ECONOMíA
› QUE PIENSA HACER EL PRESIDENTE CON EL FONDO
El FMI no queda camino al cielo
Kirchner está convencido de que, más allá de la descompresión de ayer, la relación con el Fondo y el G-7 será de tensión. Ubica a sus enemigos en la línea burocrática del organismo y sostiene que ya sabe qué hacer con el FMI.
› Por Sergio Moreno
La decisión del Fondo Monetario Internacional, expuesta por su titular, Rodrigo Rato, de reconocer que Argentina ha dado un paso importante en la restructuración de la deuda y que “se está entrando a una etapa de normalidad y no de conflicto” entre ambos es sólo una faceta de este cristal que, como un diamante, tiene tantas caras como deseen tallarse. En el aerópago del poder de la Argentina existe el convencimiento de que la relación con el organismo de crédito será de tensión e irá in crescendo. La desconfianza que le tiene el presidente Néstor Kirchner se evidencia en cada una de sus declaraciones y exponen lo que hay en su alma: el convencimiento de que habrá tensión y dureza entre las partes. De lo contrario, sería una nueva derrota para la Argentina. “No necesariamente llegar al cielo es abrazarse al FMI”, dijo Kirchner a los suyos momentos antes de que Rato hablase de “normalidad”.
En la Casa Rosada evalúan positivamente el resultado público de las negociaciones que anteayer mantuvieron Rato y el ministro de Economía argentino, Roberto Lavagna. Fundamentalmente, la aceptación de que el Fondo no pedirá la reapertura del canje a cambio de una futura evaluación, por parte de Argentina, sobre qué hacer con los tenedores de bonos de la deuda que no entraron en el canje (los hold outs). Tales aceptaciones ponen en un punto aceptable el comienzo de las negociaciones para tratar de bordar un nuevo acuerdo que debería estar redactándose –al menos sus borradores– en unos 40 días.
Sin embargo, la desconfianza reina en los principales despachos de la Casa Rosada. El Presidente ha apuntado con claridad a sus enemigos dentro del organismo y equipara a “la línea” del FMI, su burocracia interna y permanente, como los principales interesados en hacer tronar el escarmiento a la Argentina. Kirchner ubica a la vanguardia de esa cohorte a la vicedirectora del Fondo, Anne Krueguer, a quien el Premio Nobel de Economía 2001, Joseph Stiglitz, reconoce como la más importante usina del pensamiento neoliberal dentro del organismo desde comienzos de los años ’80 y una de las artífices de su viraje hacia las posiciones más monetaristas.
Kirchner desconfía también de Anoop Singh, actual responsable del Hemisferio Occidental. “Me dicen que Singh juega bien; para mí juega regular o mal” en relación con los intereses argentinos, cuentan que suele decir el Presidente en la intimidad.
“Ellos (la burocracia del FMI) quieren que tomemos todas medidas para pagar con nuestra hambre. Quieren que aumentemos el superávit al cinco por ciento, quieren que revaluemos al peso, quieren un dólar de 2,20. Y hablan de reformas estructurales, ¿Qué reformas estructurales? Ellos siempre van a pedir algo más, algo para entorpecer. Siempre con la dirección del cobro”, escupe Kirchner cada vez que le acercan el menú de exigencias nacidas en las usinas de los tecnócratas del organismo.
¿Y Rato? En los principales despachos miran torcido. Rato –“quedó demostrado– no conduce a la burocracia del Fondo, es un blando”, lapidan.
Qué hacer
La pretensión argentina para plasmar un acuerdo con el Fondo ya fue adelantada por este diario. El Gobierno gustaría cerrar un acuerdo a dos o tres años, refinanciando capital y pagando intereses. Ello sin modificar el monto de superávit fiscal destinado al pago de las acreencias. Esto es, el 3 por ciento.
