EL MUNDO › DOS PERIODISTAS EXTRANJEROS FALLECIERON TRAS EL IMPACTO DE UN COHETE EN HOMS
La corresponsal de guerra estadounidense Marie Colvin y el fotógrafo francés Remi Ochlik cubrían el asedio del régimen de Al Assad a un bastión opositor. Sus muertes fueron repudiadas por colegas y activistas de derechos humanos.
› Por Kim Sengupta *
Desde Hacipasa
Marie Colvin, una de las corresponsales de guerra más preeminentes de su generación, murió ayer junto con un premiado fotógrafo francés, Remi Ochlik, mientras cubrían el asedio a la ciudad siria de Homs. Otros dos periodistas, incluyendo a Paul Conroy, un fotógrafo que también trabajaba para The Sunday Times con Colvin, resultaron heridos cuando la casa en la que vivían fue impactada por cohetes. Compañeros periodistas, activistas de derechos humanos y políticos condenaron las muertes en medio de afirmaciones de que el régimen del presidente Bashar Al Assad sabía que el edificio estaba siendo usado por los medios extranjeros.
Colvin, de 55 años, había escrito un poderoso y conmovedor artículo para su periódico en el que describía los sufrimientos de la población de Homs, que se ha convertido en un símbolo de resistencia durante el levantamiento sirio. También había aparecido en un número de emisoras internacionales, incluyendo la BBC y la CNN, acusando a las fuerzas del presidente Assad de asesinato. Ella dijo que el régimen estaba diciendo “total y completas mentiras de que sólo apuntan a los terroristas”. Describiendo lo que estaba sucediendo como “absolutamente escalofriante”, declaró: “El ejército sirio está simplemente bombardeando una ciudad habitada por civiles con frío y hambrientos”.
Jean-Pierre Perrin, un periodista del diario francés Libération, estuvo con Colvin en Homs la semana pasada. Afirma que se les dijo que el ejército sirio estaba planeando bombardear “deliberadamente” su improvisado centro de prensa. Hubo también informes no confirmados de que mensajes de radio interceptados entre los oficiales del ejército sirio contenían amenazas para matar a periodistas extranjeros.
Anoche, el gobierno de Damasco dijo que no era consciente de que hubiera periodistas extranjeros trabajando en el país –una afirmación extraña dado el número de historias publicadas en diarios extranjeros fechados desde adentro del país–.
Colvin, una estadounidense que había trabajado para The Sunday Times desde 1985, usaba perfectamente tanto la dureza como el encanto cuando buscaba historias. Perdió un ojo por una esquirla en 2001 cuando trabajaba en Sri Lanka. Cuando fue detenida en un puesto de control después de la caída de Trípoli en Libia el año pasado, se topó con un obstinado comandante de la milicia intimidándolo. Pero se ganó su simpatía lo suficiente como para pedirle sacarse una fotografía con ella. “Nunca se sabe, podemos necesitarlo al volver”, señaló.
Estaba muy orgullosa de lo que podía lograr la mejor clase de periodismo. “Se habla tanto sobre el sentido de los medios, la necesidad de integridad, etcétera”, dijo recientemente mientras discutía la investigación Leveson sobre la ética periodística. “Pero, ¿no es bastante simple? Hay que tratar de encontrar la verdad de lo que sucede e informarla de la mejor manera posible. Y porque uno es algo romántico, nuestra simpatía siempre está con los desamparados.”
Colvin era categórica, sin embargo, en que era necesario relajarse en los momentos de una misión difícil, y no lo tomaba bien cuando esto era injustamente interrumpido. Una noche en Túnez, al comienzo de la Primavera Arabe, su reacción a que a dos periodistas se les negara un trago tarde fue decirle al mozo: “Le advierto que si no nos sirve me quitaré el parche del ojo”. Nos sirvieron sin demora. Detrás de su dura imagen profesional, era muy sociable, a menudo seductora en ropa de diseño en fiestas elegantes.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Celita Doyhambéhère.
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