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La ética mesiánica
El último número de Pensamiento de los Confines, la publicación semestral de análisis cultural y político que edita el Fondo de Cultura Económica y dirige Nicolás Casullo, incluye, entre otros temas, un capítulo sobre la derecha argentina. Las movilizaciones de Juan Carlos Blumberg son el fondo de la sección integrada por diferentes artículos, entre los que sobresale uno de Horacio González: “A propósito de Elisa Carrió, política y ‘trabajo interior’”.
Sociólogo, especialista en sociología de la cultura y subdirector de la Biblioteca Nacional, González comienza describiendo el realismo de la televisión, terreno propicio para el ascenso de la líder del ARI. “Esa farándula de contraseñas entre un entrevistador y un entrevistado rodeados de utilerías desmontables, operadores que hacen indescifrables gestos premiosos y volátiles personajes que manejan microteléfonos preguntando ‘cómo quiere ser presentado’”, describe González. Allí –agrega– la ex diputada cita a los filósofos: “Carrió transgrede: usa en donde supuestamente no debería los dones citadores que infundieron su armazón prestigiosa a numerosas generaciones políticas. Invocar retóricas antiguas en dominios desmantelados por una modernidad sin volutas ideológicas comprobables es una habilidad, un logro, una clave. Una astucia semiológica. Esos temas los conoce a veces con solvencia y no es necesario que haya dudas sobre su vocación intelectual, su pasión de lectora, sus virtudes pedagógicas. A diferencia de los políticos que les temen a las palabras de sabor y aspecto universitario, intelectual, Elisa Carrió las emplea con cebado y alegre énfasis. La doctora Carrió lanza dardos fraseológicos, practica un golpismo de letra exquisita”.
El particular estilo de González, su mirada original sobre las cosas, complica la reseña y aun la síntesis, aunque sobrevuela siempre –el autor lo dice– la dificultad de definir políticamente a la líder del ARI. “Es difícil decir hoy si el desempeño de la ex diputada Carrió significa el fin del ciclo del progresismo o su eufórico reinicio. En vez de investigar el Senado, en donde se despedazó el anterior progresismo, ella investigó la circulación clandestina de dinero que adulteraba y adultera toda la economía; en vez de la apagada ritualidad democrática, quiere revitalizar la política pronunciando una palabra cara al pensamiento de Hannah Arendt; en vez de la costumbrista idea del posibilismo, no se priva de utilizar el anatema de la traición, invocado sentenciosa y ambiguamente; en vez de la estricta observancia laica y desencantada, la enérgica y visible apelación a los iconos religiosos sometidos a fórmulas de ‘adelgazamiento’; en vez de la política clásica en un clima de hombres comprensivos, agita irónicamente el fantasma del matriarcado; en vez del lenguaje del consenso, la inmaculada idea de la verdad. Esta ética de tintes mesiánicos, con su alta apuesta política, lucha por encontrar la propia verdad de su discurso ensayando fuertes incorporaciones de pedazos enteros de saga privada, corporal, sentimental.”
El artículo –que recorre un tema poco explorado con mirada original– asume los problemas para marcar los contornos políticos y aun ideológicos del pensamiento de Carrió. Una sola cosa podría señalarse al respecto y es que desde el momento en que está incluido en una sección sobre la derecha argentina, la definición, el encasillamiento, están dados.
González concluye. “Sin duda, Elisa Carrió es uno de los personajes más sustanciosos de la política nacional de la última década. Pasando con fruición asombrosa de un tema a otro, con aires de señorita traviesa, forjó exóticas y festejadas imágenes televisivas, construyó poderosos signos sobre el emblema de su propio cuerpo y no se privó de investigar con calidad y valentía los arcanos poderes que hacían sucumbir el espíritu público. Haber introducido estos temas cruciales, indicar el rumbo de ciertos textos esenciales y al mismo tiempo hacerlo en los espacios donde no era cierto ni seguro que estas éticas de llamado a la verdad se mantuvieran indemnes, es una contradicción viva en el itinerario de esta relevante política argentina. Su lucidez es alegre y de naturaleza autocrítica. Seguramente encontrará en ello mayores motivos para presentar bajo aspectos más convincentes los muy vivos elementos de su agonismo político.”