Dom 22.06.2003

EL MUNDO  › IRAN, PROXIMO CAMPO DE BATALLA DE EE.UU. CONTRA EL “EJE DEL MAL”

Ríndanse, ayatolas, están rodeados

Después de Afganistán e Irak, las presiones estadounidenses se concentran ahora sobre Irán y sus presuntos planes para construir armamentos nucleares, en un marco de gran volatilidad política.

› Por Mercedes López San Miguel

A Irán le sobran motivos para estar alerta. Con echarle un vistazo a sus fronteras se observa el trazo estratégico del Departamento de Defensa norteamericano: las recientes conquistas de Afganistán e Irak y las concesiones a Washington de parte de las ex repúblicas soviéticas de Asia central –Uzbekistán, Turkmenistán, Tajikistán– para su invasión a la tierra de los talibanes. Irán, una parte del llamado “eje del mal” para Estados Unidos –junto a Irak y Corea del Norte–, está en estos días en el ojo del “gran Satán”. El subsecretario de Estado norteamericano, John Bolton, dijo anteayer que su país se reserva el recurso de la guerra contra Teherán a menos que acepte abandonar sus (presuntos) planes para desarrollar armas nucleares –Rusia colabora en la fabricación de una planta nuclear–. Esa retórica suena verosímil tras la guerra preventiva contra el régimen de Saddam Hussein, justificada con el argumento de la amenaza que representaban las presuntas armas químicas y biológicas y anteriormente la intervención en Afganistán en aras de la lucha antiterrorista. Y el argumento recurrente que incluye a Irán en la necesidad de “liberar a los pueblos de la opresión”. Por eso Washington ha apoyado a los jóvenes estudiantes que desde hace 10 días vienen protestando contra el gobierno iraní.
La presión sobre el asunto nuclear en Irán está in crescendo. Esta semana la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA) difundió un informe en el que acusa a Teherán de omitir la declaración de algunas instalaciones nucleares. El documento destaca que Irán no cumplió con sus obligaciones previstas en el acuerdo de Salvaguardias del Tratado de No Proliferación (1968) que le obliga a informar sobre su material nuclear, procesamiento, uso e instalaciones del mismo. El gobierno iraní advirtió que no tiene intenciones de desarrollar armas nucleares, pero ayer manifestó que no permitirá inspecciones más detalladas de sus programas. Estados Unidos sospecha que Irán desarrolla un programa de armamentos nucleares y brega por-que Rusia interrumpa las construcción de la central nuclear en el sur iraní. Moscú se rehúsa. Pero Rusia ha advertido que solamente entregará combustible nuclear para el reactor que está siendo construido en Busheher si Irán pone sus instalaciones nucleares bajo control de la AIEA. El portavoz del Departamento de Estado, Richard Boucher, señaló hace un mes que el único reactor nuclear que se espera que se vuelva operacional en la próxima década es el reactor de agua liviana en construcción en Busheher. Estados Unidos lanzó la acusación de que se proveyó de otros tipos de asistencia nuclear de mayor aplicación a la capacidad de las armas, particularmente en el procesamiento de combustible.
La administración Bush viene alertando sobre las intenciones de Irán de construir una planta de producción de agua pesada de grandes dimensiones en Arak (centro de Irán). Boucher advirtió que “creemos que quieren desarrollar la capacidad material para armas nucleares, por medio del plutonio y del uranio enriquecido”. En diciembre, Boucher había declarado que “Irán parece estar construyendo una planta de enriquecimiento de uranio en Nantaz, así como una planta de agua pesada. Ese uranio podría ser usado para armas. La planta de agua pesada podría proveer al reactor de plutonio de grado militar”.
Ariel Cohen, investigador de la conservadora Heritage Foundation, dialogó con Página/12 y señaló que “la opción militar contra Irán está sobre la mesa, pero la prioridad es la vía diplomática. Que el Consejo de Seguridad de la ONU –incluyendo a Rusia y China– oriente su esfuerzo en detener el desarrollo nuclear iraní y llevar las reformas de hecho a ese país”. Cohen señaló que Estados Unidos está preocupado por el programa nuclear en Irán y la falta de libertades, “porque quien dice que hay democracia se equivoca. Las limitaciones a los derechos de los iraníes radican en el poder del líder supremo político, el ayatola Jamenei”. Y admitió lo que aparece como una nuevo fantasma en el horizonte: “La administración Bush va a buscar la cooperación internacional y presionar para que el régimen iraní cambie. La opción unilateral será posible (a largo plazo) si Irán y Corea del Norte siguen adelante con sus planes nucleares”.
Desde la administración Reagan que Estados Unidos viene expresando su preocupación porque Irán está detrás de la capacidad nuclear. Y durante los últimos 30 años el principal foco de los esfuerzos norteamericanos ha sido que por medio de un embargo se le negara a Irán cualquier cooperación tecnológica, incluyendo la cooperación bajo la salvaguardia de la AIEA, que es compatible con el Tratado de No Proliferación Nuclear. En los años ‘90 varios países fueron potenciales proveedores de Irán, entre ellos Argentina. Una planta piloto de enriquecimiento de uranio ya estaba cargada en un barco cuando se dio marcha atrás porque el gobierno iraní no adhería a las salvaguardias internacionales.
Con la elección de Mohamed Jatami, en 1997 –período de la administración Clinton– Washington creyó que “iba a haber mayores límites en el tema nuclear”, según advierten analistas estadounidenses. El imán Alí Jamenei, quien guía espiritualmente Irán, y puede anular de modo inapelable las decisiones del presidente y del Parlamento, es la pieza controvertida. La población joven es la que clamó por las reformas que se encarnaban en la figura de Mohamed Jatami y lo reeligió en 2001. Las protestas que se iniciaron en los últimos días en Teherán y que obtuvieron amplio apoyo de Washington, manifestaciones de estudiantes –que los extremistas islámicos buscaron acallar de modo violento–, no son nuevas y forman parte de la fuerte presión interna que perdura en el régimen, escindido entre los conservadores de Jamenei y los reformistas de Jatami.
Irán forma parte de la lista negra de la Casa Blanca. Estados Unidos cree que organiza, entrena y financia al grupo radical Hezbolá Islámica (Partido de Dios), grupo chiíta libanés, y ve como malos ojos cualquier “injerencia iraní” en su vecino Irak. En los centros de inteligencia norteamericana se dice que los iraníes estarían buscando un aliado prochiíta en Irak, donde aún hay trabas para establecer un gobierno “democrático, occidentalizado”, a semejanza del de Hamid Karzai en terreno afgano. Una imagen que la administración Bush desearía reproducir en el nombre del bien.

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