EL MUNDO › A PARTIR DEL 28 DE FEBRERO, EL PAPA ALEMáN ABANDONA EL CARGO ALEGANDO “FALTA DE FUERZAS”
El Papa, de 85 años, dijo que se reconoce incapaz de ejercer bien el ministerio de Pedro porque disminuyó el vigor “tanto del cuerpo como del espíritu”. Se abre un nuevo capítulo para la Iglesia.
› Por Elena Llorente
Desde Roma
Con una decisión sin precedentes, al menos en los últimos 600 años de la historia de la Iglesia Católica, el papa Benedicto XVI renunció a su cargo de pontífice ayer, una medida que tomó por sorpresa a los cardenales que lo acompañaban durante la mañana, según ellos mismos declararon. Pero más sorpresa causó aún entre los fieles, muchos de los cuales se dieron cita en la plaza San Pedro ante semejante noticia, manifestando de una u otra manera su incertidumbre y desazón.
Benedicto XVI lo anunció en un breve mensaje en latín: el 28 de febrero a las 20 pasará a ser nuevamente Joseph Ratzinger. El pontífice leyó su mensaje a la Iglesia y a los fieles en torno de las 11.30-11.40 de la mañana de ayer, contó el portavoz vaticano, padre Federico Lombardi, en la posterior rueda de prensa. Lo hizo al concluirse el consistorio, al que asistían varios cardenales, para las causas de canonización en curso.
“Después de haber examinado ante Dios reiteradamente mi conciencia, he llegado a la certeza de que, por la edad avanzada, ya no tengo fuerzas para ejercer adecuadamente el ministerio de Pedro”, dijo. Según el Papa, para cumplir hoy con la misión de la Iglesia hace falta mucho vigor, “tanto del cuerpo como del espíritu, vigor que, en los últimos meses, ha disminuido en mí de tal forma que he de reconocer mi incapacidad para ejercer bien el ministerio que me fue encomendado”.
Las versiones sobre una eventual enfermedad de Benedicto XVI circularon velozmente. Se dijo que tenía problemas de artritis y cardíacos, pero a los casi 86 años no parecían cosas extraordinarias. Sin embargo, las declaraciones a Rai News, el canal de noticias de la RAI, del periodista Gian Lugi Nuzzi, que hace algunos meses publicó un libro que fue un escándalo, Las cartas secretas de Benedicto XVI –con documentos que le dio el mayordomo del Papa– y que se supone es un personaje muy informado sobre el Vaticano, hicieron pensar que se trataba de algo más serio. “Sí, el Papa está enfermo”, confirmó Nuzzi, dando a entender que tenía noticias de buena fuente. ¿Por que renunció antes de Semana Santa?, se preguntan muchos. Tal vez porque no tendría fuerzas para afrontar la cantidad de misas, procesiones y actos públicos que debería afrontar en esos días, dado que esos días, junto a la Navidad, son las celebraciones más importantes de la Iglesia Católica en Roma.
Según contó el padre Lombardi en el encuentro con la prensa, todos los cardenales fueron tomados por sorpresa y él mismo también. El Código de Derecho Canónico contempla la posibilidad de que un papa renuncie a su cargo y no tiene que esperar la aceptación de parte de nadie. Debe, simplemente, comunicarlo como lo hizo. Pero aunque esto está contemplado en las leyes vaticanas, lo cierto es que el mundo católico no está acostumbrado a tener dos papas, uno retirado y otro en ejercicio, como ocurrirá cuando el nuevo pontífice sea elegido por el cónclave convocado para el mes de marzo. “Es posible que para Semana Santa tengamos un nuevo papa”, dijo Lombardi.
El único que reconoce haber sabido de esta decisión es el hermano de Benedicto XVI, Georg Ratzinger, que vive en Alemania y es sacerdote. “Yo sabía de esta decisión”, declaró al diario alemán Die Welt. Pero el mismo Papa había insinuado esta posibilidad en un libro-entrevista que un periodista alemán le hizo hace algunos años y que hoy el portavoz Lombardi sacó a relucir. El periodista le preguntaba si existía la posibilidad de que alguna vez renunciara a su cargo. Y él dijo claramente que sí, pero que no lo haría jamás en un momento de crisis y graves problemas para la Iglesia, sino en un momento tranquilo y después de una profunda reflexión.
Cuánto puede condicionar la elección del nuevo papa el hecho de que el precedente esté aún vivo es una pregunta que muchos se hacen. Pero Lombardi salió al encuentro de esta duda subrayando “que con su renuncia Benedicto XVI no tiene intenciones de condicionar a sus sucesores” ni inducirlos a que sigan su ejemplo, renunciando cuando llegan a una cierta edad.
Nacido en Marktl am Inn, Alemania, el 16 de abril de 1927, gran estudioso de teología, ex profesor universitario, durante el pontificado de Juan Pablo II dirigió la Congregación para la Doctrina de la Fe –máximo organismo vaticano en materia de fe–, amante de la música clásica –él mismo toca el piano–, hombre tímido y por eso de rígida apariencia, conservador en la mayor parte de sus principios, Ratzinger ha sabido profundizar muchos aspectos religiosos y morales que la Iglesia contemporánea había descuidado, dicen los expertos católicos. Abordó temas delicadísimos y que la Iglesia había tenido reticencia en enfrentar, como el de los abusos sexuales por parte de sacerdotes. Supo reconocer sus errores con humildad, a diferencia de otros miembros de la Iglesia, como por ejemplo cuando viajó a América latina e hizo apreciaciones incorrectas sobre el tratamiento de los indígenas de parte de la Iglesia. Pero nunca logró el amor arrasador que los fieles demostraron a un líder carismático como fue Juan Pablo II.
En el mundo político italiano, ocupadísimo en estos días en vistas de las elecciones del 24 y 25 de abril, la noticia fue recibida con mucho respeto. El presidente de la República, Giorgio Napolitano, que se había visto con el pontífice hace algunos días, dijo que se trataba de una decisión “de gran coraje y responsabilidad”. En efecto, estas dos características fueron destacadas por todos los comentaristas. Hubo quien habló también de una verdadera revolución dentro del Vaticano. Otros destacaron el afán de transparencia que había perseguido en el seno de la Iglesia, mientras algunos no descartaron que las solapadas luchas internas dentro del Vaticano hubieran socavado su salud.
Después del 28, el Papa pasará algunos días en Castel Gandolfo, la residencia veraniega de los pontífices a unos 40 kilómetros de Roma, para luego dedicarse a una vida “de oración, reflexión y estudio”, dijo él mismo, en un monasterio de monjas de clausura del Vaticano. Se espera, como dijo Lombardi, que para Semana Santa –24 al 31 de marzo– haya un nuevo papa, por lo cual el cónclave será convocado muy probablemente para los primeros días de marzo.
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