EL MUNDO › ESCENARIO
› Por Santiago O’Donnell
Hoy puede ser un día peligroso. Estados Unidos y Corea del Sur anunciaron maniobras militares conjuntas para estas horas en la difusa frontera con Norcorea, en la misma isla de Yeonpyeong donde soldados de las dos Coreas se tirotearon esta semana, con un saldo de dos soldados surcoreanos muertos, dos civiles muertos y varios heridos más.
Si nos guiamos por la versión occidental, digamos, la versión dominante de lo que pasó, el tema es sencillo: el loco del dictador norcoreano decidió armar un lío porque quiere la atención de Estado Unidos, quiere que Estados Unidos le pague por desmontar su programa nuclear porque se viene el invierno y el dictador necesita guita para pasarlo. Dicen también que esto pasa porque el dictador está enfermo y está en marcha la sucesión con el hijo, y que el hijo debe mostrarse fuerte ante sus militares, porque se trata justamente de una dictadura militar hereditaria, con el Partido Comunista metido en el medio.
Es lo que dicen sobre este episodio los expertos en Norcorea de las universidades de Corea del Sur y de Estados Unidos y los periodistas que cubren Norcorea desde Corea del Sur. Los expertos norcoreanos de Norcorea no aparecen por ningún lado. Lo que sale de ese lado son los comunicados de la agencia de noticias oficial. La versión norcoreana le apunta directamente a Estados Unidos y dice que el imperio los sigue provocando y que ellos van a responder. El problema con esta versión es que Estados Unidos y Corea del Sur lograron que “casi todos” los países del mundo condenen a Norcorea. Ellos dicen que son casi todos, pero nadie los contó. Eso sí, nadie condena a Estados Unidos ni a Corea del Sur.
Los voceros de Estados Unidos y Corea del Sur hacen notar con insistencia y preocupación que China no se ha sumado a la condena. China sacó un comunicado simplemente diciendo que todos los involucrados bajen un cambio. Claro, China es una potencia aún emergente que recién sale de un largo período de aislamiento, todavía está aprendiendo las reglas de juego para los países serios, lo que se llama “la comunidad internacional”, ya va a ir aprendiendo a condenar estos actos de violencia, señalan los preocupados voceros de Occidente. Curiosamente no dicen nada de Rusia, la otra potencia regional, que tampoco condena a Norcorea. Rusia está muy amiga de la OTAN; acaba de comprometerse a dar una mano en Afganistán, parece que en el tema coreano le dieron un pase.
Mientras tanto, nos enteramos por los diarios, Washington y Seúl les encomiendan a los diplomáticos norteamericanos y surcoreanos que hablen con los diplomáticos chinos para que les digan a los diplomáticos norcoreanos que le digan a su dictador que no vuelva a atacar. Se trata de una gestión secreta, dicen las fuentes diplomáticas a todo el mundo.
Todo muy lindo, pero esta versión no se condice del todo con los hechos, hechos que en este caso se pueden constatar porque las versiones de los dos lados son bastante coincidentes.
El ejército surcoreano estaba haciendo maniobras militares en una isla que está bajo control militar surcoreano, pero en un territorio en disputa. La isla de Yeonpyeong está habitada por una población civil que vive ahí desde antes de la guerra. Ocupa un límite difuso que no fue trazado cuando la guerra coreana terminó en 1953, sin vencedores ni vencidos, con un precario alto el fuego que nunca se asentó en un tratado de paz. Esa guerra terminó con dos superpotencias como Estados Unidos y China detrás de cada trinchera, jugándose el equilibrio de poder en el Lejano Oriente. Desde entonces Norcorea vive del comercio con China, vínculo a prueba de los boicots y sanciones que cada tanto consigue Washington en Naciones Unidas.
El martes pasado los norcoreanos intimaron a los surcoreanos a cesar sus maniobras y retirarse de la zona en disputa. Porque los que habían invadido la zona en disputa eran los surcorenos, mientras los norcoreanos permanecían en Norcorea. Al ser intimados, lejos de retirarse, los surcoreanos contestaron con una salva de artillería que aterrizó en aguas en disputa, lejos de las posiciones norcoreanas. Norcorea contestó atacando a cañonazos a los surcoreanos, los surcoreanos respondieron y se armó el tole tole: casas incendiadas, muertos, heridos graves, etc, etc.
Nadie dice que Norcorea estuvo bien, pero ¿cómo llegamos a esta situación? En 1998 el entonces presidente de Corea del Sur, Kim Dae-Jung, inició la llamada “política del Rayo de Sol” para acercarse a Norcorea. La política se llamaba así por una fábula de Esopo en la que el viento y el sol hacen una apuesta a ver quién le saca el tapado a un hombre. El viento sopla pero el hombre se aferra al tapado. En cambio cuando el sol hace brillar sus rayos el hombre se saca el tapado él solito.
