EL MUNDO › OPINIóN
› Por Darío Pignotti
Desde Brasilia
Comunicándose por momentos con señas debido a un tumor en la laringe, Lula persuadió a la cúpula del PT, hace un año, para que el ignoto Fernando Haddad sea el candidato a la alcaldía de San Pablo. Estaba solo. Le habían diagnosticado cáncer el 28 de octubre de 2011, el 30 comenzó las sesiones de quimioterapia, y esa misma semana citó a sus compañeros para machacar en la idea que más de uno veía como un capricho: la postulación de ese graduado en Derecho, Economía y Filosofía, autor de una tesis doctoral sobre nuevas lecturas de Marx, que nunca había disputado un cargo mayoritario. Finalmente, la dirigencia petista acató la candidatura del ahijado político de Lula en noviembre del año pasado y la oposición adscripta al ex presidente Fernando Henrique Cardoso, líder del Partido de la Socialdemocracia Brasileña (PSDB), conmemoró anticipadamente lo que imaginó sería una derrota humillante del PT en los comicios de ayer en esa ciudad estado de 11 millones de habitantes que es San Pablo.
Dueño de una sensibilidad política impar, Lula se empecinó no sólo en defender a este profesor de 49 años que ayer fue electo con más del 56 por ciento de los votos, sino en nacionalizar el pleito. Era prácticamente el único petista convencido de que su partido era capaz de vencer en San Pablo y así asestar un gancho al hígado de la derecha, que había hecho de la mayor metrópoli sudamericana una trinchera de resistencia al proyecto iniciado en 2003 con la llegada del mayor partido de izquierda latinoamericana al Palacio del Planalto (Presidencia).
Esa obstinación puso a Lula al borde del ridículo mediático.
Desde la empresa de ntretenimientos, noticias y desinformación Globo, el partido de facto (PSDB), cuyo norte político ha sido desplumar el experimento petista como sea, surgió la interpretación, diseminada con fuerza viral en los círculos políticos, de que el ex tornero mecánico estaba debilitado por su enfermedad y esto le hizo perder su sentido de la realidad al pretender que el “poste” Haddad se torne un candidato viable.
Globo basaba su argumentación en un dato cierto: el candidato a intendente electoralmente era nadie, ya que hace 90 días sólo el 3 por ciento de los paulistanos sabía de su existencia.
A lo largo de la campaña, el multimedios ninguneó a Haddad con el mismo script adoptado en 2010, cuando su línea editorial fue mostrar a la entonces candidata presidencial Dilma Rousseff como una “ex terrorista” sin luces, tesis urdida por Fernando Henrique Cardoso, que la despreció por ser una “marioneta de Lula”. Cardoso y Globo erraron en el diagnóstico: Dilma demostró tener identidad propia y venció las presidenciales con 56 millones de votos frente a José Serra, del PSDB, el mismo candidato que ayer cayó ante Fernando Haddad en San Pablo.
Si la elección de Rousseff hace dos años se debió en gran parte al ex mandatario, la de Haddad fue una obra que él proyectó y montó pieza por pieza, desde el llano, sin contar con la visibilidad que le daba el ejercicio de la presidencia.
Lula es un hacedor obcecado y es el verdadero vencedor de la elección de ayer, a la que llegó a definir como una “guerra” ante el bloque conservador que había tomado como bandera de campaña el escándalo de corrupción conocido como “Mensalao”, ocurrido durante su gobierno entre 2003 y 2005.
La quimioterapia afectó el timbre y la sonoridad de su voz, pero esto no le impidió participar como un militante de base en decenas de actos a favor de Haddad y de decenas de candidatos a alcaldes en todo el país antes de la primera vuelta del 7 de octubre. Luego de un breve receso el 17 de octubre, cuando viajó a Buenos Aires para reunirse con la presidenta Cristina Fernández, el 19, Lula ya estaba animando otro mitin en San Pablo de cara al ballottage celebrado este domingo.
La vigencia política de Lula luego de dejar el gobierno es otro dato inusual en Latinoamérica: en las recientes elecciones presidenciales de México, el mandatario saliente Felipe Calderón fue derrotado por la oposición. Algo similar ocurre en Colombia, donde el ex presidente Alvaro Uribe vio como su proyecto belicista fue dejado de lado por su sucesor, Juan Manuel Santos, en los incipientes diálogos de paz con las FARC.
“Quiero agradecer del fondo de mi corazón al presidente Luiz Inácio Lula da Silva; le debo al presidente Lula la confianza y el apoyo sin los cuales hubiera sido imposible lograr el éxito en esta elección”, dijo Haddad frente a sus correligionarios antes de los festejos en la Avenida Paulista.
Luego, Haddad, agradeció a la presidenta Dilma que el viernes había celebrado por anticipado en una fiesta privada junto a Lula, quien el sábado cumplió 67 años.
El triunfo en San Pablo y la buena elección del partido gobernante en las 5568 comunas que fueron a elecciones el 7 de octubre, de las cuales 50 tuvieron ballottage ayer, también fue un espaldarazo para la mandataria, de 64 años, al cumplirse la primera mitad de su gestión.
Haddad conquistó la confianza de Lula gracias a su gestión como ministro de Educación entre 2005 y 2012, cuando implementó un programa de becas para estudiantes pobres, el Prouni, el cual permitió que un millón de jóvenes pudieran llegar a la universidad. Ahora deberá demostrar que es competente para gobernar San Pablo, y si lo hace, se perfilará como un referente de la nueva generación petista, esa que Lula imagina podrá gobernar el país en la próxima década. Esa es la apuesta de largo plazo del fundador del PT.
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