EL MUNDO • SUBNOTA
› Por Gustavo Veiga
El efecto dominó con que los distintos gobiernos de centroizquierda europeos fueron cayendo uno tras otro, no se repitió en Dinamarca. Allí se detuvo en septiembre pasado la sangría de la socialdemocracia, aunque momentáneamente. La caída del gobierno griego de Giorgos Papandreu en noviembre y la derrota electoral de los socialistas en España el mismo mes robustecieron la abrumadora mayoría de países que viraron a la derecha. Cuando se produjo la victoria de la primera ministra Thorning-Schmidt, sólo quedaba un puñado de gobiernos de orientación parecida. Sin Grecia y España, el centroizquierda ya no gobierna naciones de peso. Ni siquiera lo hace en Eslovenia, donde otro primer ministro socialdemócrata, el ex comunista Borut Pahor, fue tumbado en septiembre por el Parlamento, después de intentar aumentar la edad para jubilarse. Podría argumentarse que se mantiene, en el cargo de premier, el austríaco Werner Faymann, de centroizquierda. Pero lo hace mediante una alianza con un partido conservador y aplica políticas de ajuste a tono con la consolidación de la derecha en la UE.
El dato curioso del damero europeo es el gobierno comunista de Chipre. Su primer ministro, Dimitris Christofias, conduce la pequeña nación del Mediterráneo Oriental desde 2008. A diferencia de su socio más importante, Grecia, no ha sido sacudido por la crisis y tiene una política de apertura hacia la república instaurada por Turquía en el norte de la isla. El Partido Progresista del Pueblo Trabajador elevó los salarios y garantizó el sistema de protección social, entre otras medidas que tomó desde que gobierna.
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