DISCOS
Instantáneas para el viaje personal de Charly García
“Rock and roll Yo”, su flamante cd, puede entenderse como la expresión visceral de su mundo privado, desde donde proyecta su leyenda en forma de canciones distorsionadas.
› Por Esteban Pintos
Charly García es el gran inimputable del rock argentino. Vive de una leyenda construida a los revolcones, saltos, guitarrazos y grandes canciones durante más de tres décadas de vida rocker: todo en él se magnifica y potencia, hasta hoy, cuando su talento parece extinguirse lenta pero inexorablemente. Pero en realidad lo que hoy importa de Charly García es otra cosa. Siendo un latido de marca registrada en la vida social argentina, cada paso artístico que da refuerza la idea de la performance en presente continuo que ejecuta con tozudez y omnipotencia (he ahí parte de la explicación para su famoso “concepto constante”).
Cada nuevo disco suyo, entonces, es apenas la instantánea de un momento en su propio mundo, que a veces –lisa y llanamente– transcurre y es visto así, todo distorsionado, desde el piso que habita en una tradicional esquina de Palermo. E incluso y más extremo, desde una habitación de ese piso. Su nuevo cd, que acaba de editarse, titulado significativamente Rock and roll Yo, permite jugar con la idea del viaje desde y hacia un infierno –personal, nacional, global–, en esa travesía del capitán Willard en busca del coronel Kurtz, eje del relato de la extraordinaria Apocalipsis now de Francis Coppola. García es, en este juego, Willard y Kurtz. Es quien parte hacia ningún lugar y lo sabe pero igual sigue para adelante. Y también quien espera en su ghetto de locura después de haberlo visto todo (el horror y mucho más). Este disco, entonces, debe ser entendido como un fragmento del relato de una travesía dolorosa, visceral. Esa “locura”, traducida en el sonido ensuciado a propósito de todos sus discos de los noventa y lo que va de esta primera década del nuevo siglo, repleto de sirenas, restos de películas, voces exóticas y demás retazos sonoros, da testimonio del infierno privado del artista. Su voz, resquebrajada con el paso del tiempo, es un efecto sonoro más. Así es que impresiona escucharlo en los primeros versos de “Dileando con un alma (que no puedo entender)”, la canción que abre Rock and Roll Yo.
Durante años (sus mejores años), Charly García cargó y descargó buena parte de las particularidades, taras y obsesiones propias de una sociedad enferma en forma de canciones que describían, con precisión quirúrgica, eso que estaba pasando: resuenan a lo largo del tiempo frases y sentencias propias de su inspiración y poder de resumen. Piénsese, si no, en el significado concreto –pasado el tiempo, además– y adaptada a la realidad argentina de una frase como “Todo se construye y destruye tan rápidamente, que no puedo dejar de sonreír” (de “Parte de la religión”, 1987). Esa antena conectada con privilegio satelital y apuntada directo al “ser nacional” redundó en varias de las más grandes obras de la música popular de los últimos treinta años.
“Soy un vicio más” alertó en su anterior disco, no casualmente titulado Influencia. Aunque la influencia de García en la vida cotidiana de los argentinos no podría comprobarse en porcentajes de adhesión y/o aprobación, basta con repensar su rol como agitador cultural-social. Ya no es un músico apenas, ni siquiera un artista. Desde su mirada distorsionada de esa Argentina que lo idolatra, idealiza, desprecia o sentencia –según la ocasión–, da cuenta de un estado de las cosas. Muchas veces, la mayoría en los últimos diez años, esas canciones concebidas en el concepto constante hacen ruido. Desentonan con lo que cabría esperar de su obra y su estatura. Ya no importa si las compone, o las versiona (en este disco, hay dos de ellas, una de Michael Brown, otra de Stevie Wonder). Las hace suyas. El zapping mental en el que parece vivir sus días se traduce en la repetición: “Asesíname” y “V.S.D.”, se presentan en dos formatos cada una, conectadas por una sucesión sonora que rechaza cualquier estilización. En este disco se potencian además por una manera contundente de tocar rock de guitarra, bajo y baterías estridentes. Todo suena así, grandilocuente y pesado. Ese es el “rock and roll Yo” de Charly García. En esta Buenos Aires, esta Argentina, en noviembre de 2003.