Por John Aglionby
Desde Yakarta

Una bomba estalló en la noche de ayer en un ómnibus en los suburbios de Manila, la capital de Filipinas, matando al menos a tres personas e hiriendo a 20. La explosión, que se produjo a las 22 en la zona Quezon City de la capital, llegó horas después de que una granada explotara en el distrito financiero de Makati y al día siguiente de dos atentados que provocaron siete muertos y 150 heridos en la sureña ciudad de Zamboanga.
Según testigos, la bomba explotó en la parte trasera del ómnibus de 60 asientos, destruyendo parte del techo. Los escombros volaron a un radio de 210 metros del vehículo. La policía demoró horas removiendo los cuerpos y algunos de los heridos estaban graves. La granada en Makati no produjo víctimas, pero sí un pánico general. El caos se intensificó unas horas más tarde cuando un edificio de oficinas tuvo que ser evacuado por una amenaza de bomba. El alcalde de Manila, Lito Atienza, impuso un toque de queda para todos los menores de 18 años. Nadie se atribuyó la responsabilidad de las explosiones, ni tampoco de los dos ataques en Zamboanga, pero las fuentes de seguridad culpan a los extremistas musulmanes, particularmente al grupo Abu Sayyaf, cuya base se encuentra al sur del país y ha dicho que tomará venganza por la ofensiva militar que se está llevando a cabo en su persecución.
Los ataques mortíferos de Zamboanga provocaron siete muertos y 160 heridos. La presidenta Gloria Arroyo visitó la escena de los dos centros comerciales adyacentes que fueron atacados y dijo que las fuerzas de seguridad habían identificado a cuatro sospechosos y estaban tras ellos. Arroyo señaló que los culpables serían apresados con la ayuda de la sociedad civil. “Los terroristas no pueden sobrevivir por mucho tiempo en un medio ambiente hostil. Démosle ese entorno al terrorismo”, dijo.