EL MUNDO › FALQUE-PIERROTIN, DE LA COMISIóN NACIONAL DE INFORMáTICA Y LIBERTADES
La experta señala que el caso de Edward Snowden significa que el mundo entró en una nueva fase. “La era en la que hay datos personales en todas partes, para todos los usos.” Falque-Pierrotin sugiere que se construyan controles democráticos.
› Por Eduardo Febbro
Desde París
La historia de Edward Snowden marca una frontera definitiva entre las ilusiones y la confianza en la tecnología y la cruda realidad de nuestro comportamiento inocente: ya nadie podrá decir “no sabía”. Ahora sabemos todos no sólo que estamos constantemente espiados sino, además y sobre todo, que ese espionaje es realizado con la complicidad de los operadores privados en quienes habíamos depositado nuestra confianza: Google, Skype, Apple, Microsoft y sus demás aliados en la empresa planetaria de la vigilancia y la violación de la intimidad. La edad numérica era, a su manera, la edad de la candidez: éramos perfectamente capaces de cerrar las puertas con llave, de trabar las ventanas, de poner rejas en el balcón o la ventana, de ser atentos en no caminar en barrios peligrosos a ciertas horas de la noche. Pero, al mismo tiempo que existía esa conciencia de la peligrosidad del medio ambiente físico, dejamos entrar en casa a un espía, a un expoliador de datos, a un voyeur teledirigido desde las oficinas de inteligencia del gran imperio. En América del Sur ya conocemos los resultados de ese fichaje: el Plan Cóndor montado por las dictaduras de Argentina, Brasil, Chile, Paraguay y Uruguay funcionó en base a un sistema de comunicaciones y de almacenamiento y tratamiento de datos llamado Condortel y cuyo eje fueron las computadoras IBM que trataban la información sobre los sospechosos.
Hoy, el programa espía Prisma permite elaborar un “perfil” planetario de sospechosos. Un ejemplo basta para comprender uno de los numerosos alcances de esa producción de perfiles en masa: si alguien viaja por primera vez a Estados Unidos en clase Ejecutiva o en Primera Clase puede que se vea tratado con especial atención por los servicios de seguridad. Como los asientos de la clase Ejecutiva y de Primera Clase están cerca de la cabina de los pilotos, los pasajeros sin historial en ese tipo de viaje serán, sin duda alguna, vigilados con atención.
Más allá de la curiosa trama del caso, Snowden nos empujó a cambiar de mundo, a modificar nuestros hábitos y a exigir a los poderes públicos una intervención más decisiva. Eso es exactamente lo que piensa Isabelle Falque-Pierrotin, la presidenta de la Comisión Nacional de Informática y Libertades, la CNIL. Este organismo del Estado francés es el encargado de velar por protección de los datos personales. Creada en 1978, la Comisión Nacional de Informática y Libertades tiene hoy una misión más esencial que nunca: la construcción de una ética numérica, la capacitación para hacer frente a los desafíos y excesos de los operadores y los Estados y, antes que nada, la protección de la privacidad de los individuos.
–El caso Snowden tiene muchas lecturas, desde la policial hasta la informática. Para usted, ¿qué significan las revelaciones que entregó al mundo?
–El caso Snowden quiere decir que entramos en una nueva era, quiere decir que la era numérica es una era en la que hay datos personales en todas partes, para todos los usos. Quiere decir también que, a partir esto, debemos permanecer atentos a nuestro nivel individual. No podemos apoyarnos únicamente en los demás, debemos responsabilizarnos con nuestro comportamiento y con nuestra utilización de Internet. No se trata de montar una censura individual, eso sería contraproducente. Hoy estamos todos concernidos por el problema. A partir de ahora hay que adaptar los comportamientos. El caso Snowden muestra igualmente que la transparencia entró en una nueva fase y que, tal vez, sea necesario aportar respuestas más institucionales que la respuesta de Snowden. Debemos construir controles democráticos, tanto de los poderes públicos como de las empresas, que son extremadamente poderosas. Lo que este caso muestra es que existe una alianza objetiva entre los grandes grupos de Internet y los poderes públicos extranjeros para poner a los individuos bajo vigilancia. De hecho, la vigilancia de los poderes públicos existe desde hace mucho. Pero esa vigilancia apuntaba, digamos, a gente mala. Acá, en cambio, estamos potencialmente en un sistema donde en nuestra utilización cotidiana, banal, de Internet, estamos potencialmente vigilados. Esto da miedo a los individuos al mismo tiempo que acentúa la necesidad de construir garantías jurídicas importantes y reales frente a los grandes grupos.
–¿Qué se le puede exigir concretamente a esos gigantes como Google, Facebook, Microsoft, Skype y otros?
–Hay que exigirles que abran sus cajas negras y digan qué hacen con nuestros datos personales, cómo los utilizan y a quién les comunican esos datos personales. El período actual es decisivo porque Europa está elaborando su nuevo marco jurídico y es evidente que el caso Snowden nos obliga a cerrar filas y a avanzar en grupo para decirle a los actores internacionales y a los Estados extranjeros: “Aquí ustedes deben actuar de esta forma”.
–¿Y qué estrategia se debe adoptar frente al gran público? Ya sabemos que la cuestión del espionaje no es una fantasía, o una paranoia de los adeptos a las teorías del complot, sino una realidad universal.
–No creo que manejar ese tema mediante el miedo sea algo bueno. El caso Snowden refuerza la inquietud de los ciudadanos y la voluntad de transparencia. Nosotros queremos hacer circular la idea de que el universo numérico es extraordinario porque todos esos útiles nos ofrecen a todos una potencialidad de acción considerable. El problema está en que, en el fondo, no comprendemos bien esos útiles. Por eso este caso nos incita a desarrollar la educación numérica. Eso es lo que acabamos de hacer en Francia: lanzamos la educación numérica como una causa nacional. Esa es, creo, la respuesta positiva al caso Snowden. Más ampliamente, creo que en Francia y en Europa no se tomó del todo conciencia de la magnitud del fenómeno numérico. Snowden es, a su manera, el punto culminante de una evolución que se constata desde hace un año. El mundo numérico entró en la vida de la gente con sus preocupaciones, la vigilancia por ejemplo, pero también la utilización positiva. Hay, al mismo tiempo, mucho apetito por esos útiles y, también, un miedo latente que sólo espera cristalizarse en uno u otro punto. Hoy es Snowden, mañana será otra cosa. La respuesta debe ser la pedagogía y la responsabilización de los actores económicos pidiéndoles oficialmente garantías de parámetros obligatorios, transparencia y de permitir que los clientes elijan realmente, lo que no es el caso hoy.
–¿Cómo funciona la comisión y cuáles son sus atribuciones?
–La CNIL es una autoridad administrativa independiente cuyo oficio consiste en proteger los datos personales de los individuos, o sea, todos los datos que circulan en el mundo numérico y que conciernen a las personas. El trabajo de la CNIL consiste también en una tarea pedagógica, acompañar el uso de los instrumentos, controlar a las empresas y a los responsables públicos para proteger los datos personales de los individuos. Se trata, en suma, de que la vida privada y las libertades numéricas estén garantizadas en este universo numérico. Somos una instancia a la que se consulta sobre los textos de ley y los decretos cada vez que el tema de la protección de los datos personales está en juego.
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