Dom 08.04.2012

ECONOMíA  › OPINION

Energía, ideología y sintonía fina

› Por Víctor Bronstein *

Las sociedades modernas, sus organizaciones políticas y su sistema económico requieren de un continuo flujo de energía que establece las condiciones necesarias para su viabilidad. Garantizar estos flujos energéticos en el presente y hacia el futuro es una de las tareas fundamentales de todo gobierno, ya que sin ellos colapsa el sistema productivo y nuestra vida en sociedad. Cuando Juan Domingo Perón llega al poder, el país se encontraba en una grave situación en materia de energía. Ante esto, su gobierno decide encarar el problema de manera integral: lograr la independencia energética y hacer que la energía llegue a toda la población, ya que la consideraba un derecho social.

Establece entonces un Plan Nacional de Energía, promociona un Plan de Ahorro Energético, modifica la estructura de la Dirección Nacional de Energía, creada en 1943, creando nuevas reparticiones para el desarrollo de nuevas fuentes energéticas y sistemas de distribución. Se crean así Agua y Energía Eléctrica con el objetivo de desarrollar la energía hidroeléctrica, Gas del Estado que tenía a su cargo la distribución, comercialización y prestación del servicio público de gas, la Dirección General de Combustibles Vegetales y Derivados, que tenía a su cargo la obtención de alcohol del maíz y de otros cultivos. Sí, ¡en 1948 el gobierno peronista proyectó el desarrollo de los biocombustibles! Esta visión innovadora en materia energética se completaría en 1950 con la creación de la Comisión Nacional de Energía Atómica.

En materia petrolera, Perón intentó una política de sintonía fina que satisficiera los postulados nacionalistas pero que también proporcionara los recursos necesarios para el crecimiento. Por eso, en el comienzo de su primera presidencia, Perón no se ocupó explícitamente del problema del petróleo y en el primer plan quinquenal no se plantea ninguna modificación al régimen legal vigente. Perón comprendía cabalmente el grave problema energético y no le pareció oportuno confrontar con las grandes empresas privadas, que en ese momento dominaban de manera monopólica la producción y el mercado petrolero mundial. Por eso, a diferencia de las expropiaciones que el gobierno peronista había realizado de los ferrocarriles y de los servicios en manos de empresas extranjeras, no tuvo la misma política hacia el sector petrolero.

Recién a fines de 1947, cuando la situación mundial comenzaba a normalizarse después de la guerra, Perón comienza a hacer declaraciones donde se inclina por la defensa del monopolio estatal en el sector, aunque nunca lo concretó. En cambio, la modificación más importante y de mayores consecuencias fue el Art. 40 de la Constitución de 1949, que establecía que “los minerales, las caídas de agua, los yacimientos de petróleo, de carbón y de gas, y las demás fuentes naturales de energía, con excepción de los vegetales, son propiedades imprescriptibles e inalienables de la Nación”.

En los años 1951, 1952 y 1953 los combustibles representaron el 15,1; 21,2; y 22,9 por ciento, respectivamente, de las importaciones totales de Argentina. Ante esta situación, Perón decide ir a fondo con el objetivo del autoabastecimiento y plantea la firma del contrato con la Standard Oil de California, reconociendo la imposibilidad operativa de YPF para alcanzar este objetivo. Otra vez la sintonía fina, aunque no llegó a aplicarla y fue muy discutida dentro de su propio movimiento.

Perón tuvo en materia energética una clara visión de futuro, planificando el desarrollo energético, impulsando las fuentes de energía renovables y el ahorro energético, nacionalizando los recursos hidrocarburíferos e incorporando nuevas fuentes de energía. Hoy, nuevamente, debemos evitar que la doctrina se convierta en dogma y que, como consecuencia, repitamos las consignas de hace 50 años. En un mundo globalizado, donde los recursos no renovables comienzan a mostrar síntomas de agotamiento, tanto en el mundo como en nuestro país, la independencia energética debe ser una guía ineludible y un objetivo deseable, pero el objetivo de la seguridad energética debe ser el concepto superador, la sintonía fina de la época.

* Director del Centro de Estudios de Energía, Política y Sociedad.

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