Mié 05.11.2003

ECONOMíA

Ladrando más que mordiendo

› Por Julio Nudler

“Ladran más de lo que muerden”, dice refiriéndose al presidente Kirchner y a su ministro de Economía, Roberto Lavagna, un reciente informe en inglés de la consultora LatinSource que integra Guillermo Mondino. Este ex miembro prominente del equipo de Domingo Cavallo durante su tormentosa gestión con el gobierno de la Alianza fue hace poco acusado oficiosamente cerca de Lavagna de trabajar para un grupo de acreedores y contra los intereses del país, reproche que rechazó. El documento apunta que “es difícil saber qué son exactamente las políticas del presidente Kirchner”. El texto, responsabilidad tanto de Mondino como de Esteban Fernández Medrano y Luciano Laspina, las define como una suerte de keynesianismo, pero que prescinde del animal spirits, ese estado de ánimo o humor característico e instintivo de los emprendedores, que sólo necesita de condiciones adecuadas para lanzarse a la acción de invertir, innovar y generar negocios.
Acerca de Kirchner, el informe señala que muchas veces su discurso es violentamente antiempresario y antimercado, pero que otras parece que sólo le disgustaran las conductas no competitivas. Lo cierto es que tanto el Presidente como Lavagna –añade– han arremetido contra las salientes reformas de los ‘90, pero ladrando más que mordiendo “según dicen algunos”. Esta prudente derivación a terceros ignotos, recurso bien conocido por cualquier periodista, refuerza en realidad la impresión de que son los expertos de LatinSource quienes así piensan, aunque prefieran transmitirlo con cierta cautela.
“En cuanto a los incentivos y la inversión, sigue prevaleciendo la incertidumbre sobre la visión económica fundamental”, afirma el informe. Sus autores infieren que tanto el Presidente como su entorno creen que el mundillo económico es básicamente insensible a los incentivos. Por tanto, entienden que el arte de conducir la política económica es el de distribuir rentas.
Ahora bien: mover rentas de un demandante a otro altera desde luego los ingresos y las capacidades de gasto. Para este gabinete, “es como si la economía estuviese conformada por un gran número de juegos de suma cero, y el papel del Estado consistiese en mediar en la distribución de recompensas”. Dado que las rentas asumen un papel tan importante en esta concepción, el mundo está signado por luchas de poder. De aquí puede deducirse sin esfuerzo que si a un sector –llámense grandes empresas– se le quitan rentas, ese jugador castigará al otro retaceando inversiones.
Para LatinSource, la visión dominante entre muchos miembros de este gobierno es que, hagan lo que hagan, inversión no habrá. Por tanto, deberán hacer lo que sea menester para que algunas inversiones se realicen. Buen ejemplo de este paradigma es la manera en que se encara la negociación con las privatizadas. El método es como sigue.
Tome cualquier compañía. Compute su valor de libros y asigne un retorno regulado sobre ese capital, independientemente de su estructura. Luego agregue los costos operativos de corto plazo. Deduzca así, para una cierta demanda, la tarifa óptima. Agregue a ese precio un excedente que será retenido en un fondo fiduciario, fuera del alcance de acreedores y accionistas. Utilice los recursos de ese fondo para financiar inversiones bajo orientación gubernamental. Este esquema es el que está siendo discutido con varias privatizadas de servicios públicos.
Una concepción similar es aplicada a la deuda oficial. Se supone que todo pago a los acreedores, o todo compromiso asumido con ellos, implica automáticamente un mayor esfuerzo fiscal. Aquí de nuevo la noción de suma cero. La meta es lograr la mayor quita posible, y no se toma en cuenta que, tras una restructuración tan cruenta, las tasas de interés tenderían a ser más altas. Lo que el Gobierno piensa es que es relativamente poco lo que la restructuración de la deuda hará por acelerar el crecimiento, posición que Mondino y sus colegas admiten compartir hasta cierto punto.
Según el informe, estos dos casos, entre otros, ilustran una impronta mental que otorga gran énfasis al estado de la macroeconomía y el flujo de recursos, dedicando muy poca atención a los incentivos, a la política microeconómica general y al clima para los negocios. “Llevando algunas de estas visiones al límite –especula el documento–, restarán toda importancia a las regla macro y a las políticas micro. Esto tiene algo de keynesianismo, pero olvidándose del animal spirits.”
Para explicar esta carencia evocan que en 1936 Keynes advirtió que para iniciar una recuperación sostenida debía azuzarse ese instinto empresario, y que la mejor manera de lograrlo era poner en marcha la economía, ya que al reiniciarse los flujos de fondos y relanzarse la actividad, las firmas volverían a invertir. Los empresarios que Keynes tenía in mente estaban muy pesimistas, obsesionados por la recesión de ventas. “El gobierno argentino, sin articular explícitamente esta visión –elucubra LatinSource–, razona de modo similar..., aunque aquí los empresarios abrigan preocupaciones diferentes de aquellas ilustradas en La Teoría General” (el célebre libro de Keynes). Lo que se preguntan los autores del documento es si sobre el ánimo emprendedor de los hombres de negocios que operan en la Argentina pesan los recuerdos de un desagradable pasado reciente, o están más preocupados por factores ligados al porvenir.
Aquí Mondino y sus socios se enrolan en la corriente de los optimistas de corto plazo y pesimistas de largo, a quienes en general el economista Jorge Carrera recuerda los inminentes desastres que ellos mismos presagiaban hace no mucho tiempo, después de sucumbida la convertibilidad. Como quiera que sea, el informe ve bastante buenos 15 meses por delante, con un crecimiento de 6,3 por ciento en 2004, luego de 7,6 por ciento este año. Pero “no vislumbramos un conjunto de políticas e instituciones económicas consistentes que aseguren un crecimiento sostenible”. Sólo aprecian un rebote cíclico, que unos shocks negativos podrían abortar, como por ejemplo un bajón en el precio mundial de los exportables argentinos.
Pero estos consultores tampoco quieren sonar tremendistas: “Siempre se puede pintar un escenario catastrófico para cualquier país en cualquier momento. No es lo que pretendemos.” Consideran que las vulnerabilidades que afronta la Argentina son “riesgos macroeconómicos moderados”.

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