ECONOMíA › LA RELACION CON EL FONDO DESPUES DEL VIAJE
Vivir con el default
El regreso sin gloria de Washington del ministro Roberto Lavagna no fue un “fracaso”. Fue una nueva señal de que algo cambió en la relación con el Fondo Monetario Internacional. Y este cambio es que los plazos perentorios se terminaron. El FMI sabe que la Argentina no pagará el 14 de noviembre y la Argentina sabe que no recibirá dinero del FMI. El resto son sólo gestos y diplomacia. El vicejefe de Gabinete, Eduardo Amadeo, consideró que si bien el país se encuentra en la etapa final del acuerdo, no puede aceptar medidas que, una vez más, resientan los leves indicios de recuperación de la actividad económica.
Se podría argumentar, como sostienen algunas voces interesadas, que el default con los organismos es un nuevo paso hacia el desastre final, pero lo cierto es que nadie muere en la víspera y el default, si el FMI no refinancia, ya está decidido. No por ningún convencimiento de salirse de las reglas del juego, sino porque Lavagna considera que, para mantener el inestable equilibrio alcanzado en los últimos meses, es indispensable no seguir perdiendo reservas como sucedió a comienzos de su gestión. En este marco, el acuerdo que podría conseguirse con el Fondo sólo significaría “condicionalidades versus refinanciación de vencimientos”. Además, según argumentan desde el equipo económico, muchas de las condicionalidades conducirían a frenar la tenue recuperación experimentada por algunos sectores. En esta dinámica, un acuerdo sólo podrá alcanzarse si es razonable para ambas partes.
La actitud de los negociadores argentinos, según resumió uno de ellos a este diario, es que “la situación interna está razonablemente bajo control y recuperamos la capacidad de negociar”. Pero es precisamente esta “tranquilidad” de la Argentina la que parece difícil de digerir para los negociadores del FMI, más acostumbrados a tratar con países urgidos por la inminente debacle –y con funcionarios que, por ello, están dispuestos a aceptar todos los condicionamientos– que con Estados en los que la debacle ya ocurrió. Y aunque los técnicos del Fondo no abandonen la lógica de obtener todo lo posible antes de firmar, la cuestión principal no depende ahora de quienes se sentaron a la mesa de Washington, sino del Poder Judicial argentino. Se trata de que la Corte Suprema frene el drenaje de los fondos en poder de los bancos a través de los amparos. Y la Corte, según parece, tampoco estaría muy urgida para tomar decisiones.
Mientras tanto, la búsqueda de acuerdo se mantiene en el plano de las declaraciones de buena voluntad. Para Eduardo Amadeo, la Argentina se encuentra en la “etapa final” de las negociaciones, pues es necesario definir qué pasará con los inminentes vencimientos. No obstante, el funcionario agregó que desde el Fondo se “exigen reformas más profundas y más rápidas, pero nosotros decimos que la estrategia (llevada adelante hasta ahora) nos dio un buen resultado, que tenemos que privilegiar los equilibrios económicos pero también los sociales”. “La política que venimos aplicando está empezando a dar resultados. La economía se está ordenando, las expectativas de la gente están mejorando y ha parado la caída del empleo”, argumentó. Por eso, “no hay mejor garantía para que la Argentina cumpla con sus obligaciones que mantener esta política”. Y aunque “el FMI diga que no es suficiente, que hay que profundizar el ajuste en algunas áreas, nosotros decimos que esto nos va a llevar a retroceder y la situación económica y social se va a hacer inmanejable”, concluyó.
Para el propio Roberto Lavagna la opción de no deshacerse de reservas para afrontar pagos externos no debe ser considerada como “un acto de presión” para que el FMI cierre un acuerdo, ya que se trata de una circunstancia que “obedece a la realidad económica del país”. Al parecer, el próximo 14 de noviembre nadie girará al Banco Mundial los 850 millones de dólares prorrogados en octubre. En el mejor de los casos, las esperanzas están puestas en un crédito puente que otorgaría el gobierno de Estados Unidos, pero en Economía, a pesar de los rumores que se escucharon en Washington, dicen que “de eso no hay nada”.