Sábado, 7 de abril de 2012 | Hoy
ECONOMíA › OPINION
Por Débora Giorgi *
Ultimamente vemos cómo se tilda a la Argentina de ser uno de los países más proteccionistas. Sobre esta calificación corresponde aclarar cuál es la realidad y dónde se esconden intereses tanto de actores privados como de países. La realidad es que nuestro país no está cerrado al mundo. En efecto, nuestra economía es hoy, en pleno proceso de reindustrialización, dos veces más abierta que en los ’90. En ese entonces el índice que se utiliza para medir la apertura de la economía (la suma de exportaciones e importaciones en relación con el PBI) era del 19 por ciento, contra el 34 por ciento actual.
En 2011, las importaciones argentinas crecieron 30,8 por ciento respecto de 2010 y entre 2003 y 2011 el crecimiento de las compras al exterior fue del 434 por ciento. Entonces, ¿cómo somos la bette noire del proteccionismo? Muy simple: porque en esa calificación se reflejan, por una parte, los intereses de importadores que ven hoy –a diferencia de los ’90– cómo se apaga su negocio, y por otra, los intereses de los exportadores de otros países que no quieren perder mercados porque significa perder negocios y empleos.
El 80 por ciento de los países que expresaron el 30 de marzo pasado en la Organización Mundial de Comercio (OMC) su “preocupación” ante las políticas comerciales de nuestro país, registran superávit comercial con Argentina y, en la mayoría de los casos, Argentina aumentó su participación como mercado para esos países, es decir, ha sido mejor mercado que los países supuestamente “abiertos”.
También debe destacarse que la OMC tiene en el ámbito del Organo de Solución de Diferencias el fuero natural donde los países plantean sus diferendos comerciales. Este Organo ha recibido siete presentaciones en lo que va de 2012, triplicando el ritmo de presentaciones de 2011.
Así, Argentina –que cumple plenamente con la normativa OMC– defenderá, si fuera necesario, sus políticas comerciales en el ámbito o foro que le corresponda, porque tenemos la plena convicción no sólo de que cumplimos las normas, sino porque detrás de las quejas se encuentra la defensa de más de un millón de puestos de trabajo creados por la industria nacional.
Si dejamos la hipocresía de lado, si rompemos, como lo reclama en los foros internacionales nuestra presidenta Cristina Fernández de Kirchner, con el lamentable doble estándar de aquellos países que tienen permitido aplicar reglas que los benefician o romperlas cuando no les conviene y los que no, llegaríamos fácilmente a dos conclusiones.
Primero, los países desarrollados que hoy pregonan el libre comercio para terceros fueron y son terriblemente proteccionistas, lo fueron para desarrollar su industria, y lo son en sus sectores agroindustriales, de servicios, propiedad intelectual y compras gubernamentales, sólo para dar algunos ejemplos. Además, en forma más que frecuente enfrentan reclamos por ello.
Estados Unidos y la Unión Europea –que suscribieron la presentación contra Argentina– mantienen medidas que funcionan como barreras paraarancelarias restringiendo claramente el ingreso de productos argentinos a sus mercados, como en el caso de EE.UU. con la carne bovina –fresca enfriada y congelada–, limones frescos, cítricos dulces, carne de cordero, entre otros, y en el caso de la UE, enfrentan los subsidios a la producción y a las exportaciones de productos agropecuarios (carnes, lácteos, azúcar), precios mínimos de entrada y restricciones técnicas.
Además, mientras que Argentina recibió una “queja formal” de 40 países, muchos de esos Estados tienen denuncias concretas desde 1995 a la fecha por prácticas comerciales que se constituyeron en casos (panel) que investiga la OMC: por ejemplo, Estados Unidos ha sido demandado en 114 oportunidades, la Unión Europea en 70, más las demandas particulares a cada uno de sus países por parte de Brasil, India y China, entre otros, y como último ejemplo México fue demandado en 14 oportunidades por 7 países, entre ellos Estados Unidos y Chile.
La segunda conclusión es que la crisis internacional que estamos atravesando ha incentivado en los países la implementación de políticas nacionales de comercio exterior para preservar los mercados internos de la competencia desleal que generan: la sobreoferta mundial que surge porque en los países desarrollados sube el desempleo y cae la demanda; porque los países emergentes que crecemos somos sometidos a las presiones de las revaluaciones cambiarias, y porque es imperioso neutralizar los efectos negativos de las políticas de globalización forzada del comercio internacional aplicadas por las empresas transnacionales.
Es fundamental preguntarse si quienes nos cuestionan no son los mismos que buscan exportar sus horas de trabajo, su desempleo creciente y sus sobrantes de producción, es decir, su crisis y el achicamiento de sus mercados a nuestro país. Por esa razón en ninguna mesa de negociación resignaremos la defensa del trabajo para los argentinos.
Las medidas de administración de comercio que se aplican en Argentina (como Licencias Automáticas y No Automáticas) están contempladas por la OMC y las utilizan otros cien países en el mundo, y otras iniciativas como la Declaración Jurada Anticipada de Importaciones es utilizada de manera similar en 27 naciones.
Nuestro mercado interno creciente y pujante es un pilar del modelo iniciado en 2003 que, con eje en la producción y el trabajo, permitió duplicar nuestro PBI industrial y convertir a la Argentina en el tercer país del mundo que más incrementó su PBI en 2011 detrás de China e India y el que más creció en la región en los últimos 8 años.
Todo este desempeño se reflejó, entre otros aspectos, en que el año pasado alcanzamos una tasa de inversión del 24,5 por ciento sobre el PBI, que fue la más alta de los últimos treinta años. Porque, digámoslo sin pudor, es una enorme oportunidad invertir en Argentina.
Pero para seguir siendo una oportunidad para más producción y más y mejor trabajo, la política de comercio exterior debe estar en consonancia. Es decir, defender con orgullo lo hecho en Argentina por manos e intelecto argentino, siendo cada vez más exigentes con nosotros mismos porque ése es el camino del desarrollo económico con inclusión, que es la base de nuestro modelo.
* Ministra de Industria.
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