EL MUNDO › QUIEN ES EL PODER DETRAS DEL TRONO DEL IMPERIO
El monje negro de George W.
Fue el cerebro principal de la campaña para ganar los comicios legislativos en noviembre y acumula un poder descomunal desde su oficina, contigua a la de Bush. Este señor se llama Karl Rove.
Por Enric González
Desde Washington
Karl Rove es uno de los hombres más influyentes de Estados Unidos. El “gurú” político del presidente George W. Bush ha adquirido tal poder, que el mismísimo Colin Powell, secretario de Estado y supuesto número tres del gobierno, por detrás del presidente y del vicepresidente, Dick Cheney, ha tenido que advertir a la Casa Blanca que no está dispuesto a aceptar órdenes de Rove. Dirige la política económica, hasta el punto de que el diario económico The Wall Street Journal ha acuñado el término “rovenomics”; dirige el aparato electoral republicano, e incluso se le atribuye gran parte de la estrategia respecto a Irak. Sin embargo, el ciudadano estadounidense apenas conoce al artífice de la popularidad de Bush, un hombre de aspecto gris que frecuenta el carísimo comedor del hotel Four Seasons, que apenas duerme y que trabaja en la oficina contigua al Despacho Oval.
Mark McKinnon, que trabajó como consultor de sondeos en la campaña presidencial de Bush, define a Rove como “el Bobby Fischer de la política”, refiriéndose al genial y paranoide campeón mundial de ajedrez. “Rove no sólo ve el tablero, ve también las siguientes 20 jugadas”, señala McKinnon. En enero pasado, sólo cinco meses después de los atentados del 11 de septiembre de 2001, Rove pronosticó que el terrorismo favorecería a los republicanos en las elecciones de noviembre, en las que se renovaba un tercio del Senado y la totalidad de la Cámara de Representantes.
“Los estadounidenses confían más en los republicanos que en los demócratas cuando se trata de fortalecer al Ejército y, por tanto, confiarán en los republicanos para obtener más seguridad”, indicó en una conferencia. En junio ordenó a todos los candidatos de su partido que basaran su campaña en Irak y el terrorismo, y que acusaran de antipatriotas a los demócratas cuando intentaran hacer notar lo mal que marchaba la economía.
Karl Rove, nacido el día de Navidad de 1950 en Denver (Colorado), lleva el republicanismo en la médula. Su padre era geólogo y el pequeño Karl pasó la infancia de excavación en excavación, saltando de una escuela a otra en pequeñas poblaciones de Colorado, Utah y Nevada. A los nueve años exhibió por primera vez sus colores, participando en la campaña de Richard Nixon contra John Kennedy. Más tarde pasó por cinco universidades sin licenciarse en nada, lo cual no le impidió presidir la Asociación de Universitarios de Tejas en 1973. Durante el escándalo del Watergate, atribuyó los problemas de Nixon a una “conspiración de liberales y comunistas”.
En 1973, como líder de los universitarios conservadores, conoció a George Bush padre, por entonces presidente del partido en Texas. Cuando Bush decidió competir con Ronald Reagan para obtener la nominación republicana en 1980, la primera persona a la que integró en su campaña fue Karl Rove, empleado por entonces en una firma de consultores políticos. La derrota de su jefe no le perjudicó, porque obtuvo de los Bush dinero suficiente para crear su propia empresa, Karl Rove & Co., que en 1981 dirigió la campaña de Bill Clements, el primer republicano que alcanzó el puesto de gobernador de Texas en más de un siglo.
Rove fue el cerebro de la conversión de los electores texanos, tradicionalmente demócratas, en republicanos. Era inevitable, por tanto, que George W. Bush le contratara en 1993, cuando se lanzó a la carrera electoral para lograr el cargo de gobernador. Desde entonces, Bush y Rove son inseparables.
La influencia de Rove sobre el presidente es comparable a la que ejerce Condoleezza Rice, la asesora de seguridad nacional. Seguramente es mayor, porque Rove, de temperamento volcánico, carece de la discreción de Rice eimpone sus puntos de vista. Fue él quien diseñó el fin de campaña de Bush para las elecciones del 5 de noviembre, con una agotadora gira por 15 estados en cinco días. El presidente, que odia viajar, se resistió. El partido desaconsejó la gira, porque suponía dañar la popularidad presidencial en caso de derrota. Pero Rove se impuso.
Karl Rove, que llegó a la Casa Blanca con 250.000 dólares en acciones de Enron y las vendió poco antes de la quiebra, trabajó con Dick Cheney en la elaboración del polémico plan energético nacional, que favorecía a las grandes compañías del sector. También fue Rove, con órdenes directas a los parlamentarios, quien forzó la aprobación de medidas proteccionistas para la industria del acero, ya que supondrían votos en 2004 en Estados del Medio Oeste, que Bush necesitaba para la reelección. Y fue él quien hace unos meses, cuando la mayoría de los republicanos empezaban a pensar en suavizar el cerco a Cuba, cortó en seco la iniciativa: los votos cubanos de Florida seguían haciendo falta.
“¿Quién dirige la economía de Estados Unidos? Karl Rove, el poderoso zar político de la Casa Blanca, cuando le dejan un momento sus ocupaciones bélicas”, escribió recientemente Albert Hunt, delegado en Washington del diario conservador The Wall Street Journal. En noviembre, cuando Nueva York anunció su candidatura a acoger la convención republicana de 2004, Rove la descartó de un plumazo alegando que el alcalde de la ciudad, el multimillonario ex demócrata Michael Bloomberg, no era lo bastante fiel al partido. El propio Bush tuvo que organizar un almuerzo entre Rove y Bloomberg para que el alcalde de la primera ciudad de Estados Unidos tuviera ocasión de congraciarse con el general Rove, como le llaman los demócratas por su protagonismo en la estrategia de enfrentamiento con Irak.
De El País de Madrid. Especial para Página/12