mitad de nuestros esfuerzos los hemos destinado precisamente a atender este tipo de problemas. Es mi cuarto Dakar y confieso que nunca antes había tenido tantos problemas relacionados con el calor en una única jornada. A veces, conduce al abandono inmediato de la carrera. El motociclista se desmaya, sin gravedad, pero está demasiado débil para levantar su moto. ¡Y no olvidemos que el golpe de calor tiene también un efecto sobre la lucidez!”

Para evitar estos desmayos extremos, la distribución y el transporte de agua se convierten en dos cuestiones vitales para los organizadores del rally. En los controles horarios (CH), controles de paso (CP) y, en caso de necesidad, en cualquier punto de la ruta, es preciso poder asistir a un corredor que necesite agua. Con más de 350 vehículos y un consumo medio diario de agua por corredor de cinco litros, el dispositivo debe ser ágil y eficaz. En otras palabras, debe garantizar una elevada capacidad de respuesta.

El encargado de las operaciones de logística del rally, Marc Phily, debe ser capaz de prever los casos y los lugares estratégicos en los que pudiera darse una falta de líquidos: “Se trate de coches con equipos médicos, de televisión, o lo que barren la ruta, lo cierto es que todos los vehículos que participan en el recorrido deben llevar alrededor de 100 litros de agua. En el vivac, nuestro proveedor de catering se encarga de garantizar las cantidades necesarias en todo momento. Y después, a modo de reserva, tenemos también unos 3000 litros en los camiones de la organización. Evidentemente, estas cantidades se reponen constantemente cuando atravesamos ciudades”.

En una etapa como la de Fiambalá, los despliegues previstos por Marc fueron de gran utilidad: “En vista del consumo que se estaba produciendo, activamos el Plan B para redistribuir agua en algunos puntos. Por ejemplo, los helicópteros entraron en escena para transportar agua hacia los CP. Lo fundamental es poder conocer de antemano las necesidades de agua. Cuando es el caso, encontramos fácilmente los medios necesarios para responder como es debido”.

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