ECONOMíA
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Los representantes de la sociedad civil hicieron oír quejas y críticas
› Por Fernando Cibeira
“¿Y dónde estaba la sociedad civil mientras esto sucedía?”, atinó a responder el titular del FMI, Horst Köhler, cuando escuchaba que, uno tras otro, los representantes de las entidades religiosas, organizaciones de derechos humanos y ONG con los que se reunió ayer le reprochaban la falta de control que habían tenido los organismos internacionales al enviar dinero a la Argentina desentendiéndose de su uso final, lo que derivó en una clase política con los bolsillos llenos, una economía devastada y una multimillonaria deuda externa. “Denunciándolo”, pudieron decir unos cuantos, con lo que a Köhler no le quedó otra que reconocer que el Fondo se encuentra ahora en una etapa en la que trata de aprender de sus propios errores. El atisbo de autocrítica alcanzó para que algunos de los participantes del encuentro reconocieran que el organismo, efectivamente, busca lavarse la cara y que un diálogo como el de ayer hubiera sido imposible hasta hace poco.
Köhler se sorprendió de algunas cosas que escuchó en la reunión. Tal vez no tanto por no conocerlas sino porque alguien se las dijera cara a cara. La cuestión fue que el encuentro realizado en el Hotel Sheraton se prolongó una hora y media más allá de lo previsto, lo que puede interpretarse como una muestra del interés del titular del FMI en oír otras voces que no sean las habituales del establishment.
Por ejemplo, escuchó el reclamo que llevó la Iglesia Católica a través del titular de Cáritas, monseñor Jorge Casaretto. “No se puede hacer frente al servicio de la deuda a costa de asfixiar la economía de un país, y ningún gobierno puede pedir moralmente a su pueblo privaciones incompatibles con la dignidad humana”, sostuvo Casaretto, frase que reiteró en un documento que le dejó al alemán. También estuvieron representados la Mesa del Diálogo, Poder Ciudadano, el CELS, Conciencia, la AMIA, la Federación de Iglesias Evangélicas, la Casa para la Difusión del Islam y el Plan Fénix, a través del economista Aldo Ferrer.
Sin necesidad de ponerse de acuerdo en lo que iban a decir, al momento de hablar cada participante local del encuentro sintonizó una melodía similar: hicieron una descripción del proceso de deterioro de la economía argentina, del cual subrayaron como parte responsable al FMI y su política hacia el país. En general, se lo responsabilizó de haber enviado fondos que se perdieron en los laberintos de la corrupción y las actividades especulativas en vez de haber alentado la producción y el crecimiento. “Aquí los intereses corporativos primaron muchas veces sobre el bien común”, fue otra frase de Casaretto.
La insistencia en remarcar la responsabilidad del Fondo en la debacle económica incomodó a Köhler, en un diálogo que los participantes luego describieron como “áspero pero sincero”. El alemán contó que había notado que entre los argentinos era una costumbre buscar chivos expiatorios y echar las culpas hacia afuera. “Ustedes tienen problemas de corrupción”, dijo Köhler, además de subrayar que por aquí era costumbre votar leyes en el Congreso –recordó la del déficit cero aprobada en la gestión de De la Rúa– que luego alegremente no se cumplen.
Pero algunos de los presentes lo interrumpieon diciéndole que si estaban allí era justamente porque en su momento habían denunciado varios ítem de su enumeración. “Le contamos que, además de denunciar la corrupción, tratamos de crear conciencia cívica en la sociedad generando espacios de diálogo y tratando de que la voz de la sociedad civil fuera escuchada cuando la Justicia y los organismos internacionales parecían no escuchar”, sostuvo Mario Rejtman Farah, presidente de Poder Ciudadano. No fue el único cruce. Cuando Köhler insistió en remarcar los problemas que tenían los argentinos en hacerse cargo de sus problemas, monseñor Casaretto lo cortó. “Para sermones, el especialista soy yo”, le dijo.
Un tema importante del encuentro fue el de las tarifas de los servicios públicos, uno de los puntos por los que viene haciendo presión el Fondo –quiere que se aumenten– para cerrar un acuerdo con el Gobierno. El titular del CELS, Horacio Verbitsky, puntualizó que esa pretensión marcha a contramano del estatuto del FMI, que establece que sus objetivos serán los niveles de empleo y el ingreso de los ciudadanos. El encargado de responder fue el director del Hemisferio Occidental, el indio Anoop Singh, quien aseguró que no habían venido a presionar por las tarifas, pero que había que tener en cuenta los compromisos asumidos con las empresas.
“Tenemos que mirar cómo seguimos para adelante”, arengó Singh. Pero Verbitsky le respondió que también sería bueno si se mirara un poco hacia atrás, porque verían que durante la convertibilidad las empresas no mantuvieron las tarifas congeladas, sino que las actualizaron de acuerdo al índice inflacionario de los Estados Unidos.
En su confesa intención de mostrar una nueva cara, los funcionarios del FMI aseguraron ser partidarios de la puesta en marcha de políticas sociales, siempre y cuando eso no signifique nuevos nichos de corrupción. El indio Singh sorprendió con una revelación: dijo ser el autor intelectual del Plan para Jefas y Jefes de Hogar, idea que le habría acercado al matrimonio Duhalde. Aldo Ferrer les aclaró que a esta altura el país no necesita que envíen más dinero sino que “nos dejen crecer”.
Aunque el tono fue duro, los participantes del encuentro quedaron conformes por haber podido decir lo suyo frente a quien correspondía. “Era hora de que no se reuniera sólo con los responsables de la debacle del país sino también con quienes intentan representar a sus víctimas”, opinó Verbitsky. “Es muy saludable que el FMI abra el diálogo a otros interlocutores que no sean economistas ni banqueros”, apoyó Rejtman Farah.
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