Lun 02.07.2012

EL MUNDO  › POBREZA Y MUERTOS, RADIOGRAFíA DE LA REALIDAD MEXICANA

El lastre que dejó Calderón

Inauguró su gestión como el presidente que daría trabajo y lo termina con cifras negativas: la pobreza afecta al 42 por ciento de la población y la riqueza está concentrada en pocas manos. Fracasó la estrategia para combatir a los narcos.

› Por Eduardo Febbro

Desde México, D. F.

“Bienvenidos al cambio”, dice con una insolencia sin memoria uno de los afiches de la campaña electoral del PRI, el Partido de la Revolución Institucional. México eligió ayer entre dos opciones: reintegrar al poder al partido que dominó la vida política del país durante más de 70 años u optar por el cambio que representaría la victoria de la izquierda del PRD, el Partido de la Revolución Democrática. En ambos casos, PRI o PRD, el presidente que surja de las urnas y reemplace al representante del PAN, Felipe Calderón, tendrá que conducir un país fracturado tanto por la ola de violencia que acarreó la lucha contra el narcotráfico (más de 50 mil muertos en seis años) como por los índices alucinantes de pobreza y desigualdad que deja el mandato de Calderón. “No sé qué hubiera sido de la gente más pobre si no hubiera tenido el apoyo solidario de la política social con rostro humano”, afirmó Calderón hace unos días. Sus declaraciones contradicen las estadísticas y hasta la misma esencia con que, hace seis años, inició su presidencia. Calderón inauguró su mandato como el presidente que daría trabajo y lo termina con cifras negativas: la pobreza afecta al 42 por ciento de la población, lo que equivale a 52 millones de personas. En contraposición, 41 por ciento de la riqueza nacional está en manos del 10 por ciento de la población. El segundo punto negro es la violencia que se desencadenó con la estrategia que Calderón adoptó para combatir el narcotráfico. Los más de 50 mil muertos que dejó esta infructuosa lucha también repercutieron en la economía con una pérdida calculada en 1,5 por ciento del PIB nacional.

México ofrece un cuadro de cifras contradictorias. La revista Forbes estableció que once de las personas más ricas del planeta son mexicanas. Este grupo acumula un caudal de 112.300 millones de dólares, lo que equivale a cerca del 10 por ciento del Producto Interno Bruto. Al mismo tiempo, la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE) constata que, con 52 millones de pobres, México presenta el segundo índice de desigualdad más elevado dentro de las economías que componen este organismo multilateral (el primero es Chile). Doce millones de nuevos pobres se integraron a las estadísticas a raíz del estancamiento del crecimiento. Ese porcentaje se ve reflejado en el mercado de trabajo: el sector informal emplea cerca del 30 por ciento de la población activa, unas 12 millones de personas. Nunca antes en la historia del país se había registrado una cifra tan elevada dentro de la segunda economía de América latina después de Brasil. El panorama que deja Felipe Calderón es exactamente contrario al que va reflejando en sus sucesivas apariciones públicas. El Coneval (Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social) calculó que hay unos “11,7 millones de mexicanos en condición de pobreza extrema”.

En 2006, Calderón se autoproclamó “El presidente del empleo”. El mandatario prometió generar empleos con mejores salarios y bajar los impuestos. El resultado final es inverso. A él se le agrega el costo de la lucha contra el narcotráfico. La lectura de este fenómeno es doble: por un lado está el beneficio directo del dinero generado por el narcotráfico, en especial la generación de inversiones en bienes raíces. Por el otro está el costo que acarrea en la promoción del turismo, donde los índices bajan, la inmigración al exterior y la migración interna. Decenas de miles de mexicanos abandonaron las ciudades del norte del país azotadas por la violencia, principalmente Tamaulipas, Chihuahua, Sinaloa, Coahuila y Nuevo León. Sin embargo, las evaluaciones sobre el trastorno real que los narcos causan a la economía difieren según los interlocutores. Eduardo Cepeda, de JP Morgan Grupo Financiero para América latina, estimó que la violencia del crimen organizado le costó a México entre el 1 y el 1,5 por ciento del PIB (casi 16 mil millones de dólares anuales). Sin embargo, la Unidad de Promoción de Inversiones y Negocios Internacionales de Proméxico negó que la narcoviolencia haya sido un factor de pérdida de inversiones, ni de competitividad, ni de achicamiento del PIB. Este argumento choca sin embargo con lo que se constata a simple viste: la violencia genera miedo y el miedo, retención. Resulta imposible asegurar que tales niveles de horror no impacten en la economía. Lo que sí se plantea sin discusión es la desigualdad y la pobreza. La pujanza de las cifras alentadoras no se prolonga en las políticas distributivas aplicadas hasta ahora. Ese será, con la violencia, uno de los mayores desafíos del próximo presidente. El Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) ha hecho públicos informes que no dejan espacio al debate sobre si sí o si no: 28 millones de personas tienen serios problemas para acceder a una alimentación básica. Entre 2008 y 2010, cinco millones de mexicanos suplementarios pasaron a integrar las estadísticas más críticas de la pobreza. Los analistas apuntan un dato concreto: el bajo crecimiento mexicano –un promedio del 2,3 por ciento del PIB desde 2006– explica en mucho al aumento de la pobreza. Los porcentajes de México siguen siendo bajos para absorber las desigualdades persistentes. El 3,8 por ciento previsto para este año está muy lejos del 6,5 por ciento de crecimiento que registran las economías en expansión. Peor aun: el próximo jefe de Estado dependerá en mucho de lo que ocurra en Estados Unidos, cuya crisis impacta enormemente en México, y también en Europa.

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