Lunes, 23 de enero de 2012 | Hoy
ECONOMíA › TEMAS DE DEBATE: LAS PERSPECTIVAS DE EUROPA Y DEL SISTEMA FINANCIERO
Los problemas económicos en el Viejo Continente son cada vez más graves. Los autores coinciden en ese punto, pero dan explicaciones distintas y hasta contrapuestas sobre las causas y posibles soluciones, en particular en relación con la desregulación financiera.
Producción: Tomás Lukin
Por Andrés Lazzarini * y Margarita Olivera **
La profundización de las medidas de ajuste y las políticas neoliberales recientemente anunciadas por la Unión Europea no parecen ser otra cosa que una sentencia de muerte, al menos para las economías más débiles de la región. Es difícil imaginar que tasas de desocupación del orden del 10 por ciento a nivel UE, que llegan a 22,9 por ciento en España, 18,8 en Grecia y 14,6 en Irlanda, puedan revertirse con medidas como el achicamiento del Estado, ajuste salarial, precarización del empleo y políticas de déficit cero. Más aún, el viraje hacia la derecha por parte de los nuevos gobiernos de la región da la pauta de que se continuará por este tortuoso camino.
La UE justifica las medidas sosteniendo que el problema de la crisis yace fundamentalmente en la esfera financiera de la economía y que, por ende, el endeudamiento y el gasto de los países son el mal a combatir. Sin embargo, no consideran mínimamente el carácter real que encierra la crisis en la región y que parecería signar su futuro económico.
Se trataría del viejo y conocido problema de la realización del excedente de producción, según el cual parte de la producción no puede ser vendida debido a la insuficiencia en la demanda agregada. La tendencia a la baja en los salarios en las últimas décadas (al menos en los sectores no exportables), profundizada por políticas distributivas regresivas y disminución de las políticas del Estado benefactor, se conjugó con la pérdida de la riqueza acumulada (ahorros) por parte de las familias debido al colapso financiero internacional que aún hoy sigue en curso.
Mientras que para suplir los ingresos corrientes faltantes y seguir consumiendo se venden las joyas de la abuela, parte del valor de esas joyas se reduce día a día por efectos del colapso financiero (por ejemplo, los títulos públicos). Por esto no se puede suponer que únicamente con medidas de regulación del sistema financiero mundial se pueda resolver la crisis. Para poner un coto a la recesión va a ser necesario apuntalar la demanda agregada, y así aumentar el empleo y el consumo.
Sin embargo, habría que ver hasta qué punto políticas que incentiven la demanda agregada no chocan con los intereses de los grupos económicos de poder. Una nueva “época dorada”, como aquella caracterizada por las políticas keynesianas en tiempos de la segunda posguerra, no parecería ser hoy factible, sobre todo si tenemos en cuenta la dirección que está tomando el paquete de medidas que plantea la UE para salvar a la región. En pos de mantener la existencia del euro, la obsesión por parte de la Comisión Europea de contener los niveles de endeudamiento y achicar el Estado para reducir el déficit está en los antípodas de lo que significan políticas de demanda expansiva.
En la nueva versión del Tratado de Maastricht (borrador del 10 de enero) se estipula que la deuda externa no deberá exceder el 60 por ciento del PIB y que el déficit no podrá superar el 0,5 por ciento del PIB; en el caso de ser buenos alumnos y mantener bajo el endeudamiento, el déficit podría llegar al 1 por ciento.
En efecto, volviendo a nuestro principal argumento, si el problema para el sistema es la venta de los productos excedentes (una vez descontados los salarios y la reposición del capital utilizado), entonces será el mercado externo la vía probable de realización, como señalara Michal Kalecki. Así, los grandes de Europa (especialmente Alemania) encontraron en la periferia europea el mercado externo de sus excedentes. Excedentes enormes explicados también en parte por la moderación salarial reinante en las últimas décadas. Por otra parte, desde el punto de vista de los países periféricos de la UE, el chaleco de fuerza de la moneda única les ha impedido ser competitivos en el mercado exterior, y el único modo de sostener el euro ha sido mediante crecientes niveles de endeudamiento a altas tasas de interés. Práctica que claramente beneficia a la gran banca europea. Las finanzas, entonces, no han estado “descontroladas” sino que más bien han sido funcionales a un modelo neomercantilista que le ha permitido al “núcleo” europeo poder seguir colocando sus excedentes. Lo que emerge no es entonces que las finanzas en sí mismas estén enfermas sino la propia dinámica de un sistema perverso que está llevando a la ruina a gran parte de la población en beneficio de algunos Estados poderosos y sus bancas. Por ello, regular las finanzas o salvar a los bancos nunca será la solución al problema de fondo. El objetivo de la política económica debería ser salvar a la gente, para así poder salvar a la economía.
* UBA-Conicet.
