La CIA recibió ayer el peor golpe en Afganistán desde el principio de la guerra en 2001. Ocho civiles norteamericanos murieron en un ataque contra una base militar utilizada por la agencia de inteligencia. Según informó el diario The Washington Post, el atacante suicida logró superar la vigilancia militar y se inmoló en un salón utilizado como gimnasio. La base se llamaba Chapman y era una posición de avanzada cerca de la frontera con Pakistán, en la provincia de Jost. “Esta es la pesadilla que estábamos esperando desde que entramos a Afganistán e Irak”, aseguró John McLaughlin, ex vicedirector de la CIA. La región fronteriza con Pakistán es uno de los bastiones que mantienen los talibán y los jefes tribales en Afganistán y, por eso, es uno de los objetivos de la nueva estrategia anunciada recientemente en Washington. Obama anunció a principio de mes el despliegue de 30 mil tropas más, lo que implícitamente significa que también aumentará el número de civiles norteamericanos –contratistas, agentes de inteligencia y empleados administrativos– en el terreno. Ayer el Post informaba que, de forma discreta, la CIA venía aumentando su personal en Afganistán. Según el matutino, la agencia de inteligencia es la responsable por los ataques de los aviones no tripulados que atacan incesantemente la frontera con Pakistán y son los responsables de muchos de los operativos antinarcóticos en el país, el principal productor de opio del mundo. Al tiempo que se conocía el atentado contra la CIA, el contingente canadiense denunció la muerte de cuatro de sus soldados.
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