ECONOMíA › OPINION
› Por Alfredo Zaiat
El último informe de la Cepal sobre la inversión extranjera directa en América latina y el Caribe ofreció un dato inesperado teniendo en cuenta el bombardeo negativo sobre las perspectivas de la economía argentina. El año pasado, los ingresos por IED se incrementaron un 27 por ciento hasta totalizar 12.551 millones de dólares. El monto es el más elevado del nuevo siglo, superando el de 2000, cuando sumó 10.418 millones de dólares. Este resultado estuvo originado en otro dato inadvertido por los cultores de la economía del miedo, que emerge de una decisión de política económica: la reinversión de utilidades por parte de las compañías del exterior. Mediante diferentes regulaciones, sin una prohibición enunciada ni una ley de restricción, firmas extranjeras estuvieron inducidas a dejar los dólares en el circuito productivo doméstico en lugar de girarlos a sus casas matrices. El monto no remitido y que pasó a integrar la inversión extranjera directa durante el 2012 alcanzó los 7984 millones de dólares. El resto fue completado con aportes de capital por 3354 millones de dólares y préstamos entre compañías relacionadas (filiales) por 1214 millones de dólares.
En comparación con el año anterior, los aportes de capital disminuyeron un 9 por ciento, caída más que compensada por la reinversión de utilidades, que fue más del doble respecto de 2011. Las limitaciones emergentes de la ley de inversiones extranjeras y de los tratados bilaterales de inversión derivaron en la necesidad del manejo poco ortodoxo de la cuenta de capital por parte de la gestión económica. Las restricciones a la compra de dólares en el mercado único de cambios, el incremento de las exigencias de capital a los bancos por parte del Banco Central y las sugerencias al resto de las firmas extranjeras a través de la administración del comercio exterior tuvieron como consecuencia un fuerte incremento de la reinversión de utilidades. Las ganancias que se quedaban en el país fueron en promedio del 30 por ciento del total en el período 2007/2011, subiendo al 64 por ciento el año pasado.
Este resultado expone la posibilidad de desplegar la capacidad del Estado para intervenir en el flujo y orientación de la inversión privada, como también de la reinversión de las utilidades. Países de desarrollo maduro o nuevas potencias tuvieron desde el Estado una política deliberada en la definición de estrictas normas para la inversión extranjera, destacándose en los últimos veinte años la experiencia china y de otras economías asiáticas. En el caso argentino, en cambio, emerge en los últimos años como una estrategia forzada por condiciones externas e internas. Las primeras nacen de la crisis internacional con casas matrices exigiendo a sus filiales mayores retornos y la máxima remisión de utilidades para cubrir parte de sus quebrantos. Y las otras surgen por la amenaza de la restricción externa por escasez de divisas debido a la característica de la economía con una estructura productiva desequilibrada, agudizada por la intensidad de la fuga de capitales.
Este frente es particularmente conflictivo en la economía argentina, que la Cepal lo advierte para toda Latinoamérica. En el documento difundido el martes pasado señala que “los países de la región deben ahora prestar atención a los efectos de la IED sobre la sostenibilidad de la balanza de pagos y la restricción externa de las economías”. Si bien destaca que América latina y el Caribe se ha convertido en una zona económica de recepción de creciente IED (en 21012 aumentó 6,7 por ciento respecto del año anterior, alcanzando así un nuevo record histórico de 173.361 millones de dólares), el informe previene sobre eventuales efectos perturbadores en la cuenta corriente de los países de la región. Argentina se ha adelantado a esa situación con medidas preventivas más por necesidad que por una decisión planificada.
La Cepal avisa que aun cuando los flujos de IED hacia la región continúen creciendo en los próximos años, también será mayor el flujo de renta de esas inversiones, lo que reducirá el aporte neto de capital a la balanza de pagos. “Por ello es necesario analizar la contribución de estas inversiones en diferentes dimensiones del desempeño de las economías receptoras”, aconseja, observando en especial el aporte de esos capitales en la capacidad de creación de empleo. Para Argentina es de 3,2 empleos por cada millón de dólares de inversión directa, por encima del promedio de 2,5 de la región, de acuerdo con estimaciones de la Cepal.
Los beneficios que las empresas transnacionales obtienen de sus operaciones en América latina y el Caribe se incrementaron 5,5 veces en nueve años, pasando de 20.425 millones de dólares en 2002 a 113.067 millones en 2011. Este crecimiento tan marcado tiende a neutralizar el efecto positivo que produce el ingreso de la inversión extranjera directa sobre la balanza de pagos. La evidencia muestra que durante los últimos años los egresos registrados como utilidades de IED alcanzaron casi el mismo nivel (92 por ciento) que los ingresos como flujos de IED. La Cepal calculó que entre 2005 y 2011 un 54 por ciento de esas rentas se repatriaron y un 46 por ciento se reinvirtieron. Como se mencionó, el comportamiento de la IED en Argentina se ubicaba por debajo de esa media con el 30 por ciento, elevándose al 64 por ciento a partir de una serie de iniciativas de administración de la cuenta capital. El giro de fondos mediante la operación bursátil denominada contado con liqui (compra de títulos públicos en la plaza local con cotización en el exterior, para su posterior venta en mercados externos) es un sobrecosto que pagan algunas multinacionales para dolarizar y remitir utilidades. Pero los recursos de la compra de los bonos quedan en el circuito local, además sin afectar el nivel de reservas del Banco Central.
Otro aspecto relevante es la composición sectorial de la IED acumulada. En Argentina, a fines de 2011, el sector con mayor presencia de empresas transnacionales era el petrolero, con un 20 por ciento del total, mientras que otro 6 por ciento corresponde a la minería, un 44 por ciento a la industria y el agro, y el restante 30 por ciento al sector de servicios. El documento no precisa el destino de la reinversión en 2012, aclarando en el cuadro respectivo que no hay información disponible. El año pasado ha sucedido un acontecimiento importante que ha modificado ese cuadro debido a la estatización de YPF y la consiguiente reinversión de sus utilidades, cuando antes la española Repsol asociada con el grupo local Eskenazi mantenía una política activa de distribución de dividendos.
La Cepal menciona que la composición sectorial de la IED es de particular importancia, “ya que estaría marcando en qué medida estas inversiones tienden a transformar la estructura productiva de la región o, por el contrario, a reforzar los patrones de especialización vigentes”. De acuerdo con el destino de la reinversión de utilidades, señala que “posiblemente refuerce la tendencia a consolidar perfiles sectoriales”, pues “la dinámica de inversión extranjera se retroalimenta en la medida que una proporción de esa renta se reinvierte”. No es un comportamiento alentador debido a que de ese modo la IED no se canaliza a desarrollar sectores estratégicos, transformar la estructura productiva, acumular conocimiento y contribuir al incremento y la calidad del empleo. El principal destino de la IED en la región continúa siendo el sector de recursos naturales debido a los altos precios internacionales de las materias primas.
El saldo de la IED en 2012 en Argentina revela la relevancia de una activa intervención del Estado para orientar el excedente generado en la economía doméstica. La limitación al giro de esos fondos al exterior implicó su redireccionamiento hacia la inversión productiva o de cartera (compra de títulos públicos), logrando mantener ese capital en el circuito local. Del mismo modo que el nuevo régimen de administración y control de acceso a la moneda extranjera ha provocado una freno a la fuga de capitales financiada con reservas, la estrategia oficial de manejo de la cuenta capital de la balanza de pagos junto a negociaciones con las multinacionales ha conseguido que esas firmas destinen parte de esas ganancias a la formación de capital productivo en la economía local.
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