EL MUNDO › CONTRA LO QUE SUCEDE EN CASI TODA EUROPA, DINAMARCA APUESTA A UN MODELO DE CENTROIZQUIERDA
La mayoría de los 5,5 millones de habitantes que tiene el país se inclinó por la unidad de socialdemócratas, socialistas populares, verdes, comunistas y liberales radicales después de diez años ininterrumpidos de gobiernos de derecha.
› Por Gustavo Veiga
Si hay una palabra que define el estado de ánimo de los dinamarqueses es la Hygge. En la lengua de Andersen significa “tener una profunda sensación de bienestar”. A contrapelo de lo que sucede en la mayoría de los países de Europa, este pueblo escandinavo le confió la custodia de su prosperidad a una alianza de centroizquierda. Una mujer, la socialdemócrata Helle Thorning-Schmidt, gobierna desde septiembre pasado y en apenas seis meses ha recorrido un largo camino: asumió la presidencia rotativa de la UE, visitó a las tropas danesas apostadas en Afganistán y el próximo viernes 24 se reunirá con Barack Obama en la Casa Blanca. Rubia, alta, refinada, es una de los dos mujeres que manejan el país: la otra es la reina Margarita II. En Dinamarca ya no es tema omnipresente de la agenda política la dura política antiinmigratoria. Ahora importa la situación económica y una de sus consecuencias palpables: el aumento de la desocupación, aunque mínimo comparado con naciones como España (23 por ciento) o Inglaterra (22 por ciento).
La mayoría de los 5,5 millones de habitantes que tiene el país se inclinó por la unidad de socialdemócratas, socialistas populares, verdes, comunistas y liberales radicales después de diez años ininterrumpidos de gobiernos dominados por la derecha, con impronta xenófoba. Esta corriente continúa expandiéndose por el viejo continente, pero en Dinamarca le pusieron el freno de mano. El 29 de enero, la primera ministra afirmó: “Necesitamos crecimiento en Europa. Una de las formas de lograrlo es reanimando el mercado único. Debemos centrarnos en cómo crear nuevos trabajos y lograr lo que ha sido uno de los grandes éxitos de nuestra Unión: renovar nuestro mercado interno”. Un discurso que prendió hace tiempo en Latinoamérica.
Aunque ganó por un apretado margen (50,3 a 48,9 por ciento), y su partido no es la primera minoría, Thorning-Schmidt se las ingenió para cautivar al electorado. Hubo una serie de razones que explican su victoria en una Europa de otro orden: la derecha saturó con la política que azuzó la idea de una oleada de inmigrantes (sólo el 4 por ciento de la población es de origen extranjero) y las cuentas del Estado no eran un modelo para recortar y guardar. Algunos analistas agregan un dato más: que el criminal noruego Anders Behring Breivik, el mismo nazi que asesinó el 22 de julio de 2011 a 77 personas, fue piantavotos para el Partido del Pueblo Danés, de ultraderecha, que gobernó durante diez años aliado con conservadores y liberales. El atentado de repercusión mundial ocurrió casi dos meses antes de los comicios en la vecina Noruega. Por ese motivo, no parece descabellado este dato.
Como fuere, la coalición de centroizquierda ganó en la elección más masiva que se recuerde, obtuvo mayoría parlamentaria en el Folketing (Congreso) con la ayuda de tres diputados de los territorios autónomos de Groenlandia e Islas Faroe y su primera ministra se dio el gusto de pronunciar una frase que hubiera sido más creíble en boca de un comunero francés: “Nos despedimos de diez años de poder burgués”.
Sus detractores, incluso los de su propio partido, solían llamar a Thorning-Schmidt “Gucci Helle”, por su inclinación a ataviarse con ropa de alta costura y lucir accesorios lujosos. Un comentario pour la galerie que ni siquiera tomó en cuenta el electorado. En Dinamarca la gente tiene mucho sentido del humor, es franca y abierta, y parece no guiarse por las apariencias. Incluso, puede votar a favor de que se aumenten los impuestos, como sucedió en septiembre. La razón es unívoca: sabe que el dinero vuelve invertido en el estado de bienestar que caracteriza a las sociedades escandinavas.
El gobierno planea subirles más los impuestos a los ricos. La primera ministra entendió de qué se trataba la actual coyuntura. Tres cuartas partes de los dinamarqueses ubicaban en primer lugar las dificultades económicas en vísperas de las elecciones. Una de ellas, la desocupación entre los jóvenes, que ronda el 10 por ciento. Un porcentaje altísimo para un país de la región más próspera de Europa.
Thorning-Schmidt está casada con Stephen Kinnock, director del Foro Económico Mundial. Su padre, Neal, fue un líder de los laboristas británicos. Tiene dos hijas con él, Johanna, de 14 años, y Camilla, de 11. Pero ella vive en Copenhague y él en Davos, Suiza, producto de sus diferentes ocupaciones. El gobierno danés los investigó por presunto fraude fiscal, ya que habían declarado distinto respecto de dónde residía la pareja. La ahora primera ministra afirmó que Kinnock vivía parte de su tiempo en Dinamarca y el inglés que no. Todo terminó con la absolución del matrimonio en 2010 por la confesión del error que lo dejaba expuesto a las sospechas de evasión. Tampoco esta cuestión hizo mella en la carrera ascendente de Helle, quien tiene una maestría en Ciencias Políticas por la Universidad de Copenhague y antes de llegar al gobierno fue eurodiputada.
A la primera mujer que gobierna en nombre de la izquierda, la espera Obama el próximo viernes para conversar sobre la deuda de los países europeos en crisis, el remanido papel de la OTAN y la intervención danesa desplegada en Afganistán y Libia. El presidente de Estados Unidos sabrá agradecerle la presencia de los 750 efectivos apostados en tierras del talibán que ella misma visitó en enero pasado.
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