La política del Rayo de Sol consistió en diversos gestos de distensión y apertura hacia el vecino del norte, incluyendo las primeras cumbres entre los presidentes de ambos países, la creación de un Ministerio de Unificación en el gobierno surcoreano, la reunificación de algunas familias, la creación de un parque industrial mixto y la explotación conjunta de un complejo turístico. Kim Dae-Jung murió en el 2009. Era una mezcla de Lula con Nelson Mandela: perseguido, encarcelado, exiliado y proscripto por “comunista” durante la Guerra Fría, llegó a la presidencia después de perder un par de elecciones. En el 2000 recibió el premio Nobel de la Paz por su defensa de los derechos humanos en Asia, pero sobre todo por su compromiso con la reunificación y la pacificación de la península coreana. Cumplió un término en la presidencia y se retiró de la política. Su sucesor, Roh Moo-Hyun (2003-2008), continuó la política de Rayo de Sol y se convirtió en el primer presidente surcoreano en cruzar la frontera en auto y recorrer Corea del Norte por tierra hasta reunirse con su par norcoreano, Kim Jong-Il, en Pyongyang. Durante la década que duró la política de Rayo de Sol, Corea del Sur proveyó ayuda humanitaria directa a sus vecinos del norte, invirtió 324 millones de dólares en el polo industrial y, por lo que pudo saberse, habría pagado sumas importantes para garantizar la presencia norcoreana en las cumbres presidenciales. No fueron años fáciles para los dos países, con los sectores duros buscando fogonear el enfrentamiento. Hubo algunas escaramuzas en alta mar, algunas pruebas misilísticas que no cayeron bien en Washington y diversos enfrentamientos y renegociaciones por el programa nuclear de Pyongyang. Pero nunca se llegó al nivel de tensión y peligro que se vive ahora.
Y eso que tanto Kim Dae-Jung como Roh Moo-Hyum debieron convivir con George Bush hijo en la Casa Blanca. Mientras ellos mandaban rayos de sol a Norcorea, Bush la ponía en la lista del Eje del Mal. Siendo que por diversos tratados Estados Unidos se ocupa de la defensa militar de Corea del Sur, por momentos la convivencia entre el cowboy de Texas y los pacifistas de Seúl se tornó incómoda.
En el 2008, justo cuando los estadounidenses se deshacían de Bush, los surcoreanos se declaraban insatisfechos con su seguridad y llevaban a la presidencia al derechista Lee Myung-bak. No bien asumió, Lee Myung-bak dio por terminada a la política de Rayo de Sol. Terminó la ayuda humanitaria incondicional y dijo que cualquier inversión futura en el parque industrial quedaría sujeta a la negociación por el programa nuclear norcoreano. El programa turístico quedó suspendido tras la muerte de un turista surcoreano, baleado por un centinela norcoreano en circunstancias no aclaradas.
Con Lee Myung-bak en el gobierno se intensificaron las maniobras militares en la frontera y el lenguaje crispado, y en marzo pasado un torpedo norcoreano hundió un buque de guerra surcoreano que navegaba aguas en disputa, causando la muerte de 42 marineros.
Así llegamos a los acontecimientos de esta semana. Más que la acción irracional o interesada de un dictador que está medio loco, esto se parece a una pelea de compadritos en la que los dos rivales se insultan, se pechan, se empujan y se mojan la oreja hasta que uno de los dos se va a las manos para ganar en el arrebato.
Ahora los norteamericanos y los surcoreanos están furiosos por el arrebato norcoreano. Dicen que hoy van a llenar la isla de milicos y se van a mover por todo el territorio en disputa y van a hacer todas las maniobras militares que se les ocurra y van a tirar cañonazos al agua y pasearse entre la población civil, y que ante la menor provocación, ante cualquier acto que pueda interpretarse como una agresión de Norcorea, ellos van a responder con toda la fuerza, una respuesta formidable, etc., etc. Y Norcorea ya contestó que no se les ocurra tocarles ni un pelo, ni pisar un centímetro de territorio norcoreano, que no vuelvan a provocarlos porque esta vez sí que van a responder en forma.
Sin embargo, según informa el Los Angeles Times, la gran mayoría de los surcoreanos están en contra de un conflicto armado con Norcorea. Los norcoreanos tampoco parecen muy interesados y de hecho son los que más han insistido con reanudar las llamadas negociaciones a seis bandas, que incluyen a las potencias de la región. Obama tampoco querrá comprarse otra guerra, por más que haya mandado a su portaaviones a marcar territorio.
Entonces estamos al borde de una guerra que nadie quiere. Hoy todos tienen que hacerse los malos, movilizar tropas, disparar amenazas, mostrar los dientes y esperar que no pase nada. Pero a veces cuando se juega al límite las cosas salen mal. A veces sale el sol y no pasa nada, a veces el sol no sale y llueven bombas.
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