Adherentes a cierto racionalismo suponen conducente quedarse con los efectos, sin profundizar en las causas. Algo así como que las cosas son así y no vale la pena preguntarse por qué. Desde hace ochenta años, a raíz de un torneo sudamericano de fútbol, las estadísticas nos enseñan que el arquero argentino Américo Tesoriere conservó su arco invicto a lo largo de todo el campeonato. Así fue y no se sabe demasiado más.
La medalla dorada de la Selección Argentina en los juegos de Atenas llegó con valores agregados. Muy buen juego, pese a lo discreto de la final, Carlos Tevez como goleador y el arco invicto. Como ochenta años atrás Tesoriere en el sudamericano. Pero el arquero argentino Germán Lux solamente en la final apareció como solvente y confiable. No porque en el resto del torneo no lo haya sido. Es que casi no le fue necesario.
El combinado nacional conservó el arco invicto, fundamentalmente por su permanente actitud ofensiva, por el cuidado de la pelota, por la permanente búsqueda del compañero. Salvo, y solamente de a ratos, Paraguay en la final, quienes se enfrentaron al equipo argentino tuvieron muy pocas oportunidades. No por una defensa superlativamente eficiente –que no lo fue–, sino por la falta de posesión de la pelota por parte de esos rivales. Es que si la enorme mayoría –prácticamente todos– de quienes salen a la cancha entiende cabalmente que para jugar bien al fútbol hay que jugar bien a la pelota, y esto supone, fundamentalmente, asociarse con quien tiene la misma camiseta, y como bien dice Fernando Redondo “tener huevos es pedir siempre la pelota y tratarla bien...”, no hace falta amontonar mediocampistas de marca y de recuperación. Porque si se tiene la pelota, hay que marcar sólo cuando la tiene el otro –lo menos, en tiempo de juego– y no hay nada que recuperar. Y si el doble cinco del fantástico Mascherano es el fantástico Lucho González, alcanza y sobra. Siendo así, que el otro tome las precauciones tal como reclaman desde siempre –y se espera que no más– los sumos sacerdotes de la menesterosidad futbolera.