EL MUNDO › DURAS NEGOCIACIONES DE LOS SOCIALISTAS PARA FORMAR ALIANZA

Zapatero, el equilibrista

El Partido Nacionalista Vasco (PNV) aparece como el más probable aliado del PSOE, aunque el espinoso tema del terrorismo pueda jugar de obstáculo. El gobierno desea lograr un consenso con el PNV y el PP contra la ETA.

 Por Oscar Guisoni

Desde Madrid

Esta semana será clave para José Luis Rodríguez Zapatero. Los socialistas españoles vencedores de las últimas elecciones nacionales están obligados a buscar aliados que garanticen la reelección al actual presidente del gobierno, ya que no obtuvieron la mayoría absoluta en el Parlamento. Todo apunta a que el principal sostén vendrá del Partido Nacionalista Vasco (PNV), aunque el espinoso tema del terrorismo y la convocatoria por parte del presidente del gobierno regional, Juan José Ibarretxe, a un referéndum para decidir sobre la soberanía de la región en octubre próximo se interponen en el camino. El PSOE pretende construir un nuevo consenso en la lucha contra ETA para el que cree imprescindible sumar a los nacionalistas y al PP como principal partido de la oposición antes de encarar la conformación de un eventual gobierno de coalición estable con el PNV.

Zapatero no quiere volver a tener cuatro años de discusiones públicas con el Partido Popular sobre la política antiterrorista y teme que si concierta un gobierno con los nacionalistas vascos la oposición vuelva a acusarlo de estar intentando negociar otra vez con ETA. Por lo tanto, junto con las negociaciones que abrirán esta semana los socialistas con sus eventuales aliados, la administración Zapatero pretende incorporar al debate público la necesidad de un nuevo consenso en torno de la espinosa cuestión del terrorismo, basado en cinco grandes principios no escritos, según anticipó ayer el diario El País en su edición dominical. El nuevo consenso, según el gobierno, debería girar en torno de la eficacia de la lucha policial y judicial contra ETA y su entorno, continuar profundizando su aislamiento político, aumentar la colaboración internacional contra la organización –en el PSOE están muy atentos a la pérdida de los pocos apoyos internacionales que le quedaban a ETA en Sudáfrica y el norte de Irlanda– y, por último, sacar el tema antiterrorista del debate político.

Durante estos días los socialistas deberán resolver su particular cuadratura del círculo para alcanzar los votos necesarios que le garanticen a Zapatero la investidura durante los primeros días de abril en el Congreso de los Diputados. Después de cuatro años en los que gobernó apoyándose en el puñado de diputados de Izquierda Unida y Esquerra Republicana de Catalunya, el PSOE se encuentra ahora con que debe pagar los platos rotos por haber concentrado todo el voto de izquierda en torno de Zapatero, provocando el desplome de sus aliados en el Parlamento. Sin la izquierda tradicional, los socialistas no tienen otra opción que recurrir a los partidos nacionalistas vascos, catalanes y gallegos.

El principal escollo para que Zapatero forme un gobierno de coalición con estas fuerzas políticas proviene en principio de sus propias filas. Los socialistas vascos, que vienen de ganar por primera vez las elecciones en la región, son opositores al PNV en Bilbao y tienen por delante las próximas elecciones regionales en las que pretenden arrebatarle el gobierno después de un cuarto de siglo de hegemonía nacionalista. Es difícil para ellos encontrar el equilibrio entre ser aliados en Madrid y opositores en el País Vasco. El PNV, por su parte, tampoco tiene fácil el camino hacia una eventual alianza con los socialistas. Ayer, durante la celebración del Aberri Eguna, día de la patria vasca, su presidente Iñigo Urkullu ofreció al PSOE la oportunidad de llegar a un acuerdo para dar “un paso de gigante” en el autogobierno de la región, pero le advirtió que no quiere un “pacto de rebajas”, en referencia a la pretensión de los socialistas de que antes de integrar una coalición en Madrid, los nacionalistas deben anunciar públicamente que no harán el referéndum sobre la soberanía en octubre que el gobierno considera anticonstitucional.

Lograr el apoyo de los nacionalistas catalanes de Convergencia I Unió es aún más difícil. Los socialistas arrebataron hace cuatro años el gobierno regional que también era controlado por CIU desde el retorno de la democracia, una herida que CIU nunca acabó de digerir. Algunos dirigentes de esta formación insinuaron incluso antes de las elecciones que sólo apoyarían a Zapatero si el PSOE local estaba dispuesto a cederles el gobierno en Barcelona. Ante semejante pretensión los ánimos quedaron caldeados, y aunque la plana mayor de CIU desautorizó esta línea política, es difícil que los nacionalistas vayan más allá de un eventual apoyo a Zapatero durante la cesión de investidura, sin comprometerse en un gobierno de coalición estable. Además, los socialistas catalanes sienten que su gran victoria el 9 de marzo ha sido decisiva, ya que sacaron un millón de votos de diferencia al PP en el distrito, lo que los sitúa en una posición de fuerza en Madrid dentro del delicado tablero de las alianzas internas del partido y del futuro gobierno. A Zapatero sólo le queda el consuelo de contar con los nacionalistas gallegos, con los que los socialistas comparten el gobierno regional, sólo que con sus escasos dos diputados en Madrid es poco lo que podrán ayudarlo durante los próximos cuatro años.

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Zapatero no quiere cuatro años de discusiones públicas con el PP sobre la política antiterrorista.
Imagen: AFP
 
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