EL MUNDO › ENTREVISTA A ANTANAS MOCKUS, EX CANDIDATO PRESIDENCIAL COLOMBIANO
El filósofo y dos veces alcalde de Bogotá señala que el trasfondo del conflicto es una profunda desconfianza de las FARC hacia la elite colombiana y viceversa. La clave para que la negociación sea exitosa es romper esa desconfianza.
Durante la campaña presidencial de 2010, se le atribuyó a Antanas Mockus una postura contemplativa con la guerrilla. “Me acusaron de querer derrotar con flores a las FARC, cuando sólo dijimos que no íbamos a hacer la guerra sucia”, contó el filósofo y político colombiano a Página/12. Sobre el acercamiento entre los grupos guerrilleros y el gobierno, prefiere ser reservado y esperar el desenlace. “Me parece bien que haya habido conversaciones secretas. Quisiera que el proceso ocurra, pero tenemos que estar preparados para la eventualidad de que no sea así. El trasfondo es una profunda desconfianza de las FARC hacia la elite colombiana y viceversa. Pero tarde o temprano habrá paz.” Desde su punto de vista, la clave está en romper esa desconfianza. “Hay que alimentar la vía religiosa del perdón, idealizando a las FARC, aunque sea un riesgo para el statu quo. Alguien tiene que decir que no todo lo que hicieron las FARC fue absurdo, que no todo se perdió”, expresó.
Hace tres años se presentó a las elecciones generales con el Partido Verde, desde donde buscó llevar el modelo que aplicó en Bogotá al resto del país. Las principales consignas de su campaña fueron el manejo limpio de los fondos públicos y la promoción de la cultura ciudadana, aspecto fundamental de su gestión como alcalde. “A mí lo que me interesa es la complementariedad entre las leyes y la acción humana. La ley no alcanza a meterse en cantidad de detalles. Por ejemplo, no saludar es grosero, pero no está castigado legalmente. Eso no es objetable jurídicamente. La diferenciación entre normal legal, norma social y norma cultural explica la existencia de la política”, afirmó. “La gestión de lo social está muy relacionada con los imaginarios que uno se forma. La sociedad que queremos construir tenemos que aprender a verla en los pequeños detalles. Mientras la gente esté preocupada por sobrevivir las demás discusiones se debilitan mucho”, sostuvo.
Dos veces alcalde de Bogotá, Mockus ganó sin el apoyo de un partido tradicional y con un presupuesto acotado. Reconoció que en los primeros tiempos el panorama estaba lejos de ser alentador. “En la ciudad había un pesimismo generalizado. El 70 por ciento pensaba que no había perspectiva de mejora. Logré cambiar eso y tener dos tercios de optimistas. Pero el resultado más importante es que los homicidios estaban en 80 por 100.000 habitantes y los bajamos a 20 por 100.000”, dijo. Su estrategia consistió en detectar focos de violencia específicos. “Hay más homicidios en ciertas zonas que en otras y en ciertas horas más que en otras. Los homicidios de un sábado por la noche son casi el doble que los de la semana. Eso significa que, de algún modo, el momento de diversión del fin de semana puede estar asociado con el abuso de alcohol. Parte de la violencia no es violencia de origen gangsteril, sino producto de la intolerancia”, afirmó.
Mockus llegó a la política para cumplir una misión pedagógica. “Los saberes útiles deberían ser compartidos porque el conocimiento no empobrece. La redistribución de bienes materiales es de suma cero. Lo que ganas, alguien lo tiene que perder. En cambio, el conocimiento no”, explicó. El alejamiento de la vida académica y la decisión de pelear por la alcaldía fue su respuesta ante el inmovilismo de la elite política. “En Colombia se subestiman muchas oportunidades de construcción conjunta. Es más fácil hacer daño que construir. Parte de lo que me llevó a la política fue un rector que me dijo: ‘Usted que es tan bueno para criticar, ¿por qué no ensaya construir?’”, sostuvo.
Durante su gobierno debió ensayar formas de financiamiento y, al mismo tiempo, sortear algunas prácticas de una clase dirigente reacia a los políticos poco ortodoxos. “Yo había sido elegido anunciando más impuestos. Los concejales me decían: ‘Usted prometió más impuestos, pero nosotros no. No le vamos a aprobar el aumento’. Entonces nos inventamos el impuesto voluntario. Mi antecesor había hecho una reforma legal que permitía al distrito fijar la tasa tributaria. Se le dijo al ciudadano: ‘Póngale el precio usted’ –contó Mockus–. Utilizamos mucho la expresión ‘recursos públicos, recursos sagrados’, porque deben ser manejados como si fueran sagrados. Tuvimos cero vulnerabilidad al chantaje clientelista. Eso de que ‘si no me hacen un favor no apruebo un proyecto tal’... bueno, no lo apruebe. Fuimos implacables. Para ejercer cargos públicos en Colombia hay que tenerlas de acero”, agregó.
“Hay un dicho en Europa oriental que dice: ‘Cuando ya nada sirve hay que sacar a la calle a los payasos’. Yo me he sentido tolerado como individuo, pero muy resistido como posible forjador de una posible corriente. La elite colombiana me considera útil. Pero que sea uno, no doscientos”, reconoció Mockus, que es tachado de excéntrico por los políticos tradicionales. “La gente cree que yo calculo mucho mis acciones y sus efectos”, añadió. En 1993, durante un encuentro con estudiantes, se bajó los pantalones en el escenario como forma de protestar ante quienes lo silbaban y le impedían hablar. Esa provocación lo obligó a renunciar como rector de la Universidad Nacional. “Lo que hice fue una performance. Lo que no muestra la televisión es que yo pude hablar después. Sí era consciente de que había hecho algo osado. Pero era la Facultad de Arte. Y ellos me enseñaron que con gestos se dicen mejor las cosas. Con esa escena comenzó el cambio en Bogotá”, consideró Mockus.
Entrevista: Patricio Porta.
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