Mar 17.06.2003

DEPORTES • SUBNOTA

¿Podrán convertirse los Spurs en una dinastía?

Después de los Boston Celtics y Los Angeles Lakers, parece haber llegado el turno de la franquicia de San Antonio. La participación de Ginóbili en la formación texana apoyando a Tim Duncan como conductor puede resultar trascendental para el objetivo.

Por Pablo de Jesús
Desde San Antonio

Después de ganar su segundo campeonato en los últimos cinco años, la próxima meta de los ejecutivos de San Antonio Spurs es convertir el equipo en la nueva dinastía de la NBA, y fincan sus esperanzas en Tim Duncan y el grupo de jugadores jóvenes que lo rodean.
Apoyados en Duncan, el Jugador Mas Valioso (MVP) de la final, y una mezcla de sangre nueva con veteranos de mil batallas, los Spurs conquistaron el título de la NBA. Para formar una dinastía hace falta algo más que un buen jugador. Se necesita una estrella que lleve el peso del equipo, pero que su individualismo no lo lleve a creerse el centro del universo.
Boston tuvo a Larry Bird, Los Angeles Lakers de los ‘80 a Magic Johnson, Chicago a Michael Jordan. ¿Tendrá Duncan madera para jugar ese papel en los Spurs?
El muchacho de Islas Vírgenes fue un verdadero huracán sobre el terreno, no sólo por sus números extraordinarios, sino por el importante empuje psicológico que les dio a los Spurs contar con el pivote más dominante de la Liga en la actualidad.
“Tim jugó como un MVP, como él siempre lo hace”, expresó sobre su astro el técnico Greg Popovich, un hombre que tiene buen ojo para las estrellas en ciernes, y que seleccionó a Duncan en la ronda de talentos de 1998.
En el último partido de la serie que San Antonio ganó a New Jersey 88-77 Duncan estuvo incontenible, al conseguir un triple-doble con 21 puntos, 20 rebotes y 10 asistencias, además de ocho bloqueos. Sus 32 tapones en esta serie son un record para una final, y superan por dos la marca del reconocido Patrick Ewing contra Houston en 1994. En los playoffs por el título Duncan promedió por encuentro 24,2 puntos, 17 rebotes, 5,3 asistencias y una nueva marca de 5,3 bloqueos.
Su actuación fue mucho más sobresaliente que cuando ayudó a los Spurs a ganar su primer campeonato en 1999. Entonces David Robinson era el eje sobre el cual giraba el equipo.
Popovich colocó junto a Duncan a jóvenes talentosos como Emanuel Ginóbili, Stephen Jackson y el armador francés Tony Parker. “Tenemos tres diamantes en bruto. Esos muchachos van a dar que hablar mucho en esta Liga por su atleticidad y sus habilidades técnicas”, señaló el entrenador de los Spurs.
Ginóbili fue una de las sorpresas más agradables de la serie, por su entrega total en cada minuto que estuvo en la cancha. Sus jugadas espectaculares, sus robos y pases increíbles, pusieron en evidencia que los millonarios jugadores de la NBA son muy fuertes, muy atléticos, pero muchos carecen de los fundamentos técnicos esenciales para el básquetbol.
Jackson, luego de deambular por ocho equipos distintos sin un objetivo preciso, fue rescatado por Popovich de la lista de disponible, adonde lo mandaron los Nets por su falta de entrega. A sus 21 años, Parker demostró que puede jugar en la NBA en la difícil posición de organizador, con lo que rompió un tabú referente a los jugadores europeos.
Popovich además preservó a varios veteranos para compensar la juventud de sus puntales y ayudar a Duncan, como el legendario David Robinson, el ahora cinco veces campeón Steve Kerr, Malik Rose y el poste Kevin Willis.
Robinson jugó su último torneo de la NBA y se despidió por la puerta grande. “Puedo irme tranquilo y satisfecho al retiro. Le entregué todo al equipo, sé que sin mí seguirán ganando”, expresó Robinson el día de su despedida, al finalizar el último choque de los playoffs.
La última condición para conseguir una dinastía es casi la más importante: contar con un técnico talentoso, capaz de ser a la vez entrenador, psicólogo, maestro y tutor.
Popovich ha demostrado tener madera para seguir los pasos de los legendarios Red Auerbach y Phil Jackson, únicos que han ganado nueve campeonatos de la NBA. Sin embargo, al Popo, como le dicen en confianza sus jugadores, aún le queda un largo camino por delante para igualarse a esos “monstruos” del banquillo.

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