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Importan otras cosas
Por Diego Bonadeo
Era y es un libro de incómoda lectura, pero de maravilloso contenido. Sus páginas estaban cortadas horizontalmente, y hacia la mitad del relato había que invertir la posición inicial: se seguía leyendo “al revés”. La vuelta al día en ochenta mundos fue y es un producto de culto para cincuentistas, y demás “istas” de todas las décadas siguientes. Allí, Julio Cortázar, no solamente insistía sobre su devoción por Miles Davis y sus respetos por los dos Theodor W. Adorno que conocía –el pensador alemán y su gato (el de Cortázar, al que había bautizado en homenaje)– sino también a que hace hoy ya ochenta años, en 1923 en el Polo Grounds norteamericano, cuando Jack Dempsey le ganó en histórica pelea a Miguel Angel Firpo, los argentinos empezamos a ser campeones morales de cualquier cosa. No faltará quien encuentre alguna connotación resultadista en la reflexión de Cortázar. Es que pareciera que la referencia a la campaña del combinado argentino en el camino hacia el Mundial de 2002 resulta inexorable. Dícese que por entonces –1999/2001– el equipo a cargo de Bielsa era el mejor del mundo, y como tal, gran candidato a ganar la Copa que luego se llevó Brasil. Con los mundiales como referencias, también se decía, y quizá justificadamente, que Brasil era holgadamente el mejor de 1950. Y ganó Uruguay. Que Hungría el mejor de 1954, y ganó Alemania. Que Holanda el mejor de 1974, y ganó otra vez Alemania. Y así siguiendo. Esto también es resultadismo.
Si bien es cierto que el seleccionado nacional ganó con impensable holgura la eliminatoria para el Mundial de Corea-Japón y que fue el mejor de los diez sudamericanos, de allí a pensarse a aquel equipo como algo así como el Brasil del ‘70 parece una exageración. Si un gran equipo es el que nos llena de fútbol no una tarde o una noche sino a lo largo de una campaña, el combinado nacional ganador de aquella eliminatoria cuando despuntaba el tercer milenio no daba el coeficiente para semejante calificación. Que nadie se equivoque tampoco ahora; que una victoria contra Chile o un empate que no estaba en los planes no significan nada. Lo importante será, como siempre, que en lo que venga no se traicione la historia.
Nota madre
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