ECONOMíA
› FUE MENOS VERTIGINOSA LA INFLACION DURANTE MAYO: 4 POR CIENTO
La miseria no resiste más subas
Se esperaban números aún peores. Por eso, y porque resultaron muy inferiores a las de abril, las alzas difundidas ayer por el INdEC son una buena noticia. Pero no puede olvidarse que si los precios mayoristas subieron este año un tercio que el dólar, y los minoristas un tercio que los mayoristas, es en buena medida porque el poder de compra de la gente está destruido.
› Por Julio Nudler
Que un aumento de 4 por ciento en los precios minoristas durante un solo mes sea una muy buena noticia basta como pintura de la crítica situación. De todas formas, el dato divulgado ayer por el INdEC sorprendió “por lo bajo”, ya que se esperaba una suba de entre 6 y 7 puntos. Fuentes de Estadística y Censos atribuyeron la brusca desaceleración del índice –que en abril había trepado 10,4 por ciento– a la retracción de la demanda. Esto significa que no convalida –simplemente porque no tiene con qué– los aumentos de precios, dado que los salarios, las jubilaciones y otras formas de ingreso, provenientes de oficios y profesiones independientes, permanecen congelados en términos nominales. Todos esos sectores, que conforman casi toda la masa de consumidores, han soportado desde comienzos de año un alza del 25,9 por ciento en el Indice de Precios al Consumidor, que provocó una merma del 20,6 por ciento en el poder adquisitivo. Pero como en todo proceso acelerado de inflación, la percepción del fenómeno por parte del público vuela mucho más alto que las curvas de la estadística oficial, generando escepticismo –seguramente injusto– sobre la veracidad de las mediciones del INdEC.
La gente siente que todo subió “al doble o al triple”, lo cual es efectivamente cierto para productos como el aceite, algunas legumbres enlatadas, la harina, las pilas o los pañales descartables, entre otros. Pero no hay que olvidar que el índice promedia también otros rubros que no se movieron, como el transporte, la electricidad, el teléfono e incluso los alquileres, que en verdad han tendido a bajar levemente, al menos según halla el INdEC en base a una muestra de 600 viviendas. Para los locadores es hoy más importante conservar al inquilino que indexarle el arriendo. Son todos ellos renglones de gran peso en el presupuesto familiar. Tampoco puede ignorarse que algunos (pocos) alimentos frescos tienden a abaratarse (algunas frutas, pollo, ciertos cortes de carne). Todo ayuda a diluir el resultado final del índice y a fomentar la incredulidad.
También a nivel mayorista cabe una doble lectura. Por un lado, una notable desaceleración en el ascenso. Por otro, un número de todas formas terrible: 12,3 por ciento de escalada en un solo mes, que se estira a un acumulado de 80,8 por ciento desde el inicio del año. Este incremento triplica holgadamente el del índice minorista, que “sólo” subió 25,9 por ciento en el pentamestre. Por suerte, no es riguroso interpretar el indicador mayorista como un anticipo de lo que, con cierto retardo, acontecerá con el minorista, ya que en éste pesan decisivamente los servicios, que son en general no transables (no se exportan ni importan, y están por ende menos influidos por el dólar), sin gravitación en el mayoreo, que recoge precios de fábrica o de importación. Los servicios públicos, por otro lado, están atados por las regulaciones.
De acuerdo a lo recogido por el IPC, en los cinco meses iniciales de 2002, mientras el conjunto de la canasta subía el citado 25,9 por ciento, los bienes incluidos en ella se encarecieron un 45,5 por ciento, contra 4,9 por ciento de los servicios. En materia de precios, la devaluación puso de cabeza el proceso vivido durante los largos años de convertibilidad. Esta es la “corrección de los precios relativos” que presagiaban o pedían muchos economistas.
El dólar, como es obvio, influye decisivamente en tales precios relativos, distinguiendo unos productos de otros, dentro de la galopante inflación que envuelve al conjunto. Para ilustrar este fenómeno, los estadígrafos oficiales separaron los items de la canasta del IPC según su relación con el mercado cambiario. En los cinco meses, los productos mayoritariamente importados treparon 109,2 por ciento; los de origen mixto subieron 70,4%; los productos con alto contenido de insumos importados se encarecieron 49,2% en promedio; los exportables se incrementaron 42,4%; los productos con alto contenido de insumos exportables cuestan hoy 30,3%más, y los que son poco sensibles al tipo de cambio aumentaron 10,4 por ciento.
Este gradiente deja pocas dudas sobre la influencia del dólar. Y es probable que en la marcha de su cotización durante mayo se encuentre una clave de una inflación aún vertiginosa pero desacelerada. Tomando el tipo de cambio vendedor en las casas de cambio, el dólar comenzó mayo a $ 3,20, y se mantuvo alrededor de ese valor a todo lo largo de la primera quincena. El día 16 aún se vendía a $ 3,28. Luego volvió a desestabilizarse, saltando a 3,47 el día siguiente, y cerrando el mes a 3,65. Es posible que los precios minoristas no hayan reaccionado inmediatamente al nuevo empinamiento del dólar iniciado el 17, pero que ese nuevo baremo incida finalmente en los precios de junio.
Ahora el peligro de una nueva aceleración inflacionaria proviene de varios focos. Uno está en la renegociación de las tarifas. Otro, en la emisión de moneda que determine sobre todo la crisis bancaria. También hay que contar con el reclamo de ajustes salariales y con una tendencia incipiente hacia la indexación. Por el momento, la buena noticia de mayo fue la desaceleración de los aumentos, pese a que el dólar subió 19,7 por ciento de punta a punta. Pero no es posible olvidar que la estampida se morigeró al costo de una pauperización general, que no deja margen para ningún festejo.
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