Vie 30.01.2009

EL MUNDO  › FUE UNA DE LAS MOVILIZACIONES MAS GRANDES DE LOS ULTIMOS VEINTE AÑOS

Francia protestó contra la recesión

Los franceses fueron protagonistas ayer de la primera huelga y gran protesta callejera contra las medidas económicas adoptadas por Nicolas Sarkozy para paliar la crisis. Más de dos millones se manifestaron a lo largo del país.

› Por Eduardo Febbro

Desde París

Fiel a la tradición de republicanos rebeldes, los franceses protagonizaron ayer la primera huelga y gran protesta callejera que se lleva a cabo en una economía central contra la recesión y las medidas adoptadas por el gobierno para paliar los efectos de la crisis mundial. Más de un millón de personas respetó las consignas de huelga lanzadas por los ocho sindicatos del país y el conjunto de los partidos de izquierda al tiempo que más de dos millones participaron a lo largo del país en las casi 200 manifestaciones que marcaron una jornada donde el presidente francés, Nicolas Sarkozy, aunó en torno de su imagen todos los sarcasmos.

Aunque la movilización callejera fue sustancial, el impacto de la huelga fue menor en los transportes públicos, donde se esperaban las mayores perturbaciones. No hubo el prometido “jueves negro” pero sí en cambio un jueves para marcar una página especial en la historia de las protestas callejeras, debido a la sólida respuesta de todos los sectores, tanto privados como públicos. Los sindicatos y la policía difieren como siempre en el cálculo del número de manifestantes –un millón para las autoridades, dos millones y medio según las centrales sindicales–, pero lo cierto es que, tal como lo resaltó François Cherèque, secretario general de la CFDT, se trató de una movilización entre “las más grandes” de los últimos veinte años.

Según cifras oficiales, una cuarta parte de los casi 5 millones de funcionarios participó en la huelga convocada por todas las centrales sindicales en defensa del empleo, el poder adquisitivo, los servicios públicos y, por añadidura, en contra de las medidas adoptadas hasta hoy por el Ejecutivo para subsanar los efectos de la crisis financiera mundial. Se trató además de la primera protesta social de envergadura desde la elección de Nicolas Sarkozy en mayo de 2007.

Además de la enseñanza, donde la mitad de los profesores acataron la huelga, el paro perturbó sobre todo al transporte público urbano, ferroviario y aéreo. Es “un acontecimiento social de gran importancia” y no “una explosión de cólera pasajera, habrá consecuencias”, estimó Bernard Thibault, líder de la CGT, principal organización sindical. Lo más imponente del día fueron las movilizaciones callejeras en 200 manifestaciones a lo largo de toda Francia y en las que participaron numerosos trabajadores del sector privado, particularmente en las regiones donde el tejido económico e industrial paga el alto tributo de la crisis. En París, la policía evaluó la participación en unas 65 mil personas, una cifra muy alejada de la realidad de la marcha que se inició en la histórica Plaza de la Bastilla. El Ejecutivo francés logró en todo caso evitar las consecuencias de un país bloqueado por la huelga en los transportes públicos porque estos funcionaron con una frecuencia mayor a la esperada. En el sector ferroviario la participación ascendió al 41 por ciento, según las fuentes sindicales mientras que el Métro parisino circuló con un 75 por ciento de su capacidad y los autobuses de la capital en un 85 por ciento.

El presidente francés, Nicolas Sarkozy, adoptó un perfil moderado en su análisis de la huelga, muy lejos de las provocaciones de antaño en cuanto a los efectos de las huelgas. Sarkozy consideró que “la crisis tiene una amplitud sin precedentes que afecta a la economía mundial y provoca en Francia como en todas partes en el mundo una inquietud legítima”. La secretaria general del Partido Socialista, Martine Aubry, criticó a Sarkozy, a quien consideró “un presidente que se mantiene mientras nos ha metido en la recesión con su política, incluso antes de que llegase la crisis financiera”.

El telón de fondo de las manifestaciones fue precisamente el perfil de las medidas decididas por el gobierno para enfrentar la crisis mundial. Sarkozy aparece hoy ante la opinión pública como un dirigente que inclinó la balanza sólo para ayudar a los sectores poderosos, es decir, los bancos y los empresarios, al tiempo que mantuvo un programa de reformas que tiende a recortar los gastos sancionando a los menos favorecidos. Nicolas Sarkozy pudo medir ayer en la calle los elevados niveles de encono que suscita. La gran mayoría de bromas, carteles, máscaras, consignas, juegos de palabras y cantos tenían al presidente como blanco predilecto. Una marea humana dejó bien claro la angustia que la volcó a la calle y al dirigente a quien hace responsable de la inestabilidad. La historia de fascinación entre Sarkozy y una parte de la sociedad tal vez escribió ayer su última página.

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