Martes, 18 de mayo de 2010 | Hoy
ECONOMíA › OPINIóN
Por Moisés Resnick Brenner *
La información proveniente desde Roma, sobre la protesta de un grupo minúsculo de bonistas italianos calificando a la oferta argentina del canje como “una nueva estafa”, obliga a repasar, una vez más, el origen de estas operaciones y lo que significa comprar bonos a precio vil para, después, pretender el pago del valor base. Una práctica habitual de los fondos buitre.
Esos inversores hoy se quejan a nuestro país, pero olvidan que los bonos no los compraron en las embajadas argentinas en el exterior, sino en las oficinas de bancos y brokers que prometían rendimientos cuatro o cinco veces superiores a los que se pagaban en el mundo. Con dicha acción, asumían un “riesgo moral” (moral hazard), percibiendo por ello un premio, una prima compensatoria de ese riesgo. Y como dijo el doctor Eduardo Melinsky, investigador de la Facultad de Ciencias Económicas, “quien cobró una prima de riesgo tiene que hacerse cargo del siniestro”. O reclamar a quienes le recomendaron la compra, podríamos agregar.
Pero hay un corresponsable de estas fallidas inversiones: el FMI, que avaló las distintas reprogramaciones y emisión de deuda, dando la famosa “luz verde” para que bancos y brokers colocaran bonos que, por un lado, perjudicaron a los inversores de buena fe y, por otro, agravaron la situación que llevó a la debacle de fines de 2001.
Cabe recordar que el francés Dominique Strauss-Kahn, unas semanas antes de ser designado director gerente del FMI, estuvo en Buenos Aires entrevistándose con autoridades del Poder Ejecutivo y el Banco Central. Manifestó en esa oportunidad que “en la Argentina hay muchas personas que consideran que el FMI es el Diablo, y tiene buenas razones para pensar así”. Admitió, además, que “la intervención que ha tenido el FMI en los temas particulares de la Argentina fue catastrófica y dejó consecuencias terroríficas sobre la vida de millones de personas”. A confesión de parte...
El reconocimiento de los perjuicios ocasionados implica la obligación de reparar los daños causados por la corresponsabilidad que le cupo al FMI durante los pasados treinta años. En ese período, la entidad defraudó a la comunidad internacional cuando, a pesar de que los índices de solvencia y liquidez surgidos de los balances de la Argentina mostraban una insolvencia financiera grave, seguía dando su famosa luz verde para que bancos y brokers de todo el mundo siguieran operando con los bonos del país. Numerosos inversores fueron arrastrados a las pérdidas ya conocidas porque el FMI decía que todo estaba bien, cuando todo estaba mal.
Un marco de origen que es bueno recordar y que podría dotar a nuestros funcionarios de elementos aún no usados en la negociación.
Presidente de la Comisión de Economía del Centro Argentino de Ingenieros.
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