EL MUNDO
Un baño de masas y pobreza donde los ministros de Lula vieron Brasil
Luego de vivir escenas insólitas, el gabinete brasileño quedó impresionado por la caravana del hambre. Se confirmó que Lula asistirá al Foro Social Mundial y también al Económico de Davos.
Por Francesc Relea *
Desde Recife
Erinalda Maria da Silva, de 37 años, pobladora de la favela Brasilia Teimosa, en Recife, y desempleada, no podía creer lo que acababa de vivir. Mostraba a todo el mundo su agenda con un autógrafo: “Para mi querida Erinalda, con cariño del amigo Lula”. El presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, pasó unos minutos en su vivienda precaria, un palafito de madera levantado junto al mar, durante su primer viaje al mundo de la pobreza que él conoce bien. Como primera consecuencia directa de la caravana del hambre, el ministro de Cultura, Gilberto Gil, anunció que organizará una serie de conciertos con artistas nacionales y extranjeros para recaudar fondos para el programa Hambre Cero. El portavoz de Lula, André Singer, confirmó que el presidente brasileño estará tanto en el Foro Social Mundial de Porto Alegre, el 25 de enero, como en el Foro Económico Mundial de Davos, al día siguiente.
Los 29 ministros y secretarios de Estado que acompañaban a Lula avanzaban a duras penas por las calles de la favela, en medio de un olor nauseabundo y acosados por la multitud, que los recibió como si fueran los Reyes Magos. Erinalda entregó al presidente 34 cartas de vecinos en las que la mayoría de peticiones eran muy simples –casa, trabajo, comida–, las mismas que podían leerse en los carteles colgados en muchas casas.
La caravana del hambre, con la que Lula y su gobierno han visitado tres de las regiones más pobres de Brasil, en los estados de Piaiauí, Pernambuco y Minas Gerais, concluyó. José Graziano, ministro de Seguridad Alimentaria y responsable del programa Hambre Cero, dijo que a finales de marzo Lula se reunirá con los presidentes del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), Enrique Iglesias, y del Banco Mundial, James Wolfensohn, para definir el destino de los 27 mil millones de dólares en créditos que los dos organismos internacionales han ofrecido para financiar programas sociales en los próximos cuatro años.
Hasta llegar a la barraca de Erinalda Maria da Silva, escogida por el equipo que preparó la visita a la favela de Recife, el presidente y sus ministros caminaron unos cien metros sobre la arena mojada hasta llegar a los palafitos. Abundaban las escenas insólitas. El ministro de Asuntos Exteriores, Celson Amorim, recién llegado de Londres, donde dejó el puesto de embajador, no paraba de sacar fotos con su cámara colgada al cuello. Dijo que pensaba exponerlas en el ministerio y se mostró favorable a que todos los alumnos del Instituto Rio Branco, que forma a los futuros diplomáticos, visitaran las favelas. Su colega Cristovam Buarque, ministro de Educación, comentó que el viaje del presidente y su gobierno a tres de las zonas más pauperizadas de Brasil “es educación”. Y precisó: “Algunos ministros nunca habían visto lugares en los que la población vive en condiciones infrahumanas”.
Probablemente, los moradores de la favela jamás habían presenciado semejante despliegue policial, que incluía soldados del Batallón de Choque, policías militares, agentes de paisano, seguridad personal de la Presidencia de la República, cuerpo de bomberos, ambulancias y Grupo Marítimo. No fue suficiente para impedir que la multitud rompiera en diversas ocasiones los cordones de seguridad. El presidente fue el que resultó mejor parado en las situaciones de tumulto. No así algunos ministros, que se encontraron medio perdidos entre la gente. Al diputado federal Mauricio Rands, del Partido del Trabajo (PT), le birlaron la cartera, y algunos de los encorbatados agentes de seguridad se movían nerviosos, preocupados por no perder los teléfonos móviles. De los ministros, Gil fue el más asediado, y en un momento de su caminata por la playa quedó literalmente rodeado por un centenar de jóvenes que salieron del agua. Unas 700 familias viven en la zona de palafitos de la favela Brasilia Teimosa, levantada en los años ‘60 por pescadores que ocuparon una zona de manglares. No es el peor escenario de Recife, capital del estado de Pernambuco, que está considerada una de las ciudades más violentas de Brasil, con un problema crónico que es el tráfico de droga.
El baño de masas y de pobreza que recibieron los ministros transcurrió como el presidente quería: entre la euforia de la gente y sin incidentes dignos de mención. “Lula no puede estar lejos del pueblo, porque ahí no sería Lula”, decía José Dirceu, jefe de la Casa Civil y hombre fuerte del gobierno. En el hotel, los miembros de la comitiva pasaron revista a una larga jornada y comentaban los datos difundidos por el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística, que señalan que la inflación llegó el año pasado al 12,5 por ciento, la más alta desde 1995, cuando entró en vigor el Plan Real.
* De El País de Madrid. Especial para Página/12.
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