ECONOMíA › LAS CLAVES DE LA RELACION CON EL SOCIO DEL MERCOSUR
Brasil, el riesgo país y Lavagna
En Economía ven que la obligada preocupación brasileña por el “riesgo país” impide llegar a posiciones conjuntas frente a los foros internacionales. Pero el exceso de dólares puede ser un problema compartido.
Por Maximiliano Montenegro
Salvando las distancias, Roberto Lavagna cree que Brasil está, de cara a los “mercados”, en una encrucijada muy parecida a la de Argentina antes de la debacle del 2001. “Si uno tiene que mirar al índice riesgo país todos los días, tiene que hacer todas las cosas para convencer al índice de riesgo”, deslizó, refiriéndose a Brasil, ante un reducido grupo de periodistas. Y asintió cuando Página/12 le preguntó si esta situación era equiparable a la de Argentina antes del default. Sin caer en dramatismos, Lavagna considera que la “mercado-dependencia” de Brasil es un elemento que impide hoy coordinar criterios de política económica con el socio mayor en diversos foros internacionales o, incluso, ante el FMI.
Un ejemplo típico de este problema es lo que sucedió semanas atrás, durante la última reunión del G-20, que agrupa a los países industriales del G-7 más 13 de “desarrollo intermedio”, como Brasil y la Argentina. Allí fue rechazada la propuesta argentina de establecer un nuevo “código de conducta” para resolver futuros escenarios de default de deudas soberanas, que incluía: formalizar el carácter de acreedor privilegiado del FMI, que en su función de prestamista de última instancia debería legalmente distinguirse de un fondo buitre; tratamiento preferencial para los pequeños acreedores; ídem para los compradores originales de títulos; y trato menos preferente para los compradores de bonos post-default, en general fondos buitre.
“Actuaron en favor de los especuladores y los banqueros”, se ofuscó Lavagna. De haber sido aceptado ese nuevo orden legal habría crecido el costo financiero para países que, como Brasil, siguen emitiendo bonos en los mercados internacionales de crédito, sin discriminar entre prestamistas. Los “mercados emergentes” están repletos de fondos buitre que aprovechan las altas tasas de rentabilidad que ofrecen gobiernos desesperados por refinanciar sus pasivos.
La administración Lula no hizo nada para respaldar la propuesta argentina ante el G-20 y es probable que, como sospechan en Economía, se haya movido tras bambalinas para archivarla.
En un segundo aspecto, la Argentina y Brasil padecen hoy un problema similar, que a Lavagna le gusta calificar como la “paradoja de la prosperidad”.
Se trata de las dificultades que existen en uno y otro país para sostener un tipo de cambio real alto. En Brasil, el dólar cerró esta semana a 2,70 reales, en medio de los reclamos de los industriales paulistas. En la Argentina, en tanto, la “maquinita” trabajó al máximo de su capacidad para imprimir los pesos con que el Banco Central compra dólares para sostener el tipo de cambio nominal, mientras engorda las reservas.
En las últimas semanas, el Central emitió a razón de mil millones de pesos semanales para evitar que el dólar cayese por debajo de 2,97. A ese ritmo, en menos de 3 meses quedaría colmado el cupo de expansión monetaria fijado por el organismo para todo el 2005.
Una posibilidad de apuntalar la cotización, sin riesgos inflacionarios, sería que el Tesoro destinara en el verano una porción creciente del excedente fiscal a comprar dólares. Pero en diciembre ello no será posible porque, debido al adelantamiento de aguinaldos y la postergación del cobro de Ganancias, el Estado tendrá déficit operativo o primario.
Sea como fuera, Lavagna admitió que este ritmo de “monetización” no es sostenible en el tiempo y que “algo habrá que hacer”. El ministro considera que lo mejor sería insistir con una política de control de capitales “a la chilena”: perfeccionar las restricciones a la salida (por ejemplo, prohibición de retiro antes de 180 días), para disuadir el ingreso de los inversores especulativos. Para él, es el mejor paraguas contra la eventual “lluvia de dólares” que se abatiría sobre la Argentina en caso de resultar exitoso el canje de deuda.
En ese esquema, desde el punto de vista de la política cambiaria, si en el 2005 hay que hacer mayores pagos en dólares al exterior –para cubrirvencimientos de capital con el FMI, por caso– no vendría mal. Dicho sea de paso, Lavagna confirmó que, de no haber acuerdo con el Fondo, la estrategia será solicitar al organismo la refinanciación de los pagos “en expectativa” y cancelar los “obligatorios”, como hasta ahora. Para tal fin se necesitarían “sólo” unos 4 mil millones de dólares, porque en Economía confían en que, aun sin la venia del Fondo, el Banco Mundial y el BID continúen desembolsando sus préstamos para “inversión social”.
Curiosa paradoja la argentina. El año cerrará con unos 20 mil millones de dólares de reservas en el Banco Central. Sin embargo, nadie sabe cuál es el “nivel óptimo” de divisas para garantizar la estabilidad del peso y disuadir, en un futuro, una corrida cambiaria. ¿Veinte mil millones es mucho o poco? Los que provocan, afirman que es un nivel equivalente al que había a mediados del 2001 y, en un contexto muy peculiar, no alcanzó para evitar crisis. Para qué preocuparse, dicen otros, si hoy el problema es justo el contrario. “Es una discusión lejana en el tiempo. Felices Fiestas”, cierran el debate en el equipo de Lavagna.