- Carlos Tapia: “Jugar un Boca-River es jugar con los sentimientos de dos mitades del país. Durante 90 minutos todo un pueblo está pendiente de lo que vos hagas. En Argentina es lo más importante que le pueda suceder a un futbolista”.

- Carlos Randazzo: “El tipo que viene de inferiores vive los superclásicos de otra manera. Empieza a foguearse desde pre-novena, viene ambientándose, y cuando llega a Primera ya está vacunado. Por eso, los únicos partidos que ahora recuerdo y todavía me emocionan son los Boca-River”.

- Ernesto Mastrángelo: “Somos muy pocos los que fuimos tocados por la varita mágica y tuvimos el privilegio de haber jugado en Boca y River. Estar en un superclásico es como ganarse la lotería”.

- Alberto Tarantini: “El jugador que vivió superclásicos no puede olvidarlo jamás. Afronté quince con Boca y siete con River, y el que dice que es un partido más, es un tarado, porque está mintiendo”.

- Alfredo Rojas: “Creo que fui el que más clásicos jugó: Atlético-Real, Sevilla-Betis, Celta-La Coruña, Gimnasia-Estudiantes, Peñarol-Nacional y los clásicos chilenos. Pero, para mí, la historia del fútbol pasa por un River-Boca. Ningún otro genera tanto interés”.

- Oscar Ruggeri: “Los superclásicos son partidos que siempre me gustó jugar. Los días anteriores son muy especiales, están todos pendientes del resultado. Tu familia, la gente en la calle, tus amigos, y esas cosas te hacen sentir una presión extra. Hasta que salís a la cancha y hacés lo que sabés. Pensando que muchos jugadores no pudieron jugar ni en Boca ni en River, y yo había jugado en los dos, me siento un iluminado”.

- Claudio Caniggia: “En uno de los superclásicos, jugando para Boca, me encontré con periodistas italianos que habían venido a ver la carrera de Fórmula 1 (en 1998). Los invité a la cancha para que vieran un Boca-River, y les dije: ‘Van a ver lo que es una hinchada de fútbol’. Me encontré con uno de ellos una vez finalizado el partido y lo único que repetían era ‘¡nunca visto, nunca visto!’. Estaban asombrados”.

- Jorge Rinaldi: “No hay nada más lindo en el fútbol que la víspera de un superclásico y después disputar el partido. Ganarlo es lo máximo: sentís que alcanzaste la meta como jugador y poco importa lo demás. Ojo: ganar el superclásico y no salir campeón es como en un día de cuarenta grados de calor recibir un balde de agua fría. Te refrescás pero sigue haciendo calor. Menotti nos decía: ‘Adviertan que hay pocas personas que pueden disfrutar esto; ustedes son unos elegidos’, y tenía razón”.

* Extraídas de Anécdotas del Superclásico, de Alfredo Luis Di Salvo, Proa Amerian Editores, de reciente aparición.