ECONOMíA • SUBNOTA › ESPERAN QUE LA MESA PARTICIPE
› Por Raúl Dellatorre
Casi sin margen de error, el gobierno nacional lanzará esta semana su apuesta más audaz en materia de relaciones políticas con los sectores económicos. Cuando salga a la luz la propuesta de creación del consejo económico y social, muchos encontrarán que el espacio no será tan amplio como para contenerlos. Otros, en cambio, que venían dispuestos a tirar la puerta abajo para que los atendieran, se encontrarán con la entrada franqueada y, además, con una invitación a ingresar extendida a su nombre.
Entre los primeros, se contarán los sectores empresarios que no están expresados en las entidades de cúpula, las organizaciones sociales y los partidos políticos. “Los partidos tienen el Congreso”, respondió una fuente oficial, frente a la pregunta de cómo iba a ser posible debatir sin la participación de la representación ciudadana. Las razones que se escuchan para explicar la ausencia de las organizaciones sociales son más ambiguas, salvo que más allá de las asociaciones sindicales no hay una institucionalidad que indique quién es representativo y quién no, o cómo se delimita un universo tan amorfo. Más que argumentos válidos, lo que denuncia este estado de cosas es la escasa experiencia institucional en materia de diálogo social que existe en el país.
Entre los segundos, los que decían no ser convocados y ahora tendrán silla, plato y cubiertos en la mesa, están las organizaciones rurales. Hasta hace una semana, la especulación era, desde afuera, si el Gobierno las iba a invitar o no. En estas horas, la especulación, desde el Gobierno, es si las entidades podrán eludir el convite. Las dos espadas con más habilidades para el tejido político en el Gobierno, Aníbal Fernández y Julio De Vido, han estado trabajando intensamente en ese frente. La postura de Elisa Carrió no podía caerles en momento más oportuno: el aislamiento político y geográfico elegido por la dirigente autorreferencial fue despreciado por quienes fueron sus compañeros de ruta electoral hace apenas tres semanas. No sumarse al consejo económico, cuando todo el resto del abanico de entidades empresarias de mayor poder económico lo hacen, sería para la Mesa como elegir irse de vacaciones con la chaqueña.
A la cruzada se suma esta semana Carlos Tomada. Como ministro de Trabajo, cumplirá la formalidad de acercarse a las entidades rurales para consultarlas sobre su postura en la próxima reunión del Consejo del Salario, del lunes 27. Formalidad, porque los ruralistas indefectiblemente se abstienen en ese ámbito, porque tienen un régimen especial con Uatre que las coloca al margen del Salario Mínimo Vital y Móvil. Pero el ministro aprovechará la ocasión para acercarles el proyecto de creación del Consejo y “sondear el campo”. El Gobierno, y la Presidenta en particular, confían en las artes del experto en conciliaciones laborales para acercar posiciones o, al menos, tentar a los ruralistas con un nuevo ámbito de pelea.
Los dirigentes de la Mesa de Enlace se expresaron con escepticismo sobre el llamado al diálogo del Gobierno. Ayer, Hugo Biolcati, de Sociedad Rural, volvió a privilegiar el espacio que la oposición de centroderecha le ofrece en el Congreso, adonde prometen volver el miércoles próximo. “Lo primero a encarar es la liberalización del comercio de los productos agropecuarios, la eliminación en algunos casos y la reducción, en otros, de las retenciones a las exportaciones, y la sanción de una ley de emergencia agropecuaria”, describió su plan.
La novedad que trae el texto del proyecto de consejo es que, expresamente, se señala que toda ley que envíe el Ejecutivo, o que sugiera tratar la representación empresaria, podrá tener dictamen del cuerpo. Lo cual les ofrecería a Biolcati y sus socios la posibilidad de llevar al futuro consejo su menú.
Además, la tan demandada y sospechada “agenda” del consejo no será propuesta por la representación gubernamental, sino por la Comisión Permanente conformada por 7 representantes empresarios y 7 sindicales. El espacio que ofrece el consejo es suficientemente amplio como para tentar a los de la Mesa, o para dejarlos descolocados como “lilita” si lo rechazaran.
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