A través del flamante ministro de Finanzas, George Osborne, Gran Bretaña anunció ayer un drástico plan de ajuste que implica recortes de gastos por 10.790 millones de dólares en el presupuesto en curso. Esa merma involucrará desde los viajes de funcionarios públicos a planes de asistencia a recién nacidos y eliminación de empleos estatales. De esta manera, el gobierno del conservador David Cameron tomó la misma senda que las administraciones de Grecia, Rumania, España, Portugal y Alemania, que ya hicieron públicos sus programas de austeridad.

“Heredamos una terrible situación económica y vamos a corregirla”, explicó el flamante ministro de Economía, sugiriendo que los recortes están básicamente fundados en la necesidad de emprolijar las cuentas que habría desbaratado la gestión del ex primer ministro Gordon Brown. En rigor, la medida británica tiene por finalidad cerrar una brecha fiscal equivalente a casi el 12 por ciento de su PBI y que, en gran medida, se ha generado por la decisión de volcar recursos públicos al salvataje de los bancos. El cuadro se completó con una caída en los ingresos provocada por un parate en la actividad económica que afectó la recaudación de impuestos.

El propio Cameron se pondrá a la cabeza de ese programa austero, según promete, aunque sus “gestos” no sean más que la forma de disimular las verdaderas privaciones que hará sufrir a personas en situaciones difíciles. El primer ministro se mudará con su familia a un departamento de dos dormitorios e instará a todos los funcionarios a viajar en medios de transporte públicos. Amén de recortar de modo dramático los viajes y viáticos para aquellos desplazamientos que queden en pie.

“Si fracasamos en reducir el déficit que heredamos del anterior gobierno, las consecuencias serán desastrosas”, sentenció el ministro Osborne, quien prometió no bajar el gasto en educación básica, defensa y salud, y consideró que los recortes instrumentados eran “escenciales”. “Mi trabajo es asegurar que este país puede vivir dentro de sus posibilidades, porque hemos heredado el mayor déficit presupuestario en Europa como gobierno recién asumido”, se quejó.

Sólo una porción minoritaria del ahorro que Gran Bretaña aspira a conseguir con este programa se destinará a estimular la economía. El grueso se dedicaría a pagar deuda. El ministro de Economía fue acompañado por el viceprimer ministro, el liberal-demócrata David Laws, quien advirtió que los británicos tienen que prepararse aun para “muchas decisiones duras”, sugiriendo que éste puede ser sólo el comienzo de un proceso de recorte de gastos más pronunciado, que podría ser coronado con una suba de impuestos.

Para instrumentar el ajuste, el gobierno presentará el próximo 22 de junio un presupuesto de emergencia, que incluya las correcciones anunciadas y que ya generaron resistencia del sindicato de los empleados públicos, Unison. Su vocera advirtió que “los pobres, los enfermos y los vulnerables serán los que sufran y la medida sólo prolongará la recesión”, orientando el debate hacia un punto neurálgico: en qué medida los ajustes no son la nafta que aviva el fuego en situaciones recesivas.