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El ministro de Economía, Roberto Lavagna, finalizó su conciliadora visita a los Estados Unidos con un discurso ante la Cámara de Comercio, donde fue seguido con atención por empresarios y financistas de Wall Street. Allí, además de repasar el cumplimiento de las metas acordadas con el Fondo Monetario Internacional y de reiterar las señales de recuperación de la economía argentina, recordó las percepciones erróneas que desde los centros del poder financiero internacional se tuvieron de la Argentina, tanto antes de la crisis como después. En su repaso, Lavagna mostró que los vaticinios no se cumplieron y pidió por ello que en adelante “analicen la realidad argentina con menos prejuicios”. En posteriores declaraciones afirmó que la renegociación de la deuda en default con los acreedores privados comenzará en “8 o 9 meses”. En el almuerzo que mantuvo con Horst Koehler y Anne Krueger pidió que el Fondo le diera margen de maniobra al nuevo gobierno que surja de las elecciones del 27 de abril.
En su discurso ante la Cámara de Comercio estadounidense Roberto Lavagna fue diplomático. Las señales de aceptación de las recetas clásicas del organismo fueron prolijamente enumeradas al principio, uno a uno y con detalle, para que suenen como música en los oídos el auditorio. Dijo que se habían superado las metas de superávit fiscal de enero, que el crecimiento de la recaudación fue record, que se pagaron los compromisos caídos con los organismos y que el ajuste está llegando a las provincias. También, que se aumentaron las tarifas de los servicios públicos privatizados y que el proceso continúa. Además, todo sucede en un marco de recuperación de la economía caracterizado por el crecimiento del Producto en los últimos tres trimestres y el aumento de la producción industrial.
Hasta este punto, el discurso de Lavagna no se diferenciaba de ninguno de los tradicionales repasos que suelen hacer los ministros de Economía de los países periféricos. Pero al momento de las consideraciones finales Lavagna decidió reforzar sus conceptos describiendo los esfuerzos que había realizado el país y la incomprensión de los organismos internacionales y de Wall Street.
Sobre la incomprensión dijo que “fueron increíbles las percepciones erradas sobre la Argentina fuera del país”. Desde 1995 el Producto Bruto Interno de la Argentina se contrajo en dos de cada tres trimestre y “sin embargo” los organismos multilaterales y Wall Street continuaron prestando dinero. Cuando “explotó” la crisis en diciembre de 2001, recordó, estos mismos actores se cruzaron de vereda y proyectaron un caos económico con cierres de bancos e hiperinflación incluida, “lo cual tampoco sucedió”.
Los esfuerzos, claro, fueron los pagos netos a los multilaterales, que el ministro situó en 4500 millones de dólares. “Me pregunto si existe otra experiencia en la historia económica mundial reciente de una economía que haga pagos a las instituciones financieras internacionales casi 3 por ciento de su PBI cuando está en caída libre”, describió.
Por eso, agregó el titular del Palacio de Hacienda, “es que a veces creemos injustas algunas ideas que señalan que Argentina estaba chantajeando a las instituciones financieras”. “Argentina no estaba chantajeando; estaba preparada a cumplir con sus compromisos”, agregó.
El ministro concluyó con el mismo pedido que le hizo a la dupla KoehlerKrueger durante el almuerzo compartido ayer. “Ya no negocio, ni estoy pidiendo nada más (...) en pocas semanas volveré a la actividad privada”, sostuvo. “El mensaje que estoy tratando de dejar es pedir que ustedes comprendan la situación argentina con menos prejuicios, enfocando la realidad para dar a la nueva administración espacio suficiente para empezar con una hoja en blanco”, concluyó. Sin embargo, mal que le pese al ministro, la hoja no estará en blanco, sino sobrecargada en el “debe”.