Nadie en el Gobierno sabe si este anhelo podrá concretarse. Kirchner, no obstante, ha dicho a los suyos que ya sabe el camino que emprenderá. “Como dice el Evangelio, tenemos que ser mansos como la paloma y astutos como la serpiente”, cita el patagónico, haciendo gestos de rapidez con las manos. Cualquier medida que adopte, cualquier paso que dé respecto a la relación con el organismo, debe ser estudiada y sin cometer locuras, es la ordenque baja. “Hay que nadar cerca de la orilla, para poner el pie en cualquier lado”, apela a la metáfora el Presidente.
Este fin de semana, sus hombres de máxima confianza le escucharon una confesión. “Ya tengo el camino a seguir, ya sé cuál es, lo veo. A esta altura hay que saberlo. Y vamos a ir por ese sendero –acometió Kirchner, como reflexionando en voz alta, dejando el misterio flotando en el aire–. La relación con el Fondo y el G-7 va a ser de tensión. Con el FMI esa tensión puede ser creciente”, dio por toda pista sobre lo que va a hacer.
Una chance es desafiliarse del Fondo, apelando a la carta orgánica del mismo, sin dejar de pagar la deuda con el organismo. Pero ese es un camino oneroso; sin embargo, aún ronda los pensamientos del Presidente. Página/12 adelantó la semana pasada un sueño renovado del patagónico: “Si tuviésemos 30.000 millones de dólares de reservas, no estaríamos hablando del Fondo Monetario”, dijo. Un año atrás solía decir que lo mismo ocurriría si la Argentina contase con 20.000 millones, 10.000 menos que esta nueva versión de su viejo anhelo: pagarle sus acreencias y quitárselo de encima. (Actualmente, Argentina sobrepasó los 20.000 millones de dólares de reservas.)
Kirchner, dado a pensar la política en términos de esfuerzos constantes, está convencido de que con el FMI y el G-7 siempre va a haber tensión. “El camino es de tensión, si no, es la derrota”, categoriza.
El Presidente ha contado los porotos, una y otra vez, sobre los alineamientos en el G-7 respecto de la causa argentina. “De nuestro lado están Francia, Alemania y Estados Unidos, que es fundamental. Canadá es insondable pero hasta ahora ha ido en la misma dirección que Estados Unidos. De los demás, Japón está perdido, con (Tony) Blair (primer ministro inglés) vamos a hablar, incluso podríamos viajar a Gran Bretaña; con respecto a Italia, ahí hay que esperar a que se vaya (el primer ministro Silvio) Berlusconi”, puntea el Presidente, que sabe que el grupo de los siete países más poderosos del mundo toma las decisiones por consenso, no por votación.
Toda esta gimnasia de cuentos y recuentos no deslumbra a Kirchner. El Presidente suele decir que, a la hora de tomar las decisiones dentro del G-7, “entre bueyes no hay cornadas”. Eso da una idea de que, más allá de sus esfuerzos por convencer a los líderes del grupo, no irá a buscar pan de trastrigo.
Piedra y camino
Los resultados que está arrojando la renaciente actividad económica criolla, que Kirchner analiza con fruición cada mañana, son un combustible importante para mantener viva su flama confrontativa hacia los organismos internacionales de crédito.
El crecimiento industrial en elk mes de marzo resultó del 4 por ciento en relación con el mes anterior. La ocupación de la capacidad instalada industrial se ubica en el 71 por ciento, nivel similar al de un año atrás. Eso da cuenta, sostienen en el Gobierno, de que, habiendo crecido la economía, la capacidad instalada se ha agrandado. “Las mayores importaciones han sido en bienes de capital”, comentan.
Kirchner está convencido, según esos y otros guarismos, de que la Argentina va a crecer en 2006, 2007 y 2008. “Y va a crecer bien”, abunda.
Estos datos sostienen la certeza, en Balcarce 50, de que el camino adoptado es el correcto y que poco de lo que pueda solicitar el Fondo en materia macroeconómica para firmar un nuevo acuerdo puede ser aceptado sin frenar el crecimiento argentino. Esa certeza tributa al convencimiento del Presidente de que, una vez más, habrá pelea. Y que la que viene no será la última.
Subnotas