ECONOMíA › TREPADA SIN TECHO DEL ORO Y CRISIS DE HEGEMONIA DEL DOLAR
La escalada del oro empezó hace diez años. Pero a diferencia de otras anteriores, el salto actual arrastra señales de un fin de época. Consecuencias de las que Argentina no está exenta.
› Por Raúl Dellatorre
De los dos flancos por donde puede llegar el contagio de la crisis, el comercial y el financiero, el segundo es el más preocupante para Argentina. Algunos hechos de las últimas semanas corroboran que la sombra de una nueva etapa recesiva avanza sobre las cabezas de los principales líderes mundiales. En América latina, el encuentro de ministros y jefes de bancos centrales de la Unasur es una demostración de que la amenaza no les pasó inadvertida. Pero la coordinación de políticas que está en elaboración podría no ser suficiente si sólo contempla defensas comerciales. En tal sentido, hay referencias de que la actual trepada del oro podría ser algo más que la búsqueda de refugio por parte de los inversores, sino el primer síntoma de la debacle de un sistema financiero que todavía nos tiene a todos como socios solidarios en las pérdidas.
La diferencia entre un impacto por vía comercial y otro por vía financiera está dada, entre otras particularidades, por la inmediatez que por ejemplo tiene una corrida contra los bonos de deuda o la moneda de un país, con respecto a un proceso mucho más paulatino que genera una caída en el comercio mundial o de la demanda de determinados productos (materias primas agrícolas, por ejemplo, para citar el rubro de mayor sensibilidad para Argentina). En este sentido, una violenta caída en los precios de las materias primas exportables, por caso, debería ser considerado dentro del flanco financiero, ya que los eventuales movimientos bruscos en dichos valores sólo pueden ser atribuidos a factores especulativos, hoy dominantes en esos mercados.
El ascenso del precio del oro con respecto al dólar no se inició con la crisis de las hipotecas “subprime” de Estados Unidos de 2007/2008, sino mucho antes, en la primera mitad de 2001. Y desde entonces ha seguido una secuencia lógica que, los más estudiosos, comparan con el salto del valor del metal en los años ’70, encontrando más de un factor de inestabilidad común a la etapa actual. Entonces, como ahora, la explosión o “burbuja” del precio del oro se desarrolló en tres etapas.
La primera se caracteriza por compras gradualmente crecientes, que va llevando a un paulatino crecimiento del precio, repuntando de su anterior estancamiento. En el ciclo anterior, esta etapa transcurrió entre 1971 y 1974, en el que se elevó el precio de la onza de menos de 50 dólares a más de 100 hacia el final. En el ciclo actual, se inició a principios de 2001 y fines de 2005, que lo llevó de poco más de 250 dólares a un valor cercano a los 500 dólares.
La segunda etapa es la de la expansión del mercado (según la describe Jorge Beinstein, economista argentino, en un trabajo no publicado escrito en 2007), que lleva al mercado del oro a ser uno de los centros de la especulación mundial. “Los grandes inversores intervienen cada vez más activamente, el precio sube a mayor velocidad, pero existe todavía una opinión mayoritaria afirmada en la creencia de que la situación está bajo control.” Ocurrió entre 1974 y 1978 (el oro pasó de 100 a 180/200 dólares la onza), y podría señalarse que se reprodujo entre 2006 y 2008/2009, cuando aún el valor de 1000 dólares se estimaba como un “techo”.
El paso a la tercera etapa es veloz y se caracteriza por el contagio de la manía especulativa a vastos sectores económicos, incluidos pequeños y medianos especuladores. “En cierto momento, a causa de factores económicos o políticos que provocan mayor incertidumbre, cunde el pánico y el precio comienza a subir alocadamente, fuera de todo control.” Fue lo que sucedió en 1980, cuando después de superarse “el techo” de 400 dólares, las postas de los 500 y los 600 se traspasaron en cuestión de semanas, casi imperceptiblemente. El delirio duró unas semanas, pero luego el mercado se acomodó y renació la calma en valores “más razonables y perdurables”, en torno de los 400 dólares. Tras la actual carrera que ya pasó los 1870 dólares, ¿volverá a ocurrir lo mismo?
Hay razones para sospechar que las cosas están más complicadas que en la salida del anterior ciclo. Los estudiosos apuntan: la desconfianza actual no es sólo respecto del dólar, sino de un conjunto de monedas de referencia (euro, yen). La capacidad de los grandes bancos centrales de manipular la cotización, mediante sus intervenciones en el mercado del oro, esta vez se agotó mucho más rápidamente. Peor aún: un enorme abanico de países, China y Rusia incluidos, están transformando parte de sus reservas en dólares al oro, para proteger su valor, lo que los convierte en demandantes y no neutralizadores del mercado.
¿Será el final del juego, como pronostican otros analistas? ¿Es decir, la crisis general del sistema monetario mundial y la hegemonía del dólar? Parece muy audaz mientras no haya sistema de reemplazo a la vista. Pero, sin llegar a tanto, el pronóstico es preocupante y pinta un panorama de fuertes turbulencias de aquí hasta que se defina ese final del juego. Exportadores de materias primas, países que operan en el área dólar y otros ligados al sistema financiero mundial de distintas formas deberían estar preparados para la aparición de nuevas complejidades, ante las cuales no hay blindaje que valga.
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