EL MUNDO › JOSPIN ROMPIO SU SILENCIO EN EL SOCIALISMO FRANCES
Confesiones de un derrotado
El ex premier socialista francés Lionel Jospin publicó ayer un texto a mitad de camino entre la autocrítica y la justificación política.
Por Eduardo Febbro
Página/12
en Francia
Desde París
Hasta hace apenas 24 horas, el ex primer ministro socialista Lionel Jospin huía de los medios de comunicación como de la sombra del diablo. Luego de la humillante derrota sufrida en la primera vuelta de las elecciones presidenciales de abril y mayo del año pasado y su inmediata decisión de retirarse de la vida política, Jospin no apareció ni una sola vez en público ni hizo declaración alguna. Pero ayer, sin que nada lo anunciara, el hombre que los dirigentes socialistas y los militantes de la izquierda reclamaban a gritos rompió el silencio que observaba desde hacía casi un año. En un extenso artículo publicado en las páginas del vespertino Le Monde, Jospin ofrece una honda argumentación donde explica la derrota de 2002, critica a la derecha gobernante y evoca el porvenir del siempre huérfano Partido Socialista.
Fiel a su legendaria austeridad y a su preferencia por el texto antes que por las imágenes, el ex primer ministro abre su reflexión diciendo que “hablar no significa volver”. El líder socialista reitera que “dejé la vida política y no vuelvo. No ejerzo más funciones ni aspiro a ningún mandato. Pero no por ello dejo de interesarme en el debate público. Si puedo, mediante la reflexión, servir a los socialistas, ayudar a la izquierda y ser útil a mi país, estaría feliz”. La redención “textual” de Jospin ocurre en momentos en que el PS continúa sumido en la oscuridad. El actual Primer Secretario del partido, François Hollande, nunca consiguió unir a todas las corrientes ni tampoco elaborar una síntesis política capaz de reintroducir a los socialistas en el debate nacional. La forma en que el ex jefe de gobierno cayó derrotado en la primera vuelta cuando fue desplazado por el líder de la extrema derecha, Jean Marie Le Pen, empujó a Jospin a tomar una decisión que muchos juzgaron equivocada. El Partido Socialista perdió las presidenciales, las legislativas de junio y encima su líder se convirtió en un espectro. A tientas, sin jefe ni programa, los socialistas buscaban el fantasma del ex primer ministro para que les devolviera las esperanzas. Ayer, en el texto publicado en Le Monde, el hombre que entre 1995 y 1997 los llevó de la nada al poder admite su “parte de responsabilidad” en la caída del año pasado y coloca a las divisiones de la izquierda como una de las primeras causas que explican el fracaso: “Al dividirse en exceso, la izquierda le ofreció a la derecha una victoria sin combate (...). Lo digo para mis sucesores: la izquierda que tiene la voluntad y el coraje de gobernar no deberá multiplicar las candidaturas en la elección presidencial si no quiere conceder su derrota por adelantado”.
Jospin justifica su retiro anticipado diciendo que “mi fracaso y la absurda ausencia de la izquierda en la segunda vuelta de la elección presidencial imponían un gesto de responsabilidad personal y un acto de ruptura con la frivolidad política que invadió la campaña y el voto”. El fallido candidato socialista rechaza uno tras otro los argumentos según los cuales la izquierda perdió porque se alejó de las bases populares, porque sus “reformas más significativas –como la semana de 35 horas de trabajo– tuvieron efectos negativos”, porque no estableció las diferencias necesarias con la derecha o porque “el pensamiento socialista era anacrónico, condenado por la evolución del mundo”. Jospin reconoce que durante su gobierno (1997-2002) tal vez se cometió el pecado de no prestar suficiente atención a los mensajes de insatisfacción enviados por la sociedad. Según afirma, los socialistas y la izquierda se vieron enfrentados a problemas de fondo cuyas soluciones siguen siendo inadecuadas: “La globalización, Europa y la identidad nacional, lajusticia social y la competitividad, la libertad y la seguridad”. Para Jospin, “ganar era difícil” a causa “del largo desgaste del poder, la cohabitación y el clima general”. Tras admitir que dio “pasos en falso”, el fundador de la izquierda plural apunta sus dardos contra la derecha, contra sus aliados comunistas y ecologistas y sobre todo contra quien fue su Ministro de Interior, el imprevisible Jean Pierre Chevènement, líder del MDC y mezcla rara de socialismo con acentos monárquicos. Jospin critica la campaña “nociva” y “destructiva” de Chevènement y con justa razón acusa a verdes y comunistas de no haber “defendido y asumido nuestra acción gubernamental”.
Jospin prevé que, para la derecha, los malos días no tardarán en llegar: “La hora de la verdad se situará en el terreno económico y social”. Retomando acentos de izquierda que parecían olvidados, el ex jefe de gobierno golpea a los conservadores acusándolos de “rebajar” los desafíos económicos y sociales, de “subestimar” las dificultades de la coyuntura, de jugar con los temas ligados a la seguridad y de tomarse “ciertas libertades con algunas reglas republicanas”. Por último, de cara al futuro, Lionel Jospin retoma los símbolos de la izquierda y afirma: “La economía capitalista globalizada en la cual vivimos crea desigualdades mecánicas, en su seno y entre las naciones: una de las metas del socialismo consiste en reducir esas desigualdades y garantizar la armonía social”. Justicia social, estrategia política, coherencia del liderazgo y pensamiento político del “futuro programa” son algunos de los desafíos planteados por Jospin. El líder político francés también pide profundas reformas en las grandes instituciones internacionales. Jospin se pregunta: “¿Para qué sirve poner en tela de juicio la globalización si, a falta de instancias apropiadas para fijar las reglas, dejamos que jueguen sin freno alguno las relaciones de fuerza y que la potencia norteamericana domine unilateralmente?”.