DEPORTES • SUBNOTA
› Por Gustavo Veiga
Naldo Miguel Dasso fue un afortunado jinete olímpico de su tiempo. No puede decirse lo mismo de otros deportistas como él. Por el solo hecho de ser peronistas, la autodenominada Revolución, que en 1955 bombardeó civiles invocando la libertad, los dejó afuera de los Juegos de Melbourne de un plumazo. Se encargó de hacerlo la Comisión Investigadora de Irregularidades Deportivas a la que le asignaron el número 49.
El fondista Osvaldo Suárez, triple ganador de la maratón de San Silvestre en los años siguientes (1958-59 y 60), no fue el único que pagó su simpatía por Perón y en el mejor momento de su carrera se vio imposibilitado de competir. Ni ése fue el único castigo aplicado a los deportistas a partir del ’55. Hubo suspensiones por 99 años –que más tarde fueron levantadas– a los campeones mundiales de básquetbol del ’50; al ganador de la última medalla olímpica, el remero Eduardo Guerrero; a la tenista Mary Terán de Weiss e incluso a un campeón de bochas sudamericano, Chilín Juárez.
A todos los investigó la oscurantista Comisión 49, basada en el Decreto 4161/56 de la Libertadora. La misma que reivindicaba en su ideario la política de “suprimir todos los vestigios de totalitarismo para restablecer el imperio de la moral, la justicia, el derecho, la libertad y la democracia”. Dasso quedó a salvo de la pesquisa. Era un joven militar y sus simpatías políticas, hoy a 57 años de los hechos, pueden adivinarse.
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