EL MUNDO › MáS DE OCHENTA PERSONAS MURIERON EN EL DESCARRILAMIENTO INTENCIONAL ANOCHE EN UNA ZONA RURAL
Según la policía, cerca de los escombros encontraron panfletos de un grupo vinculado con los rebeldes maoístas. Sin embargo, el vocero del movimiento desmintió la acusación. Pudo ser una bomba o un acto de sabotaje en las vías.
La de ayer fue una noche larga, caótica y llena de sufrimiento para los indios. El descarrilamiento de un tren de pasajeros y el choque contra uno de carga que venía en sentido contrario dejaron un reguero de sangre y cadáveres en una zona rural en el este del país. Al menos 80 personas murieron y más de 200 siguen siendo atendidas en los hospitales de la zona en lo que el gobierno sostiene fue un atentado. Según la policía, cerca de los escombros encontraron panfletos de un grupo vinculado a los rebeldes maoístas. Sin embargo, el vocero del movimiento, el Comité del Pueblo Contra las Atrocidades de la Policía, desmintió categóricamente la acusación. Al cierre de esta edición tampoco estaba claro si el descarrilamiento había sido causado por una bomba o un acto de sabotaje en las vías.
La escena del choque era de-sesperante. En medio de la oscuridad y el desamparo del campo, las pequeñas llamas de fuego iluminaban el enredo de vagones; el único sonido que se escuchaba eran los gritos de mujeres, hombres y niños que pedían ser rescatados o buscaban a sus familiares entre los escombros. “Por favor, ayúdeme, mi hija, no la encuentro”, imploraba durante la madrugada Mamoni Baghi a un socorrista, que acababa de llegar. Los dos trenes chocaron alrededor de la 1.30 hora local y los primeros socorristas y bomberos llegaron al lugar unas tres horas después. Baghi, de 30 años, contó que en el momento del descarrilamiento estaba durmiendo en su camarote con su esposo y su hija de ocho años.
Muchos de los pasajeros salieron disparados contra las paredes y por las ventanas de los vagones; algunos resultaron totalmente aplastados por el tren de carga que llegó de frente y se estrelló contra la formación que se había salido de las vías. El marido de Ba-ghi, Sheikh Nazrul, también fue extraído del tren y evacuado en helicóptero, gravemente herido. Es uno de los 200 que pelean por los escasos recursos médicos en los hospitales de la zona.
Mientras los socorristas intentaban atender a las personas que se encontraban atrapadas dentro de los vagones, los cuerpos de quienes no pudieron ser salvados yacían en las vías. Los que lograban ser rescatados y podían caminar recorrían las largas filas de cuerpos en busca de sus seres queridos. Uno de ellos era Vinayak Sadna. “Cuando recobré el conocimiento estaba atrapado entre dos asientos con una barra de hierro que me aplastaba la mano. Me quedé así durante tres horas antes de ser evacuado. No encuentro a mi mujer”, dijo, con los ojos llorosos y la voz cansada.
Formalmente ningún grupo reivindicó el choque como un atentado. Sin embargo, el gobierno del primer ministro Manmohan Singh dejó poco espacio a la duda sobre la intencionalidad del descarrilamiento y el choque de los trenes. Además de denunciar supuestos panfletos encontrados en el lugar, la policía recordó que esa zona, en las afueras la ciudad de Sardiha a 150 kilómetros de Calcuta, es uno de los bastiones de los rebeldes maoístas indios, conocidos como naxalitas.
La respuesta por parte de los supuestos responsables no tardó en llegar. “De ninguna manera estuvimos involucrados. Esto no fue obra nuestra. ¿Qué podemos hacer si alguien se atribuye la responsabilidad en nombre nuestro”, aseguró a la agencia de noticias local Press Trust of India el vocero del Comité del Pueblo Contra las Atrocidades de la Policía, Asit Mahato. Su movimiento es identificado por el gobierno como un aliado de los maoístas, considerados por el primer ministro Singh como la principal amenaza dentro del país.
Los rebeldes maoístas habían intensificado sus ataques recientemente y ayer era el día elegido para comenzar una huelga general de cuatro días en esa región del país. Sin embargo, los últimos atentados de los maoístas habían estado dirigidos a las fuerzas públicas, aunque muchas veces también provocaban víctimas civiles. A principio de mayo emboscaron un colectivo en el centro del país y mataron a 36 policías y civiles; un mes antes, habían atacado a un convoy policial. Mataron a 76 oficiales.
Por eso, el gobierno de Singh lanzó una ofensiva militar inédita en todo el territorio. Aumentó la presencia de las fuerzas de seguridad y declaró a la guerrilla maoísta como una amenaza a la seguridad nacional. Pero hasta ahora no consiguió grandes logros. La oposición ya le venía cuestionando su incapacidad de frenar la violencia en el interior del país. Después de la tragedia de la madrugada de ayer los reclamos sólo se harán más fuertes y numerosos.
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