** Unsam-Conicet.
Por Pablo Bortz *
Los titulares económicos se enfocaron últimamente en Europa, pero pocos alertaron acerca de otras fragilidades del sistema financiero global. La crisis europea es apenas otra carta en un castillo de naipes: la caída de cualquiera puede provocar el colapso de toda la construcción, tal como hace tres años. Y la mayoría de las cartas en la base de este castillo están vinculadas con la desregulación financiera y la laxitud regulatoria. Los factores que causaron el colapso de 2008 siguen ahí. Y la atención se ha desviado hacia un centro que no había atraído las miradas en este esquema, hasta ahora: Londres. La permisividad regulatoria, la cooptación de los reguladores y la libertad de acción no existen en otro lado como en la City.
Un reciente estudio del FMI trata sobre ello, a través de un canal específico: una práctica llamada re-hipotecación. Un fondo toma un préstamo, compra unos activos que pueden ser usados como garantía para el préstamo, y el prestamista a su vez usa esa garantía para sacar otros préstamos y así sigue la cadena. Los préstamos son el lubricante del sistema financiero, y mientras estén regulados correctamente, y con una vigilancia efectiva, los problemas serían menores. Por ejemplo, normas sobre la cantidad de plata que se puede “re-hipotecar”, o distinguir entre la plata propia del fondo y la plata de los clientes. En el Reino Unido no existen tales regulaciones.
Así, muchos bancos y fondos ponen subsidiarias en Londres, transfieren dinero y activos desde Estados Unidos y pueden re-hipotecar sin límites. Y pueden usar para ello tanto el dinero tomado con deuda perteneciente al propio fondo como el de los inversores, ya que ahí no corre la separación de cuentas. Todo esto lleva a un incremento del “apalancamiento”: el sistema financiero británico debe el doble que el norteamericano en términos del PBI. El FMI estimó en 6 billones de dólares a fines de 2010 esta cadena de endeudamiento.
¿Cuáles son los peligros? ¿Cómo juega Europa en esto? En primer lugar, la calidad de los papeles que se compran con los préstamos y que son usados como garantía a lo largo de la cadena. Esos papeles son, entre otros, bonos de deuda europea. El Banco Central Europeo, al negarse a financiar a los gobiernos –algo que hicieron todos los bancos centrales desde su aparición con el Banco de Inglaterra—, ha deteriorado la calidad de esas deudas y bajado la cantidad de activos “seguros”, erosionando la calidad de las garantías y llevando a otro “momento Lehman”.
¿Por qué podría romperse la cadena? En Estados Unidos se aprobó una ley en 2005 (y hay leyes similares en otros países) que permite a los tenedores de esta clase de deudas y otros papeles, de acuerdo con las condiciones de los contratos, adueñarse de las garantías en caso de bancarrota del deudor, aun antes de que se liquiden los activos para pagarles a los inversores originales. Mejor apropiarse rápido del activo, evitando una pelea por los restos que queden, siendo que nadie está seguro acerca de la propiedad de las garantías y de la solvencia del deudor.
En 2011, el fondo MF Global, cuyo CEO era el ex gobernador de Nueva Jersey y ex ejecutivo de Goldman Sachs, Jon Corzine, fue a la quiebra, apostando plata de los inversores de su fondo de forma ilegal, y desapareciendo 1200 millones de dólares previo a la liquidación de los activos, que pertenecían, como dijimos, a los inversores. Parte de esa plata, 600 millones de dólares, apareció luego en JP Morgan, que le había prestado a MF Global. Apostar la plata de los inversores es legal en el Reino Unido.
Fue a partir de esto que se empezó a hablar del tema de la re–hipotecación, sin límites ni regulación. Y no es sólo esa práctica. La aseguradora AIG, que tuvo que ser rescatada por el gobierno norteamericano en 2008, vendió a través de su oficina en Londres 2,7 billones de dólares en seguros contra default, justo antes de la caída de la compañía, sin el más mínimo control de las autoridades londinenses. Y ya sabemos cómo terminó esa historia.
La desregulación del sistema financiero lo llevó a (otro) precipicio, y de nuevo será el Estado el que deba salvar a los bancos y fondos de pensiones. Pero esta vez no será tan fácil por la escala de la pirámide de endeudamiento, porque los Estados europeos ya están en dificultades y porque sería (deseamos) políticamente imposible que las poblaciones paguen las pérdidas de las apuestas de los especuladores financieros. Pero sin reestructuración de deudas (para bajar el nivel de apalancamiento del sistema), restricciones más estrictas para el rango de acción de las instituciones financieras y un control democrático de los centros financieros (en contraposición al actual control financiero de las democracias), el sistema será cada vez más vulnerable a los problemas que enfrente, y más dañinas sus explosiones.
* Economista - Universidad Tecnológica de Delf.
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