EL MUNDO
Cómo es Basilán, nuevo escenario de la guerra antiguerrilla de EE.UU.
Ayer empezó en Filipinas una nueva ofensiva de EE.UU., uno de cuyos aviones fue atacado por fuego rebelde. Aquí un testimonio desde el lugar.
Por John Aglionby*
Desde Basilán, sur de Filipinas
El cabo al frente de la patrulla sostuvo su puño en alto. En un movimiento bien ensayado, las dos docenas de Rangers de elite fuertemente armados se arrojaron al suelo y desaparecieron rápidamente dentro del follaje del bosque. Por un minuto, los únicos sonidos fueron las hojas moviéndose en las ramas y un búfalo solitario aullando en la distancia. Luego, decidiendo que el enemigo no estaba cerca, el teniente Ramón Gurat, comandante de una unidad del ejército filipino, ordenó a sus hombres que avanzaran de nuevo. “La jungla es tan densa que podés estar a dos metros del enemigo sin saber que está allí –dijo–. Simplemente desaparecen entre los árboles y te atacan desde atrás. No hay línea del frente.”
Ayer Basilán, una isla calurosa, húmeda y cubierta de jungla en el sur de Filipinas se convirtió en el último foco de la guerra de Estados Unidos contra el terrorismo con el lanzamiento de una misión de seis meses con la que militares estadounidenses entrenarán a filipinos en su lucha contra el extremismo islámico. El ejercicio, que llegará a involucrar a 650 norteamericanos, incluyendo 150 de las fuerzas especiales, equivale a la primera misión militar de envergadura de Washington fuera de Afganistán desde el 11 de septiembre. El enemigo es una banda de desharapados de no más de 100 guerrilleros. Afirman estar combatiendo por un Estado islámico separado en el sur de Filipinas, pero hacen poco más que secuestrar gente para pedir un rescate. Se llaman a sí mismos Abu Sayyaf (Portador de la Antorcha), tienen vínculos estrechos con Al-Qaida –dice Washington– y actualmente tienen tres rehenes: una pareja de misioneros americanos y una enfermera.
Oficialmente, ninguno de los militares norteamericanos va a entrar en combate, y meramente asesorarán y entrenarán a sus pares filipinos sobre cómo derrotar a Abu Sayyaf. Pero los ejercicios están usando a los rebeldes como el verdadero enemigo y las fuerzas especiales de Estados Unidos serán destinadas a auténticas unidades de la línea del frente. Robert Fitts, el embajador provisorio de Washington, sintetizó ayer la participación de Estados Unidos en una simple ceremonia con 150 militares filipinos y norteamericanos para marcar el inicio del ejercicio, llamado Balikatan (hombro a hombro). “Estamos aquí para ayudar a eliminar los parásitos terroristas que amenazan a los filipinos así como a Estados Unidos –declaró–. Para aquellos de ustedes que deseen mal para los filipinos y quieran aterrorizar a su pueblo, puedo asegurarles que este ejercicio va a desarrollar las capacidades y mantener la determinación de las fuerzas armadas para eliminarlos.”
Pese a la etiqueta de “entrenamiento”, la misión de EE.UU. está rodeada de peligros potenciales. Basilán es un lugar donde señores de la guerra de clanes locales mantienen bajo su control pequeños feudos, gracias a bandas fuertemente armadas. “Hay tantas armas que a menudo es imposible decir quién es un miembro de qué grupo –dice Rosco Kalif, un predicador islámico en la aldea de Puntocan, al pie del Monte Basilán–. Para los norteamericanos va a ser difícil saber quién es el enemigo y quién es alguien que meramente está portando un arma.”
Washington está suministrando 30.000 rifles M-16, equipos de visión nocturna, ocho helicópteros, una nave de patrulla costera y 100 millones de dólares. “Esa es la razón de que los norteamericanos estén aquí –dice el mayor general Glicero Sua, comandante de los 6000 soldados que están cazando a Abu Sayyaf–. Necesitamos sus capacidades, su tecnología y su pericia”. Muchos analistas creen que es el vínculo con Al-Qaida lo que está chupando a Washington dentro de la región. “La actual administración es un mago de un solo truco –dijo un empresario norteamericano que pidió no ser identificado– y conoce sólo un modo de resolver un problema.”
Funcionarios norteamericanos creen que Mohammad Jamal Khalifa, un cuñado de Osama Bin Laden, reclutó al filipino Abdurajac Abubakar Janjalani para formar Abu Sayyaf después de que el segundo luchara contra las tropassoviéticas en Afganistán a finales de los años ‘80. Khalifa vivió en las Filipinas de 1986 a 1994, trabajando para la Organización Internacional de Ayuda Islámica, pero el vínculo entre Al-Qaida y Abu Sayyaf nunca se probó.
Algunos analistas creen que puede haber un vínculo financiero, pero un agente de inteligencia filipino basado en Basilán está convencido de que la conexión es más fuerte. Afirma que a finales de los años ‘90, hasta 30 extranjeros provenientes de Pakistán y de Medio Oriente vivieron y predicaron una forma extrema del Islam entre los 300.000 residentes de Basilán. “Decían que el deber de un musulmán era matar al menos un cristiano –relató, refiriéndose a unas notas tomadas en reuniones que se remontan a 1995–. También entregaban dinero.” El hombre, que trabaja la mayor parte del tiempo en un puesto cualquiera en la comunidad local, también dijo tener evidencia de que dos agentes durmientes de Abu Sayyaf dejaron Basilán en octubre pasado y que al menos uno se fue a Pakistán. “Creemos que fue allí a discutir planes para el futuro”, dijo.
Formado en 1988, Abu Sayyaf saltó al conocimiento público hace casi tres años cuando raptó a más de una docena de extranjeros en un complejo turístico malayo. Hizo más de 14 millones de dólares en rescate y como resultado vio que la cantidad de miembros se incrementó a varios miles de combatientes. Pero en el último año, a medida que los militares filipinos intensificaban su campaña, ese respaldo se derrumbó. Además de los 100 combatientes, la inteligencia militar fija el número de activistas en 500.
Los líderes del grupo están bajo fuertes presiones, de acuerdo con Rey Bayoging de la Radio Mindanao de una ciudad cercana a Zamboanga, que los rebeldes usan para comunicarse con el mundo exterior. “Solían llamarnos seguido, pero ahora es cada vez menos lo que sabemos de ellos”, dijo. En el último mensaje del grupo, enviado hace unos 10 días, el líder rebelde, Abu Sabaya tildó a los norteamericanos como “los verdaderos bandidos”. “Nosotros solo estamos ejercitando nuestros derechos dados por Dios de protegernos –dijo–. Si Dios quiere, ustedes van a ser los perdedores y la lucha no va a carecer de voluntarios.”
Mucha gente cree que elementos de los militares filipinos están cooperando con Abu Sayyaf. Cirilo Nacorda, un cura de Lamitan, Basilán, que fue secuestrado por dos meses por el grupo en 1994, está convencido de que la complicidad es escandalosa. Nacorda describió cómo Abu Sayyaf invadió su complejo de iglesia y hospital en junio pasado. “Los militares lo rodearon por 18 horas y luego, de repente, retiraron una compañía, dejando el camino libre para que Abu Sayyaf se escapara.”
Los militares niegan cualquier connivencia. El general Sua dice que su fracaso en vencer al grupo se debe al terreno inhóspito, el superior conocimiento de la isla por parte de los rebeldes y al deseo de las autoridades de liberar a los rehenes en lugar de meramente aplastar a Abu Sayyaf. “Podríamos tirar bombas y dispararles –dijo– pero estamos privilegiando la seguridad de los secuestrados.”
El gobernador de la isla Wahab Akbar, un ex guerrillero del Frente Moro de Liberación Nacional, cree que los militares deberían retirarse. “Nosotros podemos arreglarnos con ellos a nuestra manera –dijo–. De ser necesario vamos a agarrar a sus familias (de Abbu Sayyaf) y van a sufrir el mismo problema”. Akbar dice que el problema en Basilán, con secuestros y luchas armadas como cuestiones cotidianas, es “70 por ciento pobreza, 20 por ciento historia, cinco por ciento economía y cinco por ciento el resto”. Los líderes comunitarios acuerdan. El gobierno está haciendo algún progreso político, pero poca gente en Basilán cree que la presencia norteamericana pueda ayudar a alcanzar una paz permanente.
“Estoy feliz de que los norteamericanos estén acá, pero creo que todavía va a ser un largo conflicto”, dijo Lillian Lan, la dueña de una tienda de Isabela, la principal ciudad de la isla. “Creo que la lucha va a durar por lo menos otro año.”
* De The Guardian, de Gran Bretaña, especial para Página/12.
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