Mié 05.11.2003

DISCOS  › MICHAEL BRECKER Y JOE LOVANO EDITARON NUEVOS CD

El regreso de los dos tenores

Son los saxofonistas más importantes de su generación. En sus últimos discos, como en sus carreras, hay similitudes y diferencias.

› Por Diego Fischerman

Uno nació en 1949 y el otro en 1952. Ninguno de ellos es oriundo de Nueva York. Michael Brecker, el mayor, es de Philadelphia, Pennsylvania, y Joe Lovano de Cleveland, Ohio. Son los saxofonistas de jazz más importantes de su generación, están entre los que crearon en su instrumento los estilos más reconocibles después de Wayne Shorter y constituyen dos de las caras posibles de lo que habitualmente se llama la escena de la Costa Este, cuyo epicentro es, precisamente, Nueva York. Sus carreras comenzaron casi al mismo tiempo y tienen tantas similitudes como diferencias. Ambos acaban de publicar sus últimos CD, en los dos casos se trata de grupos grandes (Brecker con una orquesta de quince integrantes y Lovano con un noneto) y, allí también, ver lo parecido permite identificar lo distinto.
Lovano no ha tocado, por lo menos hasta donde se sabe, con músicos que no sean de jazz ni en contextos que no estén claramente asociados al género. Brecker grabó, entre otros, con John Lennon, Carly Simon, Joni Mitchell, Paul Simon (con quien una vez llegó de gira a Buenos Aires, para tocar en la cancha de River), Dire Straits, Steely Dan y Eric Clapton. Su primer proyecto autónomo, The Brecker Brothers (fundado junto a su hermano, el trompetista Randy) estaba, además, más cerca del soul y el funk que del jazz clásico. Los dos tocan magníficamente y sus estilos derivan (aunque de maneras diferentes) de distintas características del estilo de John Coltrane. En sus últimos discos, sin embargo, la referencia casi inevitable es otra: Charlie Mingus. En On This Day at The Village Vanguard (Blue Note), uno de cuyos arregladores es el también saxofonista Steve Slagle (orquestador de la Mingus Dinasty), Lovano parece continuar la línea del Mingus más ellingtoniano. En Wide Angels (Verve), de Brecker (que llegó a tocar con Mingus y participó del legendario álbum Mingus, de Joni Mitchell), el Mingus presente es el de los workshops; el de esas sesiones casi experimentales en las que se unía a Teo Macero y John La Porta. Ambos discos son extraordinarios y están entre lo mejor de la carrera de cada uno de ellos.
En el caso de Brecker, que después de un inicio solista espectacular –con el disco Michael Brecker, editado originalmente por MCA– tuvo poco para mostrar por debajo de una de las técnicas más deslumbrantes de las que se tenga memoria, resulta relevante el dato de que éste es un álbum de tesis, alejado del piloto automático. En su CD anterior, donde compartía la titularidad con el contrabajista Charlie Haden, los hollywoodenses arreglos de Alan Boroadbent eran capaces de desdibujarlo todo. Aquí las orquestaciones son del propio Brecker y del excelente Gil Goldstein (que tocó en Buenos Aires como parte de la banda de Pat Metheny).
El grupo integrado por Alex Sipiagin en trompeta, Robin Eubanks en trombón, Peter Gordon en corno, Steve Wilson en flauta, Iain Dixon en clarinete y clarinete bajo, Charles Pillow en oboe y corno inglés, Adam Roger en guitarra, John Patittucci en contrabajo, Antonio Sánchez en batería, Daniel Sadownick en percusión y un cuarteto de cuerdas, funciona siempre como contrapunto de la línea protagónica de Brecker, y las frases angulares, rítmicamente asimétricas y frecuentemente disonantes del saxofonista, encuentran en la escritura orquestal un correlato exacto.
La banda de Lovano (y el criterio de orquestación) es algo más tradicional. La sección de bronces está integrada por saxos (Slagle en alto, tres tenores en manos de Lovano, George Garzone y Ralph Lalama y, en barítono, Scott Robinson), trompeta (Barry Ries) y trombón (Larry Farrell) y base es de lujo: John Hicks en piano, Dennis Irwin en contrabajo y Lewis Nash en batería. Para comprobar que se trata de un gran disco de jazz alcanza con la versión de “Laura”, donde el tema no es tocado literalmente en ningún momento y la manera en la que Lovano primero y la banda después lo bordean, una y otra vez, es magistral.

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