Vie 16.05.2008

EL MUNDO  › TESTIMONIOS DE LOS GITANOS QUE VIVEN EN ROMA

“Nos llevarán a un campo lejos”

El gobierno de Silvio Berlusconi está de vuelta y ha lanzado con todo el aparato mediático una situación de emergencia: la inseguridad es culpa de “los sin papeles”. En Italia el enemigo número uno pasó a ser el inmigrante.

› Por Miguel Mora *

Desde Roma

Cientos de inmigrantes fueron detenidos en Italia en los últimos días, en una operación policial contra “el crimen y la inmigración clandestina”: una señal de la decisión del nuevo gobierno de derecha por endurecer su política hacia los “sin papeles”. En la operación iniciada el 7 de mayo pasado, en 9 de las 15 regiones administrativas, la policía detuvo en total a 383 personas –105 de ellos italianos– y el resto extranjeros, 53 de los cuales fueron expulsados de inmediato, informó el jefe del operativo. Los alcaldes de Milán y Roma anunciaron, por su parte, que designarán un comisario extraordinario para los gitanos.

“Mis parientes fueron enterrados vivos en Gorazde (Yugoslavia) en 1940 y 1941. En Auschwitz nos gasearon. Y ahora tenemos miedo otra vez. Vivimos en Italia desde hace 40 años, y el Estado nunca ha hecho nada por nosotros. Están preparando leyes racistas”, dice Hakia Husovic, gitano bosnio llegado a Italia en 1969. “Mis hijos son italianos, no saben hablar otra cosa, pero no tienen oportunidad de trabajar”, relata Hakia Husovic. “Los gitanos somos como las nubes. No tenemos derechos, no tenemos luz, el agua nos la pusieron hace dos años. Ya nos han dicho que nos van a echar de aquí, nos llevarán a un campo lejos de la ciudad. ¿Qué harán con nosotros? Yo se lo diré: nos meterán en campos de concentración modernos.” Husovic tiene seis hijos y 30 parientes a su cargo. La mayoría son italianos. Según el número oficial del Ayuntamiento, pintado en amarillo en la pared trasera de su villa, su casa es la número 23 de las 157 que hay en el campamento de Casilino. “Aquí viven 650 personas, es el más antiguo de Roma. Aunque está autorizado, no cumple las condiciones sanitarias”, explica Paolo Ciani, especialista en minorías de la organización católica Comunidad de San Egidio.

Casilino es uno de los 25 campamentos gitanos que hay en Roma. Entre todos, alojan a 10.000 personas. Las ONG calculan que en Italia viven entre 130.000 y 150.000 gitanos y que la mitad son italianos, unos 50.000 son rumanos y el resto son yugoslavos. Muchos empezaron a llegar a finales de los años sesenta, cuando en las villas Casilino sólo vivían emigrantes italianos, gente de Sicilia, Calabria y el Véneto. “Poco a poco, los italianos fueron comprándose casas y dejando sitio a los gitanos de Yugoslavia. Montenegrinos, bosnios, kosovares... A ellos se sumaron muchos otros en los años noventa, huyendo de la guerra”, dice Ciani.

Muchos gitanos de Casilino llevan más de media vida en el país, pero aún no tienen permiso de residencia; otros son italianos, pero todavía no han sido reconocidos por el Estado. Según Antonio Ricci, de Caritas Italia, eso demuestra el abandono absoluto que ha caracterizado la política del Estado hacia los gitanos. “Yo llegué asilado en 1991, era suboficial de la Armada”, recuerda Naio Adzovic, montenegrino, periodista y escritor, residente en Casilino. “Y seguimos igual que hace 15 años, abandonados y en las mismas chabolas. Pero muchos no tenemos ya un país al que volver porque no existe.”

Algo más ha cambiado en los últimos tiempos en este rincón infame y lejano de la periferia romana, plagado de niños, que el miércoles, al volver de la escuela, jugaban al fútbol entre la basura y las ratas. En los últimos años, desde que en 2001 empezaron a llegar progresivamente los zíngaros rumanos, los gitanos que viven en Italia dejaron de ser ignorados para convertirse en el enemigo público número uno.

El gobierno de Silvio Berlusconi ha vuelto al poder y ha lanzado, con tanta celeridad como aparato mediático, una situación de emergencia. “Parece una locura, pero es así –explica Ciani–, en el país de la Mafia, la Camorra y la N’dran-gheta, el primer enemigo de la seguridad no es el crimen organizado, sino la gente que intenta escapar de la pobreza.” El panorama venía cociéndose desde hace un par de años. “Los medios siempre hablaron de una invasión –recuerda Ciani–, aunque la verdad es que llegaron gitanos rumanos en la misma proporción demográfica que hay en Rumania: un 10 por ciento del total.”

Il Giornale, un periódico del imperio Berlusconi, tituló el 2 de enero de 2007, un día después del ingreso de Rumania en la UE: “Medio millón de rumanos vienen hacia aquí”. Era mentira. La emigración rumana era masiva y estaba ya en Italia desde hacía años. La UE ha recordado a Italia que es el país que menos dinero dedica a la integración: menos de cuatro millones de euros entre 2000 y 2005, durante el último gobierno de Berlusconi. Probablemente, los 750.000 inmigrantes rumanos y los 150.000 gitanos que viven en Italia se conformarían con sentirse iguales. “Nunca nos llevan a la televisión para contar nuestra realidad, dicen pestes de nosotros y si uno comete un delito nos crucifican a todos”, comenta Naio Adzovic.

* De El País de Madrid. Especial para Página/12.

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