DISCOS › VAN MORRISON SE ESTRENA EN EL SELLO BLUE NOTE
Entre Belfast y San Francisco
Pertenece a la tradición de los songwriters norteamericanos. Toca con músicos de jazz y hace rhythm & blues. Pero es irlandés.
Por Diego Fischerman
Van Morrison no es un músico de jazz. Sin embargo, su último disco fue editado por uno de los sellos históricos del género, Blue Note. Y a mediados de la década de 1990 había sido publicado por otra marca asociada al jazz, Verve. Más bien, su elusivo arte se entronca, como el de Tom Waits, en una tradición sumamente norteamericana, la del songwriter que parte del blues y el folklore sureño, pasa por el rhythm & blues à la Ray Charles y desde allí coquetea con sonidos, arreglos e instrumentistas de jazz. Con Van Morrison hay un único problema: es irlandés. Como Mark Knopfler (un judío escocés), es de esa clase de británicos capaces de ser mejores norteamericanos que ellos mismos. Salvo por el hecho, muy poco relacionado con el blues, de festejar la llegada del verano a Inglaterra y reflexionar acerca de los prados donde T. S. Elliot leía a Yeats. O, en este excelente último disco, de citar a Dante en medio de una canción acerca del significado de la soledad.
Nacido en Belfast en 1945, fue bautizado George Ivan por su madre, una cantante de jazz, y su padre, un trabajador del puerto que les compraba discos de blues a los marineros –dicen que su colección fue una de las más importantes de Irlanda–. De niño aprendió a tocar guitarra, armónica y saxo alto, que son los tres instrumentos que suele usar en discos y actuaciones en vivo. A partir de los 11 años entró en grupos de skiffle —el antecedente británico del rock’n roll–. Después formó parte de los Monarchs y, fundamentalmente, de Them, el grupo con el que grabó una serie de hits a principios de los sesenta (ente otros Baby Please Don’t Go, Here Comes the Night y el archifamoso Gloria). Después de la separación de Them, en 1967 Morrison grabó su primer álbum solista en los Estados Unidos y consiguió un gran éxito con Brown Eyed Girl. De ahí en adelante, profundizó en el rhythm & blues, el blues y el jazz. Y en los últimos años alternó esos géneros con una versión muy sui generis del fol- klore irlandés. Entre aquellos con los que tocó y grabó se destacan The Band (en Cahoots y también en The Last Waltz), John Lee Hooker, Mose Alison, Georgie Fame, Lonnie Donegan, Chet Baker (hay un extraordinario video de los dos junto a Elvis Costello en el Ronnie’s Scott), Gil Evans (el famoso director de orquesta y orquestador de obras maestras como Miles Ahead, de Miles Davis), The Chieftains (en varios discos), The Crusaders, Tom Jones y, ahora, el clarinetista Acker Bilk, una de las glorias del viejo dixieland británico.
What’s Wrong With This Picture? es, como casi todos sus otros discos, tan único e inconfundible como absolutamente igual al modelo Van Morrison. El secreto tal vez esté es su voz sólo aparentemente desganada, en la densidad que logra imprimirles a ciertas palabras y en la exacta combinación entre pulcritud y rugosidad de los arreglos. Pero lo cierto es que, como en Astral Weeks (1968), Moondance (1970) o Back On Top (1996), aquí logra una especial coherencia entre las letras, las melodías y las orquestaciones. La que da título al disco y Meaning of Loneliness son canciones dignas de cualquier antología y las dos versiones de temas clásicos (St. James Infirmary, una canción tradicional que Louis Armstrong hizo suya y Stop Drinking, de Lightnin’ Hopkins) aportan novedad e interés aun teniendo que medirse con contendientes como Armstrong.
“Es como lo que dice el antiguo proverbio”, asegura Morrison acerca de las influencias en este disco. “Es como dijo el filósofo, hay que seguir al corazón. Es tan simple como eso. Hacer lo que uno quiere y poder estar seguro de que nos gusta lo que estamos haciendo. Durante mucho tiempo no fue tan simple. Pero ahora he logrado hacer lo que quiero y proceder a partir de allí. Es algo que está delante de nuestras narices. No pienso en las influencias antes de hacer una canción. Simplemente, las influencias están allí.” Considerado, junto con Ray Davies, Richard Thompson y ElvisCostello, uno de los más importantes compositores de las Islas Británicas, Morrison responde más a un lugar imaginario entre Belfast y San Francisco que a la intención de marcar fidelidades patrióticas. La prueba es la imaginería mitológica –raras veces referida a la propia Irlanda– de muchas de sus letras. A pesar de ello, hay un cierto swing de Belfast en su manera de cantar y en Irlanda se lo nombra como el clásico nacional por excelencia.