Jueves, 11 de diciembre de 2014 | Hoy
DEPORTES › LA EUFORIA DEL RIVER CAMPEON DE UN NUEVO TORNEO INTERNACIONAL
Desde la tensión y la expectativa inicial hasta la vuelta olímpica arriba de un camión, el plantel, el cuerpo técnico y los hinchas vivieron una fiesta inolvidable e interminable.
Por Adrián De Benedictis
River tuvo su noche mágica. Luego de diecisiete años, sus hinchas volvieron a festejar un nuevo título internacional, el sexto en su riquísima historia. Por eso celebraron con una euforia inusitada, desde la previa hasta la entrega de las medallas, pasando por el momento cúlmine cuando el capitán Marcelo Barovero, junto a Cavenaghi, levantó la Copa y se la ofrendó a sus hinchas.
La noche de Copa se vivió de una manera muy especial en Núñez. River tuvo que esperar once años para volver a vivir las sensaciones de estar nuevamente en un partido decisivo. Por ese motivo, el público se mostró con mucha efervescencia desde muy temprano. El escenario se colmó desde casi una hora antes del inicio, y los hinchas fueron preparando el recibimiento al equipo con todo el colorido.
A los cantos en contra de Boca, su eterno rival, se le sumaron luces con las clásicas “estrellitas” a lo largo de toda la tribuna local. El adorno principal eran los telones rojos y blancos que caían de manera vertical desde lo alto de los cuatro costados. Los pocos colombianos que se ubicaron en una porción de la tribuna Centenario Alta miraban asombrados semejante espectáculo. Mientras tanto, afuera ocurría un despropósito. La policía, tratando de controlar el aluvión de gente que pretendía ingresar sobre la hora, lo hacía a trompadas y palos. No importaba que entre los agredidos se encontraran niños y mujeres.
La salida del equipo de Gallardo desde el vestuario sirvió para calmar esa situación. El humo de las bengalas y los fuegos artificiales lanzados desde afuera de la cancha decoraban uno de los momentos sublimes de la jornada.
Llegó el partido y, con ello, la tensión. Hubo momentos de euforia, de sufrimiento cuando Barovero alcanzó a desviar con un pie lo que era el seguro gol de Nacional. Pero el desahogo llegó en el segundo tiempo, cuando en una ráfaga se definió el partido con los goles de Pezzella y Mercado. Entonces fue todo celebración, recuerdos para Boca y aplausos para las figuras. El grito de “dale campeón” se transformó en el hit preferido, seguido muy de cerca por el “Muñeeee, Muñeee...” para ovacionar al padre de la criatura. Y llegó la vuelta olímpica. Y el festejo, emocionante, interminable, se extendió hasta bien entrada la madrugada. Atrás quedaron diecisiete años de espera.
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