Dom 03.11.2002

EL MUNDO  › COMO SON LAS ELECCIONES QUE PUEDEN CAUSAR UNA CRISIS ECONOMICA MUNDIAL

Una Turquía al borde de caerse del mapa

Turquía estuvo el año pasado a punto de convertirse en la Argentina. La salvaron su ubicación estratégica y su alianza con Estados Unidos. Pero en las elecciones de hoy, casi cualquier cosa podría ocurrir. Entre ellas, el triunfo de un partido islamista y la precipitación de la desconfianza de los inversores internacionales.

Por Juan Carlos Sanz
Desde Ankara

No concede entrevistas. ¿Para qué? Sus tres cadenas de televisión, su red de emisoras de radio y sus periódicos se ocupan de airear un mensaje populista y ultranacionalista en el que demoniza a la Unión Europea y al Fondo Monetario Internacional. “Los extranjeros son los culpables de todos los males de los turcos”, viene a decir en su campaña. Hace apenas tres meses que fundó el Partido de la Juventud y los sondeos lo sitúan en tercer lugar en las elecciones legislativas del domingo. Dinámico y juvenil a sus 42 años; buen mozo, rico y famoso, ¿para qué meterse en política en un país tan impredecible como Turquía? Cem Ulzan figura en un lugar destacado de la revista Forbes, entre las mayores fortunas del planeta. Además del grupo mediático Star, controla Telsim, el segundo operador de telefonía móvil turco. Compró el ático de la Torre Trump: 1500 metros cuadrados sobre el cielo de Manhattan. Hasta tuvo un equipo de fútbol como el primer ministro italiano, Silvio Berlusconi. Y también problemas con la Justicia. Sobre Ulzan pesa una orden de busca y captura en Estados Unidos por una presunta estafa de 2700 millones de dólares a las multinacionales Nokia y Motorola.
Su vida cambió cuando se le abrió otro proceso en Turquía que puede llevarlo a la cárcel. No le importa dilapidar decenas, puede que centenares, de millones de euros de su fortuna personal con tal de no acabar en una mazmorra turca. Su campaña ha sido un éxito: conciertos de música pop donde se ofrece generosamente comida y bebida, promesas de trabajo y terrenos para edificar una casa a los votantes. Todo vale con tal de lograr la inmunidad parlamentaria. Se trata de un lujo caro en Turquía, donde para poder contar con escaños los partidos deben lograr al menos el 10 por ciento de los votos en el conjunto de la nación. ¿Será acaso por dinero? Ulzan contrató a Alí Tharan, el mejor agente de imagen y publicidad turco. Después se compró una organización política, el Partido del Renacimiento, y le cambió el nombre para no perder tiempo en trámites burocráticos. Y los tres canales de Star están a su exclusivo servicio.
En Ankara crece la sospecha de que sólo pueden informar sobre los actos públicos de Ulzan los periodistas de los medios que él mismo controla. Los millones de abonados de Telsim, mientras tanto, no dejan de recibir mensajes electorales del Partido de la Juventud en la pantalla de su móvil.
El Berlusconi turco lanza en su campaña mensajes tan simples como “Abran paso a Turquía” o “Nadie puede parar a Turquía”. Viaja en su avión o en sus helicópteros privados recorriendo el país dando mitines ante miles de jóvenes con banderas blancas y rojas con el anagrama de las dos medias lunas enfrentadas ante una estrella que recuerda vagamente tanto a la enseña turca como al logotipo del Partido de Acción Nacionalista, la ultraderecha que hasta ahora ha compartido el poder con Bulent Ecevit y que corre el riesgo de ser desalojada de la Cámara por el Partido de la Juventud.
Ulzan insiste en sus actos de campaña en que Turquía debe recuperar la “dignidad y el honor”, mientras suenan de fondo marchas fascistoides. “Es el hombre que puede salvar a Turquía –dice uno de los jóvenes en un mitin retransmitido por la cadena Star–, y como ya es rico, no robará como los otros políticos.” Su campaña remeda la de muchos magnates populistas, anclados en la derecha y la defensa de sus intereses personales, pero que puede ganar precisamente por su brutal desconexión con elites desprestigiadas que han gobernado su país de origen por demasiado tiempo.
Su mensaje populista cala con fuerza entre los jóvenes desempleados de las ciudades y entre las familias empobrecidas de la Anatolia profunda, en medio de la peor crisis económica que vive Turquía en más de 50 años. Para muchos turcos proeuropeos, Cem Ulzan, a pesar de su pelo rubio y sus ojosazules, encarna la cara más oscura de Turquía: un orgulloso aislacionismo asiático, un discurso inquietante que parece heredado del de los Lobos Grises, los escuadrones de la muerte de ultraderecha de la agitada Turquía de los años setenta. En Ankara resulta evidente el dilema turco: o Europa o el caos.

(De El País de Madrid, especial para Página/12.)

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