Correa inició ayer un nuevo mandato de cuatro años con el “imperativo moral” de terminar con la pobreza, la promesa de que su país “jamás será colonia de nadie” y la convicción de que “no hay tiempo que perder” para lograr la consolidación de las transformaciones que puso en marcha desde su asunción, en el 2007. En su extenso discurso ante la Asamblea Nacional, tras cumplir con el juramento formal del cargo, Correa renovó sus cuestionamientos a los medios hegemónicos y a la Corte Interamericana de los Derechos Humanos (CIDH), destacó a su país como “el que más redujo la desigualdad” y puso de relieve los “profundos y positivos cambios” en lo político, lo económico y lo social. El comienzo del nuevo mandato se dio ante una decena de jefes de Estado, vicepresidentes, cancilleres, delegaciones gubernamentales y de organismos internacionales, que aplaudieron a un Correa vestido de terno oscuro y camisa con bordados indígenas, y con la banda presidencial con la leyenda “Mi poder en la Constitución”. Correa llegó al recinto de la mano de su esposa, la belga Anne Malerbe, y acompañado de dos de sus hijos, Anne Dominique y Miguel Rafael. Sofía, su tercera hija, está en Francia, donde estudia.
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