EL MUNDO › MIENTRAS EL PARLAMENTO DEBATíA UN NUEVO PAQUETE DE AUSTERIDAD, EL PAíS SE PARALIZó POR EL PARO GENERAL
La capital helena se vio desbordada, en la primera jornada de un paro nacional por 48 horas, por una movilización que se encamina a ser una de las más convocantes desde el regreso de la democracia. Batalla campal en el Parlamento.
Atenas recibió a un tsunami de manifestantes que llevó el malestar social a su pico máximo debido a los recortes que el gobierno de Giorgos Papandreu pretende implementar. Según los organizadores, a la marcha en Atenas acudieron cerca de 200.000 personas, cifra que la policía relativizó y estimó en 70.000. En medio de los disturbios más importantes que se registraron en lo que va del año, la capital helena se vio desbordada, en la primera jornada de un paro nacional por 48 horas, por una movilización que se encamina a ser una de las más convocantes desde el regreso de la democracia.
Mientras tanto, el tratamiento preliminar de un paquete de medidas de austeridad fue aprobado ayer por el Parlamento griego, bajo la fuerte presión de la Eurozona, con el objetivo de recibir otro salvataje de los organismos de crédito internacionales y evitar de ese modo que Grecia caiga en cesación de pagos. La medida contó con el apoyo de 154 diputados socialistas y el voto negativo de 141 de los 295 presentes en el recinto. Se espera que las protestas regresen hoy, ya que el Parlamento debe terminar de discutir el nuevo recorte que promete asfixiar al pueblo griego. El pulso del debate estará marcado por los apoyos que coseche el gobierno socialista, que cuenta con una ajustada mayoría de 154 diputados de los 300 de la Cámara baja.
“Nuestra protesta debe parar la aprobación de estas leyes. Este gobierno debe caer y los partidos que lo apoyan también”, señaló Thanasis Protellis, un trabajador metalúrgico que se encontraba entre los manifestantes que llegaron hasta las puertas del Parlamento. Shaheed Khat mostró su frustración por no haber podido visitar uno de los edificios emblemáticos de Atenas, cuna de la democracia. “Es uno de los lugares más famosos del mundo que conocés desde que sos niño. Sería fascinante poder verlo, pero esto es realmente decepcionante”, dijo el turista británico. La huelga general impactó por igual en los comercios y en los controladores aéreos: todos los edificios públicos y privados estaban cerrados, incluso el Partenón.
El incauto visitante se encontró con una ciudad atravesada por el estallido de explosivos y una nube flotando en el cielo, donde el gas lacrimógeno se mezclaba con el uso de químicos lanzados por las fuerzas de seguridad. Mientras los funcionarios no están dispuestos a sacrificar sus privilegios, en las calles los manifestantes hablan una y otra vez de “políticos ladrones que nos robaron el dinero”. La situación se agravó cerca del mediodía en la céntrica plaza Syntagma cuando cientos de jóvenes, muchos de ellos encapuchados, se enfrentaron con la policía en un combate cuerpo a cuerpo. En su lucha por llegar hasta las puertas del Parlamento, cuidadas celosamente por los policías, los manifestantes lanzaron bombas incendiarias contra los agentes prendieron fuego contenedores y un kiosko. Y aunque intentaron entrar por la fuerza al edificio, la policía les cortó el paso a palazos.
Trabajadores de casi todos los sectores se movilizaron contra el gobierno en una huelga de 48 horas. Farmacéuticos, comerciantes, taxistas y transportistas se unieron al paro general para protestar contra un gobierno que impone duros recortes y sólo genera déficit. “No podemos soportar más. Ahorrar y ahorrar y sin una luz al final del túnel”, se quejaba uno de los manifestantes. Invadidos por una frustración que parece no tener fin, muchos de ellos admiten sentirse conejillos de Indias de la Unión Europea, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Central Europeo. Otro manifestante lamentaba que tras la recesión y la caída de la recaudación de impuestos se creen nuevas cargas fiscales. “A eso le llama la troika política financiera. Una catástrofe es lo que es”, mascullaba.
Durante las refriegas, el centro de Atenas se convirtió en una trampa para las miles de personas que huían por las estrechas calles. Preocupado más por la infraestructura que por el futuro de sus compatriotas, Papandreu calentó más el ambiente, convulsionado desde hace varios meses, al dirigirse con dureza a manifestantes y huelguistas. “Si desintegran el país no habrá dinero para las pensiones y salarios”, advirtió.
Con fuertes síntomas de autismo, la clase política de Grecia parece estar más preocupada por repartirse responsabilidades, y saber quién paga los platos rotos del ajuste, que por la situación que padecen miles de griegos. Un ejemplo de esto está dado por el enfado que el opositor Antonis Samaras mostró después de que Papandreu culpara durante un discurso a su partido, Nea Dimokratia, de haber ocasionado parte de la crisis. Los analistas políticos no descartan que se celebren elecciones anticipadas. Teniendo en cuenta que las encuestas no señalan como favoritos a Nea Dimokratiaa ni al partido de Papandreu, un escenario de futura convivencia se dibuja en el horizonte político de un país que ya no tiene joyas de la abuela por vender